viernes, 9 de febrero de 2007

Botas Sucias, Los Instintos Depresores Del Vapor Del Sueño
































Lucas M. Król








Botas Sucias
Los instintos depresores del vapor del sueño













EDICIONES PROPIAS







Botas Sucias
Los instintos depresores del vapor del sueño



Ilustraciones: Juan G. Benitez



2007, por Lucas M. Król






'La felicidad será engendrada en los Siete Jardines verdes, así llamado por sus orígenes naturales, donde no olía a grasa y carbón, un mundo alterno, que aquellos que lleguen por medios inconexos sanarán sus mentes de feliz enfermedad. Las personas han de volverse prostitutas, las nubes drogas y los sentimientos bien despreocupados. La violencia brotará como agua esquivando a la muerte, pero continuando los saltos sangrientos, para agregarle a una trompada o un tierno disparo, ese color característico y especial de la sangre derramándose. Insectos, leones y humanos, compartirán una cebra despedazada sobre los pastos amarillamente secos y las personas ya no envidiarán a los pájaros de volar. Las viviendas serán enormes hoteles pagos, con habitaciones siempre libres y las gentes siempre conocidas entre si, en vínculos de desconfianza, pero no lo suficiente para perder el interés de conocerse. Largas carreteras para recorrer en autos, como guardando una costumbre pasada, sin peleas por combustibles y con tanques de gasolina cargándose directamente de sangre humana. Cielos e infiernos mimetizados, quemándonos y refrescándonos, sin estar pendientes de contradecir las palabras de "dios" o "lucifer", porque seremos nuestros propios dioses y diablos peleándonos y confabulándonos nuestros personales crímenes, sin juicios, ni culpables, ni prejuicios a la vista. Bombas nucleares para todo el mundo insaciable e inacabable y engaños amorosos sin engaño, porque serán erradicados los celos y el virus del amor y ya nadie será estafado ni estafador, porque todos seremos todo, estafando y siendo estafados, asesinados y siendo asesinados. La paz conseguida de un pinchazo de una droga que produzca alguien más, porque nadie producirá, ni trabajará, ni le llegará la amarga muerte, porque morirán y nacerán en cada día. No habrá conciencia, ni angustia y todos tendrán todo, porque pisoteado quedará el "trabajo de hormiga". Los niños desnutridos serán el alimento de los jóvenes y los jóvenes serán el alimento de los desnutridos, que regresarán en busca de una sana venganza sin rencores. El sistema nervioso imperará de instinto animal y las estructuras serán los capitales pecados. Las células ya no serán vitales, con cuerpos descartables para formas de expresión, con entretenidas guerras civiles y noches de bar en las casas de gobierno libres de políticos, testando la verdadera paz del sentir que todo es obsoleto.'

Durante ocho meses y medio de su vida, se encontraba en el útero de su querida madre que tanto se cuidaba para cuidarlo a él. Éste inmerso en sus tibios fluidos, ni siquiera abría sus ojos, su vida era un sueño eterno, donde las pesadillas no existían y tenía a esa persona que tanto lo quería, plenamente a disposición de que él permaneciera bien, alimentándose con nutritivas comidas que la naturaleza de su madre le proveía triturada para poderla digerir y mantener a su pequeño mundo rosado en total plenitud. Los días pasaban lentos y apacibles, siempre manteniendo en sus labios esbozada una leve y tranquila sonrisa de satisfacción, moviendo de a momentos sus frágiles y pequeños brazos, como una caricia de agradecimiento y afecto hacia la protectora y dueña de su propio paraíso personal. Sus sentimientos eran suaves, sus latidos contentos, pero en su pequeño corazón, en sus sonrojados pensamientos, nunca estuvieron los deseos de cambiar. Sin embargo, sin aún saberlo y sin siquiera quererlo, las cosas iban a cambiar...
Con el cielo todavía oscuro y la ciudad hasta el momento dormida, el canto de las aves comienza a hacerse escuchar como ecos, desde los distintos árboles que abundan en todas partes del lugar, creciendo los cantos de los pájaros a coros, solos y pausas repetitivamente, una y otra vez, dándole espacio a un sol otoñal, que se despereza lentamente sobre los confines del pequeño pueblo de "Hernán Hamilton", nombre de pila el cual Teresa -Una joven señora de veintisiete años- tomaría para nombrar a su primer hijo, que estaba trayéndole el momento más feliz de su vida, según había escuchado de la boca de familiares y conocidos durante casi toda su vida, que le dejaron asentado en sus pensamientos y curiosidades una modesta frase que la había hecho llorar desconsolada durante muchos años: "Un hijo es el regalo más hermoso que la vida nos puede dar".
Tras una noche difícil, aunque muy ansiosamente esperada, recostada sobre una vieja cama de hospital, Teresa respirando hondo aceleradamente una y otra vez, a pesar de los voluptuosos intentos de mantenerse tranquila en medio de sus casi constantes contracciones, aguarda junto a Carlos -su siempre fiel marido-, bien aferrada de su mano, la desconocida situación para ella, hasta el momento. Con el sol ya despierto dejando ver su brillo, entre las cortinas moviéndose airosas por la brisa de campo que sopla y aún guarda del pasado esa pequeña ciudad, Carlos resonando apurados pasos, de un golpe seco a la puerta con la palma de su mano, asoma medio cuerpo fuera del cuarto, exclamando con vigor:
-¡¡¡Enfermera!!!
A pasos de ciempiés dos enfermeras de pulcras batas verdes se dirigen apuradas, cruzando el extenso corredor un paso detrás del partero, el Dr. Ramírez, que con sus brazos junto al cuerpo moviéndolos rápidos como si marchara un militar, entra deprisa al dormitorio estrechándole la mano a Carlos y dejando notar una confiable sonrisa, para disipar las inseguridades, diciendo aceleradamente con voz firme y entusiasta:
-¡Buenos días, llego el momento, vamos a hacer esto juntos!
Entretanto las enfermeras acercando la ruidosa camilla a la cama ayudan a recostar a Teresa, mientras Carlos titubeante mira estupefacto hacia sus costados, con una mano sobre su cabeza, a lo que el medico replica manteniendo sostenida su sonrisa:
-¡vamos Carlitos, llego la hora!
-¡Si...si, vamos!
-¡Al quirófano, al quirófano!- se escucha resonar desde fuera de la habitación, de boca del Doctor que mueve rápido sus manos, como queriendo crear una fuerza que saque a todos del cuarto
Los pueblerinos risueños, olvidando por un momento el problema por el que se encuentran en el hospital, murmuran sonrientes entre ellos como dando la bienvenida a un nuevo integrante de su ciudad, desde las butacas de ambos lados del pasillo, al corrido que por el medio, acarreada por una enfermera, cruza la temblequeante camilla de metal donde se encuentra recostada Teresa, recibiendo palabras de aliento de otra de las enfermeras, seguidos por el Dr. Ramírez y Carlos, éste último preguntando conmocionado:
-¿Saldrá todo bien doctor?
-Tranquilo, tranquilo Carlitos…todo va a salir bien, será cosa de un momento- responde dándole una palmada de aliento sobre su hombro
-Si...
-¡vamos che, tenés que estar fuerte ahora!- dice el medico a Carlos al verlo con su rostro afligido
-¡Si, si Dr. todo va a salir bien, todo va a ir bien!- responde afirmándoselo
Poco a poco entre pasillos cruzando la última puerta ingresan a la última habitación, un cuarto grande con un enorme ventanal que da vista al lago silencioso, con largas cortinas azules, dos amplias camas, una de las cuales ocupará Teresa y otra que permanece vacía hasta hace minutos en que una madre salió con su segundo hijo del hospital, un cuarto muy aireado aunque de un aroma a alcohol bien asentado, pero que no llega a molestar, donde dos enfermeras y el Dr. Galtieri, el obstetra, aguardan a los afortunados del día:
-¡Ya es hora colegas!- dice con emoción el Dr. Ramírez
Entre palabras apuradas casi sin terminar de pronunciar, que se mezclan entre sí formando un murmullo constante, las enfermeras recuestan a Teresa en la cama donde dará a luz. Con su frente húmeda empapando sus cabellos, Teresa respira profundo constantemente, totalmente aterrada, mientras el Dr. Galtieri le habla sobre el crucial momento, dándole palabras de tranquilidad, pero Teresa no llega a escuchar las palabras, ni sonidos, todo se vuelve enmudecido para ella, observando a las personas moviéndose a su alrededor y mirando por último a su marido, observando el brillo en sus ojos y entre su padecimiento Teresa le esboza una leve sonrisa, que su esposo le devuelve, diciéndole palabras que ella no logra escuchar, pero que dejan caérsele unas lágrimas al leer en sus labios: "Te amo mi amor, vamos a ser papás"
Pasándole la mano por su frente, Carlos toma de su mano a Teresa, a la que ella se aferra con fuerza, mientras comienza a pujar, sin quitar un segundo la mirada sobre su marido, dejando juntos caer un tendal de lágrimas sin freno, estando ambos a punto de presenciar el momento que por años habían aguardado, rindiendo frutos finalmente cada lágrima de dolor, cada nudo de angustia en la garganta, cada día y cada hora en que afrontaron juntos los tratamientos a los que Teresa se sometió por largo tiempo, luchando contra su infertilidad y luchando contra sus duros lamentos...
Mientras tanto, sumergido en la calidez de su habitad y sumido en profundos sueños, el pequeño Hernán se nutre de las huellas genéticas que sus antepasados le han dejado, alimentándose a cada minuto a través de su madre y llenando su sangre de conocimiento, colmando su alma de aprendizaje, pudiendo por medio de su creadora, explorar con ojos familiares las distintas épocas, los bellos paisajes, contemplar pinturas y escuchar obras de arte hechas música, conociendo la plenitud de la belleza y la inmensidad de la verdad. Acurrucado en si mismo, con una sonrisa imborrable, inmerso en su fuente de alegría insaciable e inacabable, llena de protección y seguridad, hundido en los tibios fluidos que le dan un abrigo que le producen conmoción, líquidos calmos y silenciosos como un estanque, por primera vez conoció la realidad, un sonido producto de la realidad a la que desconocía de forma directa, pero que sin esperarlo en la grandeza de un silencio tan pasivo y confortable, como una pausa en una canción hecha eternidad, un tosco ruido burbujeante lo saco de su sueño sin final aparente, quedándose por primera vez a la expectativa de lo que iba a pasar, sintiendo y experimentando a su vez el temor e inseguridad, así como también conociendo el milenario sentimiento de que nada es seguro y para siempre en esta vida...
-¡¡Puja, Puja!!...vamos, un esfuerzo más, ya viene, ya viene!!- vocifera el Doctor Ramírez
-¡¡Carlos, tengo mucho miedo!!- grita su mujer con una voz forzada, mezclándose sus lágrimas con las gotas de sudor
-¡¡Tranquila amor, tranquila, un poquitito más, un último esfuerzo!!- responde su marido inclinado sobre ella, acompañándola en uno de los momentos más difíciles como felices de la mujer
Las enfermeras y el Doctor Galtieri, permanecen inmutables observando una vez más lo que llaman "milagros de la vida", al instante en que el Doctor Ramírez grita despavorido:
-¡¡Se esta asomando, el último esfuerzo Tere, un último empujoncito!!
Al mismo tiempo, sin saber que sucede, su mundo tiembla y rugen sus rosadas aguas, a lo que Hernán temeroso sólo se queda inmóvil, dejando caer por primera vez unas pequeñas lágrimas sintiendo una ligera presión de angustia en su corazón, sabiendo que las cosas ya no son las mismas y que algo muy diferente está por suceder. Cerrando sus ojos muy fuertes, trata de volver a los ojos de un primitivo antepasado, pudiendo observar una cálida puesta de sol desde el medio del océano, a través de la mirada de un gentil anciano, luciendo en su cara una sonrisa por haber terminado su día y poder volver a casa con muchos kilos de pescado. Pero esa como muchas, miradas felices de la vida, no alcanzaban para ignorar lo que en ese momento sucedía y sintiendo una fresca brisa helando todo su ser, ya resignado sintiéndose desmoronar, con él sus tibios fluidos finalmente se desmoronaron, escuchando por primera vez retumbar en su desgracia:
-¡¡Ya esta con nosotros, es un niño fuerte y sano!!
Pero a nadie se le ocurría decir o siquiera pensar que ese día, para el pequeño niño, precisamente no era un milagro.







Las calles se encontraban muy oscuras, tan sólo con alguna luz perdida por las esquinas de aquel barrio de callejones, habitados por vagabundos y prostitutas, donde no existían los banquetes, pero si abundaba el alcohol. La luna no guía, sólo confunde y entristece y en la sordidez de una calle interrumpida de a ratos por las sirenas de ambulancias y patrulleros, suena el chocante chasquido del salto de un joven desde un bajo tapial, escapando a toda velocidad por medio de techos y pequeños pasillos entre las precarias viviendas, llegando finalmente a esa cuadra, que nada en particular tenía para él, más que una eventual vía de escape. Corriendo sin poder escuchar más que sus fuertes pasos sobre el asfalto y el sonido agitado de su respiración aprisionando su audición, luego de varias cuadras de correr, desacelerando sus pasos de a poco, se detiene a la entrada de un deshabitado callejón, aprovechando que sostiene sobre lo alto de la pared, un pequeño foco amurado a ella, que brinda una luz anaranjada donde al menos poder observar su alrededor entre las sombrías calles. Sentándose junto a un gran basurero, con el pequeño bolso negro que cruza por su pecho y ahora apoya sobre su regazo, abre el cierre del mismo, para echarle un vistazo y lo vuelve a cerrar al segundo, no confiando en la resistencia de un bolso que ni siquiera le pertenecía hasta el momento, asegurándose de que sus recientes pertenencias continúan ahí y no las perdió por el camino. De su bolsillo saca un aplastado atado de cigarrillos, casi sin cigarros y enciende uno, mientras exhala un suspiro de cansancio y descanso luego de la escapatoria, apoyando su cabeza contra la pared con su mirada en dirección al cielo, viendo a través de la luz y sintiendo caer sobre su rostro, las primeras gotas de lluvia tras los intermitentes relámpagos y truenos. Sin saberlo, estaría en tan sólo unos minutos, arrojando con fuerza su cigarrillo a un costado, mientras poniéndose rápidamente de pie continuaría escapando, desapareciendo entre las sombras del frío callejón, al escuchar el sonido de las sirenas policiales llegando casi a su lado.

'Él siempre habla del amor, a pesar de nunca haberse enamorado y siempre cuenta su anécdota, de como el cáncer mato al sol. Sus ojos brillan de estúpida ignorancia, a pesar de haber estudiado por años. Y siempre se le escucha preocupado, por todo el tabaco en su corazón. Él asegura ser un marciano, sin un planeta de origen y sin ninguna misión. Le gustan los almuerzos humanos y disparos a la preocupación. Su sueño, él siempre a soñado morir sin ninguna razón. Su nombre no importa, porque donde él vive, los nombres siempre cambian. Es alcohólico por elección, porque el alcohol es siempre gratis. En ocasiones sale de su hermoso agujero para visitarme, es mi amigo del basurero, y está orgulloso de ser el dueño de toda esa basura. Él hace un extraño sonido al hablar, como si su oxígeno estuviera impregnado del polvo de huesos de gente hace tiempo muerta, parece siempre alérgico, o talvez lo sea, pero con su acatarrada voz, siempre logro recordar sus palabras de invitación: "muchos tiempos, diablos y adicciones, en los siete jardines verdes la gente se dispara mostrando una sonrisa, donde siempre ir y perder el pensamiento y ser un animal salvaje ligado a lo que se de la gana".'

Un enorme sol, pero con su característico brillo de atardecer apagándose de a poco, casi sin que la ciudad lo advirtiera, iba desapareciendo lentamente tras los edificios, al final del horizonte mezclándose entre cielo y mar. Una fresca brisa corría por cada calle, haciéndose notar en el movimiento de los árboles, algunos de los cuales se veían altos y airosos sobresaliendo detrás de un enorme paredón blanco de un viejo edificio, donde en su jardín, una hermosa joven de cabello castaño y ojos cafés maquillados de ojeras, se encontraba sentada en un banco de concreto junto a una mesa de cemento, fumando un cigarrillo en pitadas profundas, observando y escuchando al joven de mirada desquiciada, pero de buen corazón, hablarle sobre sus teorías de la vida:
-Todos están aquí, viviendo sus vidas, festejando sus cumpleaños, corriendo sus carreras… ¡pero el tiempo no pasa ¿puedes entender?! , nos mantenemos detenidos, parados, detenidos ¡porque no hay evolución sana!
-¿Y que hay del día de ayer?- pregunta la joven arrojando su cigarrillo al pasto
-¡¿El día de ayer chica?!...¡¡Es el paso al día de hoy, donde estamos más cerca al día de mañana!...todo parece evolución, ¡¡la Tecnología!! , ¡¡Ahí, allá, aquí!!..."facilitándole la vida al ser humano"… ¡¡ ¿Pero no te has preguntado que sucederá cuando la tecnología sobrepase al ser humano en millones?!!- cuenta el joven con variaciones de volumen de excentricidad en su relato, quitando un cigarrillo del atado que reposa en el centro de la mesa y que comparte con la chica
-¿Dominados?- susurra encendiéndose otro cigarrillo y acercando la flama del encendedor al cigarro de su compañero
-¡¡Bingou!!...dominados, dominados, ¡¡si, si, si!! se está creando un mundo para el placer de unos pocos reyes..¡Y nadie hace nada joven oyente!...¡¡Un mundo robótico liderado por humanos sin almas sanas, amiga!!
-¿Pero que sucederá con los seres humanos?- cuestiona arrojando su cigarrillo por la mitad, y sacando otro del atado para encenderlo
-¡¡Los humanos, los humanos!!...somos monedas en inversión, no se que sucederá con los humanos, ellos no me han dicho demasiado aún…no puedo soñar, no puedo soñar, no puedo soñar, ¡¡contactarme!!
-¿Quienes son ellos?
-¡¡Antepasados, antepasados!!...Son mis periódicos del futuro a través de sus ojos, bebiendo de la fuente de ADN
-Ellos, ellos, ellos no están haciendo entonces sus trabajos, deben informarte, deben alimentarte con anuncios para no quedar desaprobados
-Ellos nunca fueron evaluados, yo soy el que los uso, ellos están tan perdidos como todos…dentro de mi madre podía ver todo con claridad, pero aquí todo es distracción...¡¡Distracción!! y me han encerrado aquí donde no me puedo concentrar para completar la información
-¿Me salvarás Hernán?
-¡¡Nos salvaremos Julieta y enloqueceremos juntos y tendremos un millón de niños corriendo alrededor del planeta!!- dice sonriendo terminando su cigarrillo
-Si, si, cuando todo se sane- responde esbozando una sonrisa y mirando al cielo, volviendo al momento a los ojos de Hernán
-¿Sabes? Te amo, pero no puedo amar y quiero sentir que amo, cuando tenga la información, toda la información, tendremos ¡¡hijos por todos lados!! , pero ahora no es seguro, no aquí cuando estamos encerrados y en el mundo sucede algo
-Talvez todos somos dementes...





'He despertado millones de veces, pero nunca como ésta mañana, porque en verdad estoy jodidamente feliz. Todo se ve del mismo modo, yo estoy del mismo modo, pero todo hoy es distinto, porque es primavera y no hay sol, sino tormenta, cielo gris y eso es una razón más que suficiente, para quererme reír. El frío y la brillante fealdad, le robó un día a las orgullosas flores y a los molestos pájaros de colores, opacando así con una lluvia furiosa, a la esencia aún perceptible de los años anteriores, de aquellos "Mr's Flowers" que no tocan una guitarra en todo el maldito año, pero que en el día de la primavera, salen como si ocultados hubieran estado en una cueva, a las grandes plazas atestadas de personas, a presumir su instrumento simulando saber tocar y ser amantes de la música, junto a personas pretendiendo apreciar lo que escuchan y creyéndose y logrando ser felices, a base de puras mierdas superfluas, que no llegarían ni por cerca a satisfacer almas ambiciosas, pero a ellos si parece servirles. Pero hoy llueve.'

En medio de la oscuridad de una calle de tierra deshabitada, el sonido ambiental es el suave resonar de los televisores encendidos en las distintas casas. Una fría brisa, corre atenuante y caminando con lentitud, tan sólo él escucha sus pisadas sobre la tierra, haciendo crujir cada paso sobre el polvo y las pequeñas piedras. A mitad de una cuadra, que no fue escogida al azar, el hombre se detiene fumando las dos últimas pitadas de su cigarrillo que acaba de una vez, dejando caer el filtro sobre el suelo, antes de dar media vuelta hacia una apocada vivienda de persianas blancas y amarronadas por la falta de limpieza, casi completamente cerradas, donde una luz en su interior permanece encendida y la puerta de entrada reposa entreabierta, a través de la cual logra escucharse el difuso murmullo de voces vivases. Decidido a entrar y terminar de una vez lo que había ido a hacer, acercándose expectante levanta con su mano la grisácea remera que cubre su cintura, dejando lucir y tomando con fuerza su pistola. Un barrio silencioso donde en esa noche el sonido de los disparos, arraso como una brisa aullando entre las manzanas de los alrededores, donde hace tiempo nadie se sorprende, y donde hace tiempo nadie se entromete en asuntos que les pueden costar la vida. La televisión se encuentra prendida, imágenes testigo del living frente a ella, donde junto a una mesa un joven de unos treinta años yace muerto en el suelo con dos disparos en su pecho y una pistola aún sujeta en su mano derecha. En un sofá de cuero marrón, un adolescente reposa desplomado sobre éste, muerto por un balazo en su corazón, con sus ojos abiertos aún guardando la apariencia de sorpresa, antes de morir sin razón. Y en la mudez de una vivienda, solamente empañada por la película que resuena en los parlantes del televisor, una respiración agitada y pausada, raspando en cada ingestión de oxigeno, se hace presente desde la cocina, donde un hombre de unos cuarenta años con un disparo en el abdomen, se arrastra por el suelo con la intención de llegar a su habitación. Dejando en su corto trayecto rastros de sangre y manteniendo su pistola aferrada a su mano, como único medio para fortalecer su protección.

'Hoy he soñado con un niño, que no conozco en la vida ciega donde uno despierta, al parecer su nombre era Tomás y estaba jodidamente loco, aunque era un niño muy sano y despierto, pero el entusiasmo de un niño, no ha de compararse a ninguna borrachera de súperaniquilación neuronal, ni a cualquier droga que doblegue el espíritu y alimente la alegría, yo no sentí esa sensación de niño, pero por mis sangres pasadas se lo que eso es. Los niños generalmente, brillan de sana locura e incoherencia y una envidia, que nunca es sana, se produce en el pecho y la conciencia, con la sensación de mil cucarachas, caminando con su miles de rasposas patas por nuestro interior, al no poder encontrar más insólita fragancia, ni innovadora sustancia, que nos de esa electricidad, tan natural como el repugnante parto de una oveja negra, que sólo los niños poseen. Soy joven y viejo al mismo tiempo, desde los distintos puntos de vista, como se pudiera mirar a través de la visión de una mosca. Con la adolescencia y cigarros a cambio de juguetes, las tardes con sol donde aún puedo ver la imagen de mi propio yo-niño, correteando por el jardín con muñecos y larga vistas plásticos sin aumento, me las paso en un sillón de cuero, bajo un ventilador de metal evitando el rayo del sol y el ejercicio innecesario.'

-¡Yo soy quien a recorrido el mundo, sintiendo sobre mi rostro el brillo de cada luna del planeta, soy quien ha visto las siete maravillas del mundo desde su construcción, soy quien ha visto la belleza y la violencia de la vida, el que ha visto las grandes playas, las grandes plazas, quien ha visto a Motzar tocar su primera canción, quien ha visto a Beethoven desfallecer en su habitación, quien ha navegado todos los océanos y ha respirado entre las nubes y quien ha visto como la guerra quita a una familia la respiración, como los niños mueren de hambre en las costas y como la raza humana genera su extinción!, ¡¡Yo no debo estar aquí dentro!!, ¡¡Necesito concentración, necesito soñar!!, ¡¡quienes algún día fueron mi sangre, viven épocas más haya de nuestro presente, donde yo puedo observar!!, ¡¡Soy quien los puede salvar!!...
-Creo que debe tranquilizarse joven, aquí le podremos brindar la ayuda que necesita y...
-¡¡ ¿Ayuda?, ¿ayuda?!! , ¡¡Usted es quien necesita ayuda!! , ¡¡Todos ustedes!! , ¡¡Toda la humanidad!!...
Los gritos retumban en el pequeño cuarto, filtrándose hasta los desiertos pasillos de la institución mental, excepto por dos hombres vestidos con blancas batas, aguardando fuera de la habitación, que a la exclamación de"¡¡Entren!!", ingresan a la misma donde uno de ellos toma por el pecho a Hernán, manteniéndolo sentado en su silla casi inmóvil, a pesar de los intentos del joven por zafarse. Sin titubeos, los enfermeros obedecen las palabras del Dr. Fernández:
-¡Inyéctenlo!
-¡¡No, no!! , ¡¡Agujas no, eso infecta!! , ¡¡Infecta y a la larga el metal terminará por infectar todo!!...¡háganme exámenes de sangre de otra forma!, ¡talvez ahí encuentren respuestas, porque yo no estoy loco!- Hernán se retuerce descontrolado, tratando de sacarse de encima a los dos enfermeros, pero sin lograrlo uno de ellos continua sosteniéndolo con fuerza y el otro sujetándole el brazo le suministra una inyección. Minutos después, sosegándose los alaridos e instaurándose el silencio, Hernán queda parcialmente dopado con sus brazos caídos sin fuerza sobre su estómago...
-Ya esta bien, pueden retirarse- murmura el doctor mientras los enfermeros salen del cuarto
-¿Que me dieron?..-cuestiona el joven con su cabeza caída a un costado sobre su hombro derecho, mientras el doctor escribe sobre una hoja los comportamientos de Hernán, dejando al momento la birome sobre el papel, entrelazando los dedos de sus manos y acercándose desde su haciendo hacía el joven, parafraseando:
-No le hicimos un análisis de sangre, no será necesario en este momento. Le acabamos de dar un calmante para que se tranquilice y pueda escuchar lo que tengo para decirle. Hernán, no voy a mentirle, no somos uno de los mejores hospitales psiquiátricos, pero tenemos gente con mucha predisposición, aquí podrá encontrar toda la ayuda que necesita..
-Es que aún no lo entiende ¿verdad?, necesito conectarme con ellos, necesito saber más
-Tranquilícese joven, lo único que necesitas es un tratamiento y descansar...

'¡¡Los tiempos cambian, los tiempos cambian, los tiempos están cambiando!! -gritaba el joven drogado por el alcohol-. Nada llegaba ha conformarlo, nadie lo tranquilizaba, quería irse muy lejos para no regresar, pero con sus rodillas flexionadas y achuecando sus pies, se agarraba del cabello como si quisiera arrancárselo, mientras observaba a todos con los ojos desquiciados y plagados de angustia, en medio de aquel acudido bar jovial. ¡¡¿Es que no tienen comprensión y conciencia colectiva?!! -continuaba gritando el descarriado-. Su chica esa noche se había ido lejos, siendo aún un adolescente y él juraba que la conocería años después en un hospital mental, a pesar de ya conocerla y ser su princesa sin cuentos de hadas. Ella era la única que lo comprendía, porque nadie excepto ella lo miraba con ojos tiernos, ella era la única persona que lo descalificaba de antisocial, porque a todas las demás personas, él tranquilamente como monedas arrojaría a las vías. "Te quiero novio" ella le decía y él no podía pedir más, porque ya era
demasiado. Pero no en esa noche, porque estaba solo como un perro sarnoso, de quien nadie quería su compañía, tanto como él no la deseaba. Detestaba a la gente. Odiaba la palabra "compañía". Su
misión no era ser querido, siempre decía.
¡¡Vómito, siento vómito en mi intestino grueso, nunca mierda de porquería, porque la porquería y la mierda esta en el exterior, siempre alrededor!! -gritaba observando a esas putas plagas-
¡¡¿Estoy equivocado?, ¿estoy en falla?!! , ¡¡¡No!!! , ¡¡Siempre no!! , ¡¡No estoy tan jodido como sus putos peinados!! -gritaba tratando de escupir sus espinas-
Las modas, la moda y los lujuriosos calzados, al que muchos llamaban "llantas", como si fueran parte de un maldito automóvil. "Que buena llantas" retumbaba en mi cabeza antes de entrar a ese acostumbrado bar, de un nombre algo simple y sin significado, pero al que con mis ojos alcoholizados, sólo leía "El maldito bastardo". Ahí estaba tratando de entrar, cuando sentí el olor a potrillo salvaje, ese olor a animal ignorante, que no genera un pensamiento ni un sentimiento más allá de sus dotes agresivos y primitivos. Giré tambaleante mi mirada, pero no una mirada normal, sino llena de antojos por ser un carnicero sin escrúpulos, decidido a triturar carne, sin diferenciar los cadáveres vacunos de los estúpidos humanos y pude ver a esas rondas de bailanteros con aliento a vino tinto, que me hubieran provocado ganas de vomitar a un kilómetro de distancia, pero que me guardé en ese momento la sopa de alcohol y comida triturada, para no manchar la entrada del bar donde solía estar. Era una manada, porque no podían llamarse personas, negros como el fernet, lo cual no tiene nada de malo, porque al crecer aprendí a no ser un imbécil racista, por lo que no era su color de piel negra lo que me enfermaba, sino sus putas y negras almas, como tantos hombres blancos que con ellos se encontraban. Su ignorancia y estupidez, era como una flor que nacía desde su espíritu, brotaba y florecía proyectándose en su moda. Sus cortes de cabellos, eran similares a los de un peluquero ciego y sus ropas deportivas, con siempre un rosario adornando su pecho, aunque no supieran siquiera que significaba el mito de la religión y aunque podrían asesinar a cualquier papa con vestido y robarle sus cuantos millones de dólares, de cruzarse en sus caminos, con "grasas" destinos. Pero no pronuncio "grasa", como los adinerados de narices quirúrgicas, que acompañan el "grasa" de "ay gordo", sino como "grasa" del aceite apestoso, pasándose de boca en boca en sus vasos con bebidas, producto de sus aceitosas pieles sin lavarse hace días, que se rozan en grandes sitios bailables, asemejados a lo que yo consideraría un gran infierno. De cualquier forma no podía evitar la ira, pero así todo, continuaba tratando de entrar al bar como antes mencione, tratando digo, por el descerebrado de la puerta sin alma de minero, más bien con espíritu de represor. En tiempos modernos, moderna la porquería. Un tipo con más músculos que cerebro, custodia la puerta de mi bar preferido y su peinado es tan geométrico, como su torso de lavarropas. Una remera musculosa es la que siempre lleva puesta, valga la redundancia, de un tamaño para una persona con cinco veces menos de su masa corporal, pero él muy contento la usa, por que puede mostrar su asquerosa musculatura. Su
simpatía es comparada a la de una especie de simio, pero no de esos que fuman o sufren de epidemia y a todos tanta gracia le hacen, sino de esos gorilas violentos y toscos. Pero de todas formas todos parecen apreciarlo, porque si no nadie entra al lugar. Su espalda parece un caparazón, por lo que sus oídos retumban cuando escucha "Tortugon", como suelen apodarle, no en forma directa sino acunada por la burla y su corazón está lleno tan de basura, como de nada su cerebro. Una pesadilla era entrar a ese lugar, luego de tener que soportar su peaje de
ignorancias verbales, pero como así los patovicas habían cambiado, ocupando éste prehistórico, el lugar de un tipo tan buena onda como una ronda de tequilas, la gente había cambiado, de un abrir y cerrar de ojos una nueva generación había nacido y daba escalofríos. Finalmente logré como siempre entrar, sintiendo una leve alegría por ya estar adentro, pero al mismo tiempo una más agravada desilusión, al saber que acudir ahí, se había hecho parte de una insana rutina, por lo que mi rostro no gesticulaba expresión alguna. Pero basto dar tres pasos dentro del lugar, para conocer lo que en verdad era la desilusión. Las mesas, las sillas, la barra y en cada sitio y hueco del lugar, se encontraba la gripe de la moda tiñendo a las personas, todos eran anuncios ambulantes, cargando en sus ropas los enormes eslóganes de empresas multinacionales, moviendo sus cabezas y estúpidamente sus cuerpos, al ritmo de una música llamada "electrónica", con la que todos se sentían identificados, a pesar de casi no tener letras y de tenerlas, no tener significado, pero todos parecían perder los estribos de felicidad sobre bases musicales repetitivas, aunque esa música sólo representase la agonía de la cultura. Tan aislado me sentía, que sentía tener que tomar y entre las personas, comencé a acercarme hacia la barra, pero charlas no emitían, de temas no se hablaban, porque las largas conversaciones y perspectivas de la vida y el ámbito social, habían al parecer quedado casi extinguidas y sólo habrían sus bocas por tener
capacidad para hablar y emitir sonidos e idioteces. Escabulléndome logré llegar a la barra, esperando entre levantar la mano como llamando a un mozo, hasta que uno de los tipos que ahí atendía, me vio, a lo que le dije "¡Prepárame un Satanás!", mostrándome su peor cara de interrogación, como si yo fuera un extraterrestre salido de plano. ¿Como dijiste? -respondió-. Pero tras varias explicaciones, que más bien él tendría que saber mejor que yo, llamo a un tipo barbudo con gorro de fumeta colorido, que guardaba dentro de el un cerebro con recuerdos y datos de los años anteriores, en que nombrándole el trago, ya más falta nada hacia explicar, por sus años de trayectoria, por lo que miró a su compañero diciendo "Fireflame es lo que pide". ¡Oh, Fireflame, claro, claro! -contestó tomando el billete que yo sostenía en mis manos y cobrándome el trago, ahora con aires de experto conocedor-. Aguardé varios minutos, demasiados minutos, eternos minutos, porque el trabajo que había era inconcebible, el alcohol era hace tiempo un símbolo generacional y todos pedían a montones para quedar drogados. Yo fumaba como un jodido escuerzo, por lo que me raspaba la laringe mientras seguía esperando mi trago, sumido en la incomodidad al percibir las miradas de las demás personas, que parecían escupirme marginalidad, a pesar de nunca haber querido agradarles, pero así todo era en el lugar como un alienígena, podía imaginarme desde otro lado del lugar con ojos ajenos observándome a mi mismo y viéndome con la piel verde, una cabeza ovalada y flaco, muy flaco, usando sólo calzoncillos y viéndoseme los huesos bien marcados en lugar de los abdominales, como allí tantos estúpidamente lucían. Pero no era un
alíen, más bien un flaco solitario, vestido con pantalones rasgados, remera negra apolillada, zapatillas de lona color rojas con cordones negros y barba de unos días, con mi cabello sin lavar parecía hace semanas, todo un cliché andante, parecido recién salido de un recital en algún bar de 'Seattle'. Toda una moda estereotipada de principio de los '90, la cual por gusto había adoptado casi una década después, aunque no fuera la moda del momento, pero a mí así me gustaba vestirme. Y a mí como a pocas personas, me gustaba pensar y tener espíritu crítico. Pero las estúpidas caras, no eran nada comparado a cuando mi trago estaba preparado y sobre la barra lo pusieron, con su flama característica, danzando a dos centímetros sobre el alcohol. En sus murmullos mezclados entre la música y unas miradas escépticas, podía saber que para ellos no era más que un bebedor de barcito de alcohólicos, pero eso en ningún momento importo, a la hora de pedir otro y otro más, porque me importaban una mierda sus ojos, era el trago que me gustaba y mi mirada estaba centrada en los desechos que su alma cosechaba en sus ropas.
¡¡Hey Joe!! -gritó el joven con su trago a lo alto, mirando al Dj que hacia años ahí estaba. No basto más que un movimiento de cabeza hacia abajo, sonriendo como en un saludo, para que el tipo entendiera de inmediato que tema es el que sonaría a continuación. El joven amaba esa canción y cerrando los ojos muy fuerte, era para él como volver en el tiempo a sus años sagrados, donde había lugar en las mesas, había amigos sentados en torno a ella y había tragos y despreocupación, excepto por haber dejado el colegio y estar buscando techo y trabajo. Pero el blues se desvanecía al abrir los ojos y mirar alrededor. A nadie parecía gustarle esa canción, "¿De quien este tema?", creía él que nunca lo escucharía decir hasta esa noche, pero así fue de boca de unos
quinceañeros crestapunk teñidas con reflejos rubios, con pañuelos en sus cuellos engendrados en el glam y remeras y jeans como sacados de un desfile de moda, que seguido, mirando al Dj y acercándose hasta su cubículo, le pedían temas del tataranieto de Bob, sin siquiera saber quien había sido el nativo músico reggae, de una familia que con su nombre había tejido el legado de todos sus descendientes. De todas formas ahí me encontraba con el cerebro maltrecho y continué tomando hasta perder la memoria. Todos me daban realmente ganas de irme lejos, conquistar la isla de pascua, conocer otros destinos, culturas e historias de vida y matar un homofóbico. "El amor" parecía estar presente en época de repulsivos cambios, pero las parejas son el reflejo de su acompañante, si uno de ellos no te parece estúpido, es porque lo sabe disimular, pero con el tiempo notarás que es la misma porquería con una mascara social.'

[Paz mundial. Fachada universal
Queridos idiotas:
Estoy sentado en el pórtico de mi casa. Hace días que la pinte de verde, porque me gusta ese color. Corté el césped, cambie las bisagras a las ventanas y puse vidrios nuevos. Con el trabajo terminado, ha quedado un pedazo de basura, porque nunca nací para el trabajo físico y no me
importan las apariencias, pero que desarreglada estaba, ¡¡¿Que dirían los vecinos?!! Ahora bien, tan sólo ironía, los vecinos pueden irse con el viento haciéndome un favor. Sólo arreglé mi casa por mera búsqueda de estabilidad y para matar el aburrimiento, luego de matar al habitante de ésta pocilga. El habitante era mi padre, Ramón, un viejo idiota amante de la fumigación y de su trabajo de mono de carga. Salí bajo palabra de mi cadena perpetua, juro que no quise asesinar aquella noche de agosto a los niños del barrio chino, es que odio el trato al
cliente en esas cuevas de lavanderías, que parecen ser sacadas de una pesadilla. No fui yo quien disparó, fue mi viejo amigo Jack Daniel's, pero como sea eran extranjeros, no tenían porque estar aquí, no había vencido pero yo vencí su visa. Juro que no quise hacerlo, ¿pero que es jurar?, sólo otra mentira bajo juramento. Salí bajo palabra, cuando mi padre dijo "Yo me haré cargo de él", como si hubiera ido a buscar a su nueva mascota a una perrera. Pero no soy un jodido chihuahua, soy un jodido bulldog mi amigo. -Mi padre, fumigación, danza, danza cielo de hormigas desaparecidas- es lo primero que pensé cuando fumigué su habitación, con más dosis de las que se usarían para fumigar un establo lleno de caballos kamikazes, entrenados ilegalmente para futuras guerras. Soy hijo único, su casa era y es mi derecho, él hace tiempo que debía de haber muerto, pero ya esta, brindo por la rápida solución. Me hamaco en mi silla, cargo con mi carabina y mato los venados que cruzan por mi calle de tierra, pero no los trozo, ni fileteo, ni los mato con el fin de alimento, ni por afición a la cacería, porque dispararle a un organismo vivo, no me produce más adrenalina que dispararle a unas latas. Tan sólo los mataba para bloquear el paso en
la calle, para dificultarle la entrada a los patrulleros estatales, cuando vinieran por mí por haber matado a más de un vecino. ¿Y matar vecinos un crimen?, crimen eran sus caras que juzgaban mi sano juicio, sucias las caras de incógnita e interrogación, hostigándome como si les debiera
algo por mis propios crímenes ajenos a ellos. Los mate, basura humana, es sólo mi humilde contribución ¿Quien puede extrañar a unos cuantos idiotas?, no le veo explicación racional, pero como sea ¿que lo es?. Sólo soy su showman, soy su fuente de entretenimiento, ¿quien mata para
mantener un equilibrio?, al menos en esta ciudad yo, sólo yo. No se que debo, ellos me deben no quedarse dormidos, soy alimento para sus vacíos. No me regalen paz mundial, porque me regalarán simplemente la muerte.

Henry Freizman
(1970, Hernan Poulett en un bote de vela, anhelando
la luna a través de los ojos de un anciano en la bruma)]

Como quien se cansa del llanto de un bebé, los gimoteos tencionantes se arrastraban por los cristales de la habitación, junto con el temblor de cada avión al sobrevolar la zona, un susurro constante de mitades de palabras in entendibles, dirigidas hacía el vacío de un ambiente que hace años se había enfriado a falta de cálidos sentimientos, a falta de un pequeño cuerpo que dormía en las noches sobre las mantas celestes de su cuna, pero que ninguna noche lloró y que ninguna vez a través de los primitivos medios de comunicación que un bebé posee, utilizó, un niño inmutable que por noches enteras permaneció cerrando sus ojos muy fuerte y dejando correr las silenciosas lágrimas por sus mejillas, sin emitir sonidos, sin salir de su desilusión. En ese cuarto donde hacía veintiún años, la madre del niño permanecía durante horas encerrada, dándole palabras a su niño, que no quería salir a vivir y que ante una de sus mil frases esperanzadas, para intentar animar a su siempre y eternamente bebé: "Sos un niño lleno de salud, con toda una vida por delante para vivir y descubrir la belleza", tan sólo conseguía siempre la misma retórica respuesta: "¿Que belleza más hermosa puedo encontrar, si lo más bello y hermoso al nacer me fue arrebatado?". Una constante, seguida de una mirada perdida que su madre ya a lo largo del día no podía hacer a su hijo levantar, ni al momento en que por una puerta el niño partió a sus quince años para ya no regresar, donde su madre llorando continuó los próximos seis años, acudiendo al mismo cuarto hasta el momento, dejando un tendal de lágrimas por doquier, abriendo los cajones de sus muebles y sacando sus pequeñas prendas para volverlas a doblar, tendiendo su cama luego de ella destenderla al acostarse a llorar y recorriendo la casa con juguetes del niño, que nunca quiso usar, mirando sobre las repisas y mesas las fotos en portarretratos de su hijo, que nunca se quiso tomar. Su madre nunca logró recuperarse, de la última frase que salió de la boca de su hijo antes de marcharse, luego de ella decirle "Hijo, tienes todas las oportunidades": "A veces hay un solo camino por el cual ir y a veces hay muchas alternativas, pero por tener las oportunidades no quiere decir que esa sea la dirección, por la que debamos llevar nuestra vida"
-¿Vamos a almorzar algo a 'Jenny's'?- mastica su marido desde la puerta de la alcoba
-No tengo hambre en este momento- responden unas empañadas palabras llorosas
-¡Nunca tienes hambre, nunca quieres sexo, nunca quieres suicidarte conmigo!- responde su siempre alcohólico marido, haciendo a su paso sonar con el bastón de madera sobre los pasillos de parqué, su discapacidad por un accidente de pistola, escuchándose desde la habitación sus gritos, mientras se aleja hacia la cocina a servirse un trago, ya habiendo abandonado la idea de almorzar: ¡¡Mira lo que es esta casa, ya olvida a ese niño que nos hizo bastardos!!

'Por años adolescentes, he trabajado en un supermercado para mantener vivo mi cuerpo de órganos, donde mutaba en zombi tras pesadas jornadas laborales. Un sueldo lo bastante razonable como para alimentarme a base de harina durante todo un mes. Las alucinaciones eran parte de la vida cotidiana, con las almas negras machaca espíritus, dando vueltas entre la gente y absorbiéndome la parte humana, era normal pensarse loco, porque con astucia me jodían a cosquillas la parte del cerebro que razona. Y en momentos era parte de una máquina registradora, con los engranajes meramente oxidados, mientras las personas se quejaban y zumbaban estupideces, dejando notar sus vacías vidas, pero yo era como un renovado experimento del Dr. Frankestein, no razonaba, tan sólo escuchaba el "bip...bip" del láser, al pasar el misterioso código de barras de productos basura, que la gente se gana, con el sudor de una frente hecha pedazos contra la pared, resonando una y otra vez, mientras una vida pasaba, nacían y morían y el "bip...bip" se apoderaba de mi interior, "bip...bip" y los bellos de mis brazos se erizaban de escalofríos, "bip...bip" y los bellos de mi nuca se caían a pedazos. Puedo asegurar que esos sonidos rojos, me criaron un tumor en la parte abstracta. Con los meses, la supervisora cargó con su joroba desde su escritorio hasta mi caja registradora asignada y me entregó una credencial, en la que yo leía "amputado cajero", aunque en tinta negra y plastificada se leía "cajero Hernán". Sus palabras todavía las recuerdo, fueron: "Te felicito, has aprendido el empleo con excelencia", con un tono ridículo y mostrando una sonrisa lo suficientemente falsa, para querer vomitar sobre su chaqueta de encargada, pero en esas tan enfermas palabras, yo podía escuchar así como si un discípulo de Igor ella fuere: "¡¡Está vivo!!". Con el tiempo, se me pudrió el corazón como el caparazón de una tortuga de agua y luego de arrancarme el disfraz de "hombre trabajador" como un estúpido estresado, me fui a rehabilitarme a un vistoso apartamento de abundante mugre, donde hace meses vivía, a base de soñar, escribir sobre hojas del cesto y contactarme con quienes mi propia sangre, derramaron sobre suelos pasados y del futuro envidioso, usando la droga para disipar la distracción de carne y hueso que infectaban por doquier.'

Un curioso búho sobre un tejado, luciendo que no es de la ciudad, aplaude con sus aleteos asustados largándose lejos, al escuchar pasos en el techo contiguo, seguidos de una entrometida voz metálica, teñida de llovizna resonando del radio que el Oficial de policía Méndez, lleva en su cintura:
-¡Oficial, he entrado a la casa sin gastar un disparo, encontré dos sujetos muertos y uno con herida de bala, una ambulancia y la policía científica están viniendo hacia aquí, pero el tipo ha dicho que un individuo les disparó y huyo!, cambio
-¡Buen trabajo, ya hemos hecho un seguimiento, encontramos en el camino a varios vagos que vieron a un tipo escapar despavorido por tejados y callejones!...y creo que ya lo encontramos, cambio y fuera
Volviendo su vista hacia atrás, otro oficial cubre sus espaldas, la noche esta fría enfriando el metal de la compuerta de acero que en el techo se encuentra, la única entrada al apartamento y a la que el oficial se aferra, abriéndola de un tirón al grito de:
-¡¡Policía!!
Muy lejos de encontrar una situación con riesgos de tiroteos, más haya de encontrar en los propios nervios vibraciones de tensión, una mirada estupefacta quedo sobre los adentros de ese apartamento, donde tenían a su hombre, ese tipo con la descripción que buscaban, pero no con una mente aparentemente desequilibrada como se haría notar...
Una estufa en máximo, dentro de un lugar sin ventanas, desprendía un calor atenuante, saliendo con leve vapor hacía el exterior de un ambiente con una escalera metálica amurada a la pared, para bajar hasta el suelo, donde el policía desciende pisando la superficie y sumergiendo sus piernas hasta las rodillas de agua tibia. El cuarto se encontraba con sus paredes pintadas de rosa al igual que su piso, una cama marinera con su parte inferior empapada de lo que más tarde el detenido nombraría como "fluidos", un olor a encierro se asentaba en el sitio y casi desplomado sobre un sofá, con las patas del mismo algo más elevadas de lo normal, se encontraba Hernán, cargando un bolso negro a un costado y posando sobre su estómago, una pequeña bandeja donde aún quedaba armada una línea de cocaína, que pretendía inhalar para reunirlas con las ya inhaladas
-¡Tiene el derecho a permanecer callado, todo lo que diga puede ser usad!...
-¡Tome el bolso con la droga y váyase!... ¡Estoy nutriéndome aquí!- tartamudea Hernán, señalando a los enormes círculos negros pintarrajeados en las paredes..
-¡Nutriéndose!, ¿que demonios es lo que señala?- replica el policía con sus ojos llenos de ignorancia
-¡¿Que cree que son?! , ¡¡Conductos!!- responde casi sin fuerzas bajando su brazo
-¡Queda detenido señor, ¿puede comprender la magnitud de lo que se le acusa?, asesinato, hurto…y al parecer se adjudicarán cargos por la droga!
-'Ja'- retumbo en el cuarto, continuo a: ¡Lo único de lo que puedo ser acusado, es de preocuparme demasiado por todos ustedes!, ¡¡Maldito cerdo estúpido, congresista con aires de autoridad!!

'Fumando demasiado tabaco, estoy fumando demasiado y me duele el intestino grueso, que saca la mierda de mi corazón. ¡No puedo ver a las legiones de estúpidos humanos!, vos sos quien a sido mi único amigo humano, porque las bacterias verdes detrás de mi basural, tan sólo son entretenimiento insano. ¡Miles de veces dije!: ¡¡Sálvate estúpido humano!! Y seguiré diciéndolo hasta que lo hagas. ¿Porque querer salvar a un montón de ignorantes, regidos por ignorantes armados?. Allá, allá ¡¡En el mundo que te invoco, tendrás la vida de humano que tanto tienes aquí!!, ¡¡tendrás tus gobiernos y tus mentirosos!!, ¡¡miles de políticos robándote el centavo!!, ¡¡tendrás los mismos paisajes, las mismas gentes y las mismas costumbres!!, ¡¡la misma violencia, corrupción!!, ¡¡el mismo número de violaciones o más aún!!, ¡¡los mismos números de muertos accidentales, suicidas e idiotas!!, ¡¡tantos pervertidos, terroristas, piromaniacos y putos consumistas descontrolados como desees!!!, ¡¡Tendrás cuanto sexo, alcohol, drogas y niños esclavos a quienes poner a trabajar, quieras, tantos como en tierra puedes acceder!!, ¡¡Legiones de gente gay, heterosexual y sin órganos sexuales para tirar al techo!!, ¡¡Tendrás todas las armas legales e ilegales que quieras!!, ¡¡Tendrás tantos putos nazis dando vueltas como quieras y tantos malditos hornos activos en silencio como en tierra!!, ¡¡millones de negros y millones de estúpidos blancos con vestidos de Ku kux clan!!!, ¡¡Cuanto cáncer y enfermedades padecer y toda la gripe que te quieras meter!!!, ¡¡Tendrás a cuantos jodidos John's Lennon's quieras, predicando una mierda de paz, cuando los humanos son animales, que quieren paz de divertida violencia sangrienta y pervertida!!!, ¡¡¡Tendrás los lame culos de políticos ladrones idolatrados!!, ¡¡¡Tendrás toda la incultura que el humano necesite, con millones de programas de TV basura, millones de obras teatrales de mierda y cuanta música vacía y pelotuda desees!!!, ¡¡Todos los secuestros, inseguridad!!!, ¡¡tendrás en los ojos, todo el jodido miedo que tienes en tu mundo!!! ¡¡¡Tendrás todo lo que amas y odias de la tierra!!! ¡¡Pero allí, en el mundo que te ofrezco, en el mundo que te entrego la oportunidad de estar, tendrás la maldita libertad, la sagrada venganza y el suspiro de paz y tranquilidad, al saber que vivirás en una tierra con justicia, donde una mierda de presidente asesina y vos también podrás asesinar y ambos, en partes iguales, no serán encerrados tras barrotes que guardan el brillo de injusticia terrenal!!!'

Gotas de agua, aspirando a pequeños chorros, caían sutiles desde las cañerías pegadas a los techos, haciendo sonar un desafinado y enfermizo acorde en cada charco, que en cada día se hacía espejo, al entrar la luz por la vieja puerta de madera a lo alto de las escaleras, cuando alguien lo venía a alimentar, pero luego todo volvía casi a una oscuridad cósmica, donde tan sólo luces mentales reflejaban a esos pocos compañeros, que en soledad aparecen sin dejar rastros a su despedida. El ambiente era humedad y el moho era su habitante, aferrado a las paredes y en cada recoveco, hasta debajo de las uñas de su obligado y fiel amigo, que hace tiempo era recibido de invitado, tapado con mantas empapadas sobre un rincón de agua helada, que entumecidos sus pulmones raspaban al hablar:
-Es el año 2020, todo es tecnología, pero están los baches, aquí en esta montaña, aquí en éste molino de viento, donde todo se asemeja al 1800, aislado para poderme concentrar, pero ni siquiera estoy en un viejo molino de viento y ni siquiera me encuentro aislado en la cima de una montaña, porque desde aquí abajo, en un infierno construido por humanos, puedo escuchar las quejas de los locos, mis más cuerdos amigos, que en el exterior son enloquecidos escondiendo una verdad que dicen, pero nadie escucha, sino que la esconden...¡Y puedo sentirlo!, ¡Sí, es el aroma a sabrosa comida de hospital!, pero lograré conformarme con mi milagro en forma de pan duro y mis cuantos inyectables diarios con aromas frutales, ¡Y en los banquetes mis oídos zumban cuando todos hablan de mí! ¡Estoy dentro del "plan de recuperación mental y posible inserción social" que no existe más haya de un título, pero en lo que mis padres guardan la ilusión de verme recuperado!...¡¡Bravo camaradas, un pase directo al reformatorio para todos los pecadores!!
¡Las personas están llenas de crueldad, con una palabra con un gesto para su diversión sin saberlo dejan guardado en esa persona la tristeza y el animo arruinado por una semana o talvez la vida!
Tras la puerta del sótano, sobre un extenso e iluminado pasillo, un enfermero escucha tan delirantes palabras, y golpea con su puño cerrado sobre la misma gritando:
-¡¡Cállate desquiciado!!
-¡Claro que me callaré colega!, ¡estamos juntos en esto, porque aquí puedo soñar, aquí podré contactarme y salvar cosechas para todo el mundo! ¡¡Regalaré aire libre para todos!! , ¡¡Pero ahora lárgate!! , ¡¡Yo llamaré cuando quiera salir!!
-Si, claro que saldrás, claro- responde irónico el enfermero, mientras sus pasos retumban por el corredor, alejándose y dejando tan sólo en el sitio donde se encontraba, el murmullo apagado apenas sobresaliendo desde los abajes, del joven hablando sosegado sobre sus más íntimos sentimientos.

[Si uno ama se siente muy bien, encuentras en la borra del café, un futuro para tirarlo al diablo y salirte del camino e ir con esa persona a buscar el perdido crepúsculo y comer basura con tal de pasársela juntos, ensucias tus botas si estas enamorado...
Hernán Poulett
(Entre tus platos sucios,
mientras empacas)]

Entrada la madrugada, en un patrullero, Hernán se encuentra esposado en el asiento trasero, dormido contra una de las ventanillas, estando a pocos minutos de entrar a la comisaría número treinta y cuatro del partido municipal. Mientras tanto, en un hospital a una diez cuadras de allí, el Oficial de civil que encontró la escena del crimen, se encuentra colgando el tubo de un teléfono público sobre la Avenida Matienzo a puertas del hospital, luego de haberle dictado a un oficial administrativo, la declaración que le tomo al hombre de cuarenta y dos años, internado por su herida de bala.
Poco después...
-Hola jefe- dice el Oficial Méndez al ingresar a su oficina
-Buenas noches Oficial, al fin llegaron, ¿Y el detenido?- responde tomando tras su última palabra un sorbo de su café
-Lo pusimos en una celda, pero primero Jefe debería leer éste informe que hice de la escena..- contesta Méndez con un rostro empapado en extrañes, entregándoselo
En el interior de la oficina, se escucha el frío sonido de las hojas del informe que el Jefe de la policía lee, mientras el Oficial Méndez continuando de pie, se sirve un café de la máquina, al cual luego de colocarle tres cucharadas de azúcar, se dispone a beber hasta escuchar de boca de su Jefe: "Este tipo es un enfermo mental"
-Su hogar parecía imitar el ambiente de un útero señor...
-Si, eso parece, ¡vaya que insólito!, aunque el tipo no asesinó a las personas de los barrios bajos
-¿Como que no?- pregunta frunciendo su ceño
-No, el Oficial Gutiérrez fue a la escena...
-Si, nos comunicamos por radio, dijo haber encontrado un herido entre dos muertos- interrumpe
-Si y ya le tomó declaración, acabo de leerla y también he leído un poco del informe del herido, su nombre es Mario Escobar, tiene muchos antecedentes de robo, privación de la libertad y actualmente era un vendedor de cocaína, ya es un caso aparte el que tendremos que investigar quien es su proveedor, pero el detenido… ¿como es su nombre?
-Hernán- responde al hilo
-Bueno, pues Hernán no ha sido el que les disparó, el vendedor de coca confesó
-Bien, un paso delante
-Le hecho la culpa en un principio a Hernán para zafarse, pero con su prontuario era imposible, así que hablo, todo fue un problema de plata, uno de los muertos le debía dinero, ambos estaban armados, Mario quedo herido, el tipo que debía dinero terminó muerto, un comprador adolescente quedo muerto de una bala en el pecho, mientras esperaba ser atendido y bueno, este chico, Hernán también era comprador, quedo vivo entre la balacera y por lo que leo aquí, aprovechó y se robó un bolso negro lleno de droga...
-Pero el tipo parece estar desquiciado Jefe, ¿que piensa?
-Pues queda llamar a un especialista en psiquiatría y en cuanto a su informe se determinará si va a juicio y cumple una condena, o se lo mete de cabeza a una institución mental.

'Tengo un hoyo en el medio de mi cabeza que no se puede ver, me he contactado a través de mis familias del mundo, para ver, aprender y prever, sus ojos son las puertas por el que mi ADN viaja a través del alma. Cuando entro a esos sueños, se ve un camino largo e iluminado entre la oscuridad, donde al final se ve un remolino celeste, que enceguece y me ha dejado malditamente ciego por horas al despertar. Pero no siempre me dirijo a ese acuoso remolino, hay veces que me da frío y me quedo en medio del camino, rasguñando con uñas rabiosas la oscuridad espesa como una goma sintética. En una de esas quedadas, casi de puto aire campamental, conocí a alguien que un día apareció y sin saberlo se convertiría en mi persona preferida, para jodernos el cerebro hablando, algunos lo llamarían "amigo". Él no era parte de mis familias, pero siempre andaba perdido y merodeando por las oscuridades del sueño, cuando se aburría de cuidar su basural. Él no poseía nombre, aunque yo lo bauticé con un nombre, que alguna vez de niño leí en una revista, en mis largas jornadas de aislamiento, así que lo llamé "Ralph Waldo Emerson". A él le gustó el nombre que le regalé, nunca nadie había hecho algo así por él, ni siquiera sus padres que nunca existieron. Así que adoptó ese nombre, aunque prefería que tan sólo lo llame "Emerson". Su voz es aguda como una mierda de violín desafinado y cuando habla, su rostro toma una expresión de tortura. Su piel es de un color verde lavado y tan áspera como la de un lagarto. Tiene una nariz fea y puntiaguda como una bruja, por la que larga una bocanada de viento, emitiendo un sonido corto y seco cada unas cuantas palabras. Es pequeño y escuálido, anoréxico como una puta enfermedad. Siempre se queja de que esta flaco y que comer le hace vomitar los glóbulos blancos. Me habla mucho de que los humanos son suicidas y que tengo una linda infección en mis ojos. Y a veces se sale de los sueños y se me aparece en pleno día, mientras estoy despierto. Pero no soporta mucho el clima enviciado de respiración de estúpida humanidad y se pone muy nervioso, mirando hacia los lados y abriendo bien grandes sus horribles ojos negros llenos de jodida paranoia, hablándome acelerado y escupiendo bellas porquerías: "Sálvate estúpido humano" a lo que siempre le respondo: "Debo salvar a más".'

La tarde brillaba fotográfica, como un relámpago congelado en el flash. Había mucho frío en todos lados, por lo que la gente se metía a sus casas bien temprano, a comer y mirar televisión. Pero afuera, en el parque de un sitio perdido en la ciudad, se encontraba Hernán y Julieta, dos inquietantes amigos, locos de estar fuera con ese intenso frío. Pero allí estaban, compartiendo su acostumbrado atado de cigarrillos, que no duraba más de cuatro horas. Ambos vestían buzos de algodón blanco y pantalones azul marino de trabajo, que la gente entregaba a la institución como caridad. Para esos momentos, Hernán traía el pelo largo hasta los hombros, luego de hacía tiempo entrar a ese lugar con el cabello casi rapado. Los ojos de los dos parecían inmersos en una cáscara, con ojeras por el insomnio y los tranquilizantes, que tan sólo servían para matar un poco más el espíritu vivo. Hacía más de media hora, en que habían salido juntos a fumar y más cigarros se fumaron que las palabras que cruzaron. Hernán llevaba las mangas de su buzo, cubriendo la mitad de sus manos para calentarlas y como un cliché para rellenar de acciones los silencios incómodos, frotaba su mano sobre la barba de siete días, mientras Julieta con el cigarrillo en su boca, se quitaba con las uñas de una mano, el esmalte rojo y saltado de su otra. ¿Pasa algo? -dijo ella finalmente, levantando la mirada de sus dedos y rompiendo el silencio como con un martillo- No, pero pasará -respondió Hernán con cara de pusilánime sin sentimientos, aunque en ese momento desinteresado se sentía- ¿A que te refieres? -cuestionó Julieta con su mirada sobre el cielo, anticipando en el aire un corto silencio instaurándose
Sacando un cigarrillo del atado sobre la mesa, junto con el fino celofán que arrojó al aire, regalándoselo al viento, con una voz resquebraja y rasposa, como si cristales se rompieran al evocar cada palabra, Hernán susurro con un énfasis arrastrado en la tristeza:
-He podido contactarme, he podido soñar
Unas tan simples palabras, escuchadas fuera del inerte contexto, no hubieran significado nada, pero para Julieta que tantos meses junto a él había vivido, esas pocas palabras transformaron su rostro en un gran gesto de asombro, luego de tantos meses en que él estaba aislado del poder llegar a sus sangres, para obtener la información...
Guardando un poco de silencio, lo primero que ella hizo, fue sacar otro cigarrillo a pesar de haber apagado uno hacía instantes y con un tono seco, de palabras cortas en su emisión, preguntó:
-¿Que sabes ahora?
-Se todo lo que quería saber- soltó en un murmullo casi imperceptible, manteniendo unas cuantas lágrimas en la cuna de sus ojos, pero sin tocar siquiera sus mejillas, absorbidas directamente por la visión de la furia
-Decime que sucede Hernán- dijo al corrido tomando las manos de él, como un gesto de cariño
-Este sitio es la clave del futuro- contestó apacible en contradicción a su rostro, que lucía torturado, con ojos de enorme asombro, rajando la congruencia de la falsa realidad
-¡¿Que futuro puede crearse entorno a un lugar como éste?!- cuestionó enajenada
-Una pesadilla perfectamente planeada, ese futuro tan sólo puede brotar- escupió soltando las manos de Julieta y prendiendo un cigarro, guardando un silencio como si hablar de nada sirviera, mientras suspirando podía olerse su bronca, creciendo en cada palabra que tejía en su mente antes de soltarla, pero que de nada servía armar "discursos formales", para la explicación a las problemáticas de un mundo sin razones ni parámetros, para limitar la enfermedad de la ambición
-¡vamos, ¿que está sucediendo?!
-¡¡Lugares como éste he dicho!! , ¡Habrá muchos, muchos lugares como éste!
-¡Explícate por favor!
-Lo he visto todo, absolutamente, todos están construyendo sus propias cárceles con cada día de trabajo, es el fin de la democracia pagándose en cuotas
-¿De que estas hablando?
-¡Del hecho de que los planes de edificación y "avances arquitectónicos", están destinados a lugares como éste!, ¡¡manicomios, acilos, escuelas técnicas con doble escolaridad y habitaciones para dormir en las noches!!
-Pero, ¿cual es el fin Hernán?
-¡¡Hacernos engranajes!!, ¡¡piezas de relojería!!, humanoides en las calles haciendo los trabajos de mantenimiento de una pulcra, limpia y puta ciudad, los humanos sin poder dentro de instituciones como esclavos, destinados a producir y reproducirnos, para crear más personal que en el futuro produzca y en los barrios, cines, playas y placeres terrenales, estarán las familias emperatriz, cientos y cientos de humanos poderosos y descendientes de sangres reales, pudiendo caminar con su rostro descubierto al sol, sin ser insultados ni escatimados por sus crímenes
-No puedo creerlo...
-¡Pues creelo!, están encerrando de a poco a los que hacen disturbios, piensan y mueven ideas nuevas y conflictivas para los gobernantes, fuera quedan por ahora, cada vez en cantidades mayores, las personas más apocadas, ignorantes e influenciables, que llegado el momento saben que podrán encerrarlos, guiados como ovejas al corral ¡¡El plan de gobierno no es acabar con la humanidad, sino hacerla sus bienes y ganancias!!
-¿Pero porque entonces no han de matarnos a todos y dejar la producción en manos de máquinas?
-¡Nunca debes olvidar el instinto salvaje y animal!- dijo alterado a Julieta en una tarde de charlas
-Cuéntame- respondió tragando una saliva angustiada
-Si los humanos murieran quedando sólo familias emperatriz, ¿Sobre quien tendrían poder?, ¿Sobre máquinas frías y sin sufrimiento?, no!, tienen los medios para hacer humanoides de trabajo, que harán para mantener los sitios de sus ciudades, pero necesitan a los humanos para infundir su poder sobre ellos y mantenerse ricos en ego. Los gobernantes permanecerán liderando, cada uno será el líder en sus respectivos países, teniendo el poder sobre los mugrosos esclavos de su propiedad. En las afueras la gente de "valor" disfrutará de la vida, aislada de las preocupaciones, caminando por largas plazoletas, admirando las tardes y sitios donde no estará infectado de humanos con sangre negra, como suelen clasificarnos. La mano de obra y el trabajo duro, será por parte de los esclavos, que residirán en grandes instituciones médicas, ricas en medicamentos para mantener firme y fuerte la salud de sus humanos y limpia y sin deseos sus jodidas mentes ultrajadas.

[Estoy aquí en la inmundicia, en la dicha de los desdichados, mojando el papel con el llanto del moho. Las cronologías han de haberse roto, porque no tengo conciencia del tiempo ni del sol. Las nubes pueden haberse convertido en jabón y no puedo saberlo porque no tengo cielo, a pesar de querer ir a la luna a gritar mil infiernos claustrofóbicos, a falta de reflejo en donde poderme reflejar, para saber que aún tengo rostro y no me lo comió la amarga soledad. Me toco mis mejillas pero me robaron el tacto. Extraño tus enormes ojos convulsionados, que ahora afuera observan a la enfermedad bien de cerca, a la sociedad bien sedienta, de comprar su prohibición a la libertad. En un sueño, por el ojo de la bruja vi pociones y porquerías y sin pensarlo me ahogué en la crema desnaturalizada, triturada en crema enferma en la cual podernos ocultar. Te imploro como una mugre de la realeza luego de fracasar y andar por callejones, te imploro como el idiota que mira al cielo dejando todo en manos de su puta majestad, te imploró así como un puto hippie implora la paz en una remera, mientras no hace más que ver como se destruye su propia sociedad. Te imploro, te imploro, te imploro, ¡Vámonos juntos hasta encontrar la cura!. He dejado atrás toda idea de ayudar, tenía los ojos así como un jodido imbécil que se cree héroe, pero ahora digo: ¡Púdranse! Vámonos antes de que sea demasiado tarde y criemos hijos hasta que se vuelvan humanos y debamos darlos a caridad. No tenemos sitios, ni techos, ni lugar donde morir, pero te imploró que aunque todo se este perdiendo, no me dejes que te pierda a vos también. Te quiero entre todas las recetas médicas, extraño tus besos inyectados de realidad...

Hernán Poulett
(Desde el sótano, en
alguna fecha inmune)]

'Con el musgo pasado de moda, apoyé mi cabeza sobre unos pequeños hongos azules, que me servían de almohadón y antes de contar al primer pastor devorado por una oveja negra, me dormí y me soñé la vida:
Con la boca pastosa como de mil resacas, estaba balbuceando palabras susurradas, como si fueran de alguien más y al final de esa vieja casa donde me encontraba, por el final de un largo pasillo con paredes forradas de arabescos inertes, se hallaba una heladera repleta de gaseosas y vinos. Ese pasillo con aires de callejón sin salida, estaba repleto de gente con cara de asesinos, una decena de borrachos sin alma, enamorados del alcohol y oliendo a fracaso. Di un primer paso, en verdad que tenía mucha sed y una lluvia de insultos empezó a venir de todos lados: ¡¡Imbécil!! , ¡¡Marica!! , ¡¡Mierda!!, ¡¡Pelotudo!!, ¡¡Hijo de mil putas!!- con un tono tan fuerte como ladridos de perros...
Largando un suspiro guarde calma y comencé a cruzar el pasillo hasta llegar sano y salvo a la heladera. El vino no me gusta, así que opté por una gaseosa, mientras los tipos me seguían insultando, pero no me preocupaba. Destapé mi refresco y un iceberg parecía congelarme el cerebro y quitarme la sed, tan sólo con las burbujas de gas que de la botella salían y se evaporaban en mi respiración. Pero en ese orgasmo de necesidades líquidas, un borracho maltrecho y con cara de idiota, agitando su botella al grito de ¡¡Vete capullo!!, me empapó el pantalón de vino. El putrefacto olor a vino tinto que tanto odio y detesto, ese maldito vino hundiéndose en mis pantalones de cuadros azules y preferidos. En ese momento mis ojos han de haberse llenado de mil infiernos, porque sentí mi cabeza prendida fuego, pero mordiéndome muy fuerte el labio inferior, hasta hacerme sangrar, tomé aire muy profundo como una cloaca guardando su mierda y miré hacia el tipo mostrándole una sonrisa, que pareció haberle jodido el ingenio, porque intentaba levantarse para arrebatarme el autoestima a golpes, pero estaba muy borracho para ponerse de pie y muy alcohólico para arrojarme su preciada botella. En ese instante me sentí divertido, podía ver mi sonrisa reflejada en el cristal de la heladera, así que abriendo la misma comencé a tomar una a una las botellas y arrojárselas en sus asquerosas caras, a esos putos borrachos. Sus dientes se partían, sus narices se partían y podía ver como chorreaba la sangre, aunque creo que mucho eso no les importó, pero si que destruyera su vino. Mis carcajadas eran constantes y monótonas, me sentía poseído por algún tipo de Dios malo, podía a mi antojo quebrarles el ego, pero alcohólicos y todo aún tenían fuerza, porque tambaleantes y desenfundando cuchillos estaban levantándose, pero por alguna razón no podía parar de reír, a pesar de peligrar morir en el sueño en manos de esos retardados. De repente como un rayo de alguna luz milagrosa y escarlata, se apareció el pequeño hombrecillo, Emerson estaba al otro lado del pasillo, bien convulsivo de la droga que acababa de tragarse y como esquizofrénico paranoico sin conciencia, como él era. Con astucia y rapidez, comenzó a saltar sobre las cabezas de esas estúpidas personas, golpeándole los oídos con sus nudillos huesudos y punzantes. Era increíble ver como caían con tanta ligereza y más aún cuan rápido Emerson los volteaba. Yo continuaba riéndome, aún cuando mi pequeño amigo ya había dejado a todos tumbados. ¡¿Quieres pasear?!-me dijo- Ja, Ja, Ja, sí -respondí-. Emerson estaba ya al otro lado gritándome que lo siguiera, pero antes de irnos, lo invité a orinar sobre los mal vivientes, pero él prefirió aguardarme. Mi risa se intensificó, era una risa gruesa y enajenada '¡¡¡Ja, Ja Ja!!!' y orinaba sobre los rostros caminando de costado para mear a todos y giraba con destreza, para mear a los del otro costado '¡¡¡Ja, Ja Ja!!!' y los bañaba '¡¡¡Ja, Ja Ja!!!' y me llenaba de orgullo. ¿A donde iremos? - pregunté satisfecho - ¡A viajar por los siete jardines verdes, camarada! - respondió mostrando en su voz un entusiasmo perfecto-.'

Los pasillos estaban desiertos y mugrosos, el parque estaba vacío y de tez nublada, sintiéndose el soplido del viento susurrándose así mismo. Los locos, sabios, cuerdos y dementes, se encontraban en sus cuartos de puertas cerradas, pero un sonido metálico se escuchaba en eco desde lejos. La puerta del cuarto treinta y ocho estaba siendo abierta por un guardia y en el silencio de domingo, junto a Julieta caminaban hacia la dirección del respectivo hospital. ¡Adelante! -dijo el director, al escuchar las pisadas frente a su puerta. A lo que el guardia abrió la misma, dándole paso a Julieta y cerrándola en su trayecto hacia el escritorio del director. Tome asiento -dijo levantando su mirada por un segundo, por arriba de sus anteojos sostenidos en su nariz, mientras ojeaba unas hojas frente a él. Julieta, sentándose sobre el sillón de cuero color marrón delante del escritorio, miraba hacia las paredes de enferma pintura saltada y humedad, comiéndose los frágiles marcos de madera del diploma de reconocimiento del Director Roberto Basvet, mientras se mordía una uña a la espera de la razón por la que había sido citada. -Bien señorita...Blanco, Julieta ¿Como se encuentra hoy?- Habló mirándola con atención por primera vez desde que había entrado al cuarto. Bien- contestó ella sin dar más detalles
-Muy bien, la he citado porque en los últimos meses, ha habido en usted muchas mejorías en cuanto a su comportamiento. He estado, mejor dicho aún estoy, revisando sus expedientes médicos. Ha sido encerrada por ataques de nervios, agresividad y divergencia de la realidad ¿verdad?
-Si, ¿quien puede saberlo mejor que yo?
-Claro, pero yo he tomado éste cargo cuando usted ya hacía meses que estaba aquí en tratamiento
-Aislamiento, nunca realicé un tratamiento aquí- respondió sincera
-Mire señorita, puedo sacarla de aquí, pero vaya borrando ese vocabulario empapado de vinagre, porque de lo contrario se morirá acá adentro ¿entendió?- evocó con un tono monótono y pesado, como suspirando las palabras con el hartazgo, a lo que Julieta respondió inclinando su cabeza en pose afirmativa, mientras apretaba de bronca sus dientes
-En un mes saldrá afuera, tendrá prescripto un tranquilizante para controlar los nervios y en cuanto a los estudios terciarios que realizó, se le garantizará un trabajo como bibliotecaria en la biblioteca de la universidad estatal, ¿alguna pregunta?
-Si…
-Dígame con rapidez, que tengo muchas ocupaciones
-¿Porque han decidido esto ahora, cuando podrían haber tomado la misma decisión hace meses?, siempre estuve igual, con algunos tranquilizantes, a excepción de aquellas altas dosis que no dejaban ni pensar, siempre estuve controlada...
-Eso es confidencial del cuerpo médico de psiquiatría señorita, ¿algo más?- respondió cortante y sin muchas explicaciones
-Deseo saber ¿que hay de Hernán?
-¿Hernán...Hernán?- decía haciéndose el desentendido
-Poulett- dijo ella con un énfasis de tensión
-Oh, Poulett, Hernán Poulett...su íntimo amigo, ¿que quiere saber?
-Quiero saber que posibilidades hay de que quede en libertad- respondió con un tono que dejaba percibir rencor, mientras apretaba sus manos nerviosas ante tanta arrogancia
-Las posibilidades no son positivas, es un esquizofrénico paranoico...
-Pero con medicació...
-Medicación, medicación...con los problemas que tiene ese muchacho tendría que vivir dopado...
-¿Pero no hay alguna forma de ayuda?, ¿algún tipo de tratamiento?- cuestionó como queriendo crear de la nada, la salvación para su compañero
-Mire, esto aún está inconcluso, pero no tardará en resolverse...se está creando el proyecto de un "plan de recuperación mental y posible inserción social", en cuanto estuviera listo Hernán tendrá la posibilidad de ser parte de el y según los resultados, se determinaría en un tiempo si podría quedar en libertad...

'Faltaban veinte minutos para fichar el horario de entrada al trabajo y en el vestuario no había risas, ni comentarios idiotas, había planes de aniquilación. Éramos tres personas vestidos de trabajadores, éramos Marco, Cristo y yo, en una reunión contra la maquinaria opresiva del
supermercado Orión, estábamos dentro de su corazón, matándolo de a poco. Nadie lo sabía más que nosotros, porque éramos el cáncer enfermándolo todo. Las charlas eran un susurro, formando una ronda como de antiguos caballeros de guerra, pero saliendo al exterior del vestuario la falsedad era nuestra arma más fuerte y poderosa, habíamos vivido toda la vida a base de gente falsa, no era algo difícil de utilizar. Ante los clientes y ante nuestros jefes, éramos empleados normales, no podría decirse modelos, debido a nuestras expresiones de hartazgo imborrables. Pero podíamos ser llamados empleados más que regulares. Éramos los "Hood", robábamos sutilmente, pero no regalábamos a los pobres, ya que nuestros dotes no eran compasivos, ni de caridad, si no más bien de exterminar a una potencial entidad de opresión actual. Así que el destinatario de los beneficios no interesaba, lo único que interesaba era embolsar cosas que por el láser no pasaran
y por ende, por las cual nada se pagara y eso no podía darnos más felicidad. Al rededor de las nueve y treinta de la mañana era la hora del desayuno, pero es casi estúpido decir "La hora", ya que teníamos quince míseros y mugrosos minutos, para tomar un café recalentado durante días, ya para entonces con la cafeína extirpada y quemada y comer unos trozos de pan, que teníamos que terminar de masticar sentados ya nuevamente en las cajas registradoras, por la falta de tiempo. "Efectivo o crédito, efectivo o crédito", eran nuestras monótonas frases para cobrar el dinero, eso siempre acompañado de charlas prefabricadas, de la mano de sonrisas plásticas para establecer un cumplido y finalizando con un "Muchas gracias", como despedida, adjudicado a la costumbre y
como pieza fundamental de aquella dialéctica fachada, porque nada teníamos que agradecerle a esas personas, que sus dineros depositados iban destinados a más terrenos y nuevos pisos para que los Jefes agreguen a sus casas. Un "Chau" o en su defecto un "Váyase a la mierda", para los clientes ignorantes y maleducados, era lo que correspondía, pero en aquel acto de justicia moral, aparentar era la clave. Aparentábamos ser trabajadores, de hecho trabajábamos, aparentábamos ser buenos engranajes, éramos maquinarias frágiles. Pero nuestra ínfima organización con aspiraciones justicieras, no era más que comida chatarra para los villanos capitalistas. Las perdidas que ocasionábamos al mercado, eran equivalentes a los gastos por los arreglos anuales a los aires acondicionados. De todas formas continuamos regalando productos, ante las personas de trajes seguíamos aparentando y con el tiempo nos hicimos ir echando, para cobrar un poco de dinero y recuperar la libertad, pero lo más preciado era saber que aspirábamos llegar al cielo, antes que llegar a un hogar, que tenga todos los meses una cara adquisición material más. Lo más valioso era nuestra libertad de expresión, mientras los Jefes de las sucursales continuaban con sus caretas de plástico, aspirando tener más poder en un mundo económico, donde el poder no es más que dinero y donde el poder no les da poder, sólo soledad, desconfianza y pocas personas simulando amistad, para arrebatarle sus puestos nada más. Que el mundo se hunda, yo me mantendré flotando.'

En un sofá era el amanecer, pero no referido al sol haciéndose notar, sino referido al despertarse para un nuevo día. El amanecer de Tony era a las tres y cuarto de la madrugada. Tumbado en un sofá, tapado apenas con una cobija y un cenicero sobre su pecho guardando las colillas de los cigarrillos del "hasta mañana", se encontraba él despertando luego de haberse dormido a la media noche. La casa estaba casi oscura en su totalidad, salvo por la luz del espar de la cocina, que siempre se mantenía prendida y a la otra punta de la casa, en una especie de guarida social, se encontraba prendido el velador del escritorio, donde se sentaba a escribir. Hablando por lo bajo, casi en un susurro, solo, siempre dialogando solo con su conciencia de confianza, se sentaba sobre el sofá y sin antes hacer nada más, como en un ritual tomaba un cigarrillo del atado que siempre dejaba sobre la mesa ratona frente al sillón y se encendía uno. Siempre perezoso, se levantaba con trabajo e iba al baño, donde se sentaba en el inodoro para orinar, porque estaba muy cansado para mear de parado. En ocasiones, ahí permanecía hablando sobre sus corazonadas, hablando sobre los carriles que habían tomado y en los que iba su vida. Sus intenciones nunca habían sido malintencionadas con el mismo, él quería siempre lo mejor para el, no le importaba que les sucediera a los idiotas, él quería ser siempre su mejor amigo, pero se guardaba rencor. Arrojando el cigarro casi consumido al inodoro, unos buches con agua y pasta dental bastaban ya para abandonar el baño, la claraboya del mismo hacia años había partido su cristal y la bañera estaba llena tierra pegada y hojas de árboles como para ducharse muy seguido. Arrastrando los pies se dirigía hasta la cocina y prendía la hornalla, sobre la que siempre permanecía preparada una gran hoya de café instantáneo para calentarla. Luego de unos minutos de permanecer ahí, la hoya humeaba y sumergiendo su taza, llenaba la misma de fuerte cafeína. De
inmediato, a paso lento se sentaba junto a la mesa de la cocina con su café y abriendo unas latas que ahí yacían, sacaba galletitas de todos tipos, surtidas, polvorones, de maicena, palmeritas y turrones navideños. Ahí permanecía durante horas con su mirada extraviada, hablando con su propio yo y documentando con palabras, datos para sus escritos y para sus hipótesis humanas:
-Mmm, que café tan insulso, debería merecer la pena de muerte por mis malos dotes preparativos...Hoy voy a ponerme tedioso, jodido y malhumorado, si es necesario así estar, para esforzarme en escribir...Sé que tengo algo bueno, simplemente lo sé aquí sentado, sin tener que leer la Biblia para saber que me espera hoy de boca del señor, ¡Puras calamidades, puras estropajos!...Yo tengo razón al cien porciento, en cada momento y en los recónditos huecos permaneceré, luego caerán las visitas y los nuevos amigos, pero ya no seré lo suficiente humano para aparentar socialidad...¡Los aborrezco, son como el azúcar!.
Sin relojes, el tiempo rigiéndose solo independiente a Tony, ya con el café terminado y un miguero acumulativo en la mesa, se levantaba de su asiento y encendiendo un cigarrillo en su trayecto al cruzar por el living, se sentaba frente a su escritorio a escribir unas líneas sobre las distintas hojas de la mesa, entre ideas sueltas y palabras de recordatorio, para más tarde cuando intentara con eso crear lo que quería, pero nunca hallaba la forma, nunca sin excepción:
-¡¡Esto esta bien, esto esta perfectamente correcto mi buen amigo!!, sólo corregir, sólo corregir...unas líneas, unos retoques para moldear una pieza más, ¡¡Si 'Ja'!!...muy bien muy bien- hablaba mirando sobre la hoja y encontraste a su peso levantándose casi de un salto, buscaba otro cigarro de la mesa ratona, para dopar la ansiedad y caminaba por la casa, recorría las distintas habitaciones del hogar, echando humo y hablando solo y rascándose la picazón de los nervios que siempre aparecían en sus codos:
-¡Ahora bien, bien!...¡¡Todo marcha en el carril correcto!!, 'Ja' 'Ja...Si, Si, ¡¡si!!, el tipo se emborrachará ahora, eso le dará las razones necesarias para no hacer las cosas adrede, ¡¡claro!! ¡El alcohol como medio de coartada, para cubrir sus actos!, típico del ser humano...Bien Tony, estás creando una maquinaria de reflejo, tan verídica como la propia
estupidez...¡¡Que te lleven en andas sucios best-sellers!!, yo podré libre vagar por los túneles, leyéndole historias a los niños ratas, que eligieron el pesimismo para no comenzar una vida de mentira a su propia vida, mientras ustedes lean historias en pulcras bibliotecas, llenas de mentes idiotas, 'Ja' ¡¡Mentes idiotas, se venden por docena, se crean con la música, la TV y sus libros de telenovelas!!- gritaba el gordo caminando de un cuarto a otro, como una manía infundada en la creación y emanando por su expresión, una cara de felicidad sembrada en la alegría de la ira. De pronto silencio, de repente sofocación, desacelerando los ánimos por un momento, situado como en el ojo de la tormenta, el gordo Tony dejaba caer su cigarrillo de sus labios y con el cayó su cara de frenética ilusión y como un aluvión encarnando una parcela negativa, tosco y torpe corrió hasta su escritorio, permaneciendo parado y apoyando sus brazos al costado de sus hojas, sobre la base del mueble, releyendo lo de hace pocos momentos escrito, filtrándose en la lectura al mismo tiempo en que su cara se hundía en la enajenación y su respiración sonaba agitaba, como guardando toneladas de catarro en sus pulmones:
¡¡Un momento, un momento!!...¡¡¡NOooooooooo!!, ¡¡No, No maldita sea!!, ¡¡Esto ya ha sucedido!!, ¡¡Esto fue escrito hace añares!!, ¡¡¿Donde estas maléfico germen usurpador?!!, ¡¡¿Donde escondes tus sucias mentiras??!!, ¡¡Maldito imbécil sin talento, eso es en lo que me conviertes cuando me robas la autoría!!!- Escupía el gordo, furioso por notar en sus líneas una existencia genuina de alguna lectura, de algún sueño, de alguna vivencia, de algún lugar. Pero no sabía de donde, sólo
sabía que tan simple creación, no era de su creación, más que sólo por haberla escrito en una hoja. Lleno de sentimientos basura, arrugó levemente las hojas con sus garras y llevándose una mano a la cara como cubriéndose avergonzado ante su misma presencia, abrió el cajón de su escritorio, donde entre lápices, biromes, hojas y revistas, guardaba una bolsa de polvo blanco, que en las próximas horas sería su compañía, encerrado bajo llave en el baño buscando "Inspiración": -Necesito tranquilizarme, necesito una buena idea para mis textos, necesito inspiración, necesito inspiración...- susurraba Tony con su bolsa bajo el brazo, dirigiéndose hacia el baño.
Solitaria sola, abandonada y desprolija, sin esperanzas de ser corregida y apañada por el más precario lector, los escritos quedaban tibios en la mesa, por la luz del velador que jamás era apagaba, siempre expectante contemplando los escritos acumulándose en un pequeño pilón.
El día había explotado sus tonalidades grises durante todo el tiempo, a las cinco de la tarde soplaba un fuerte y frío viento y no había gente en las calles, más que Hernán caminando a un costado del cordón de la calle, con la mirada en el suelo, unos ojos escondidos en pensamientos y pocas ganas de comer. A lo de Tony iba ese día. Pero como de costumbre, las persianas estaban completamente bajas. Las tejas mohosas y paredes verdosas, la vereda llena de polvo y hojas y tras la mirilla de la puerta vacío, oscuridad e inexistencia aparente.

'Las personas en una sala de estar escuchaban a una banda local, mientras yo a los del público en su mayoría no los soportaba y miraba con cara de retardado entre el cielo, pensando en una chica que en un sueño había visto, Julieta era su nombre y decía amarme tanto como yo le decía que la amaba, pero tan sólo fue un sueño y mis ojos tienen cansancio, porque dos tipas "Punkyprostitutas" observaban la banda sentadas en el suelo y mientras el tipo cantaba con el esmero lustrado, por su forma de cantar las imbéciles decían "éste chico es homosexual", mostrándome la esencia más pura de la raza retardada, la ignorancia en su estado más puro, en que por mi bronca me hubiera levantado del piso y comenzado a paliarles esas caras de mierda, que expresaban lo repugnante de los murmullos infundados en la idiotez de juzgar. Pero no patié sus caras, ni les golpié sus estómagos, sólo se fueron hasta algún día caer en manos de alguien más, que tenga ira, coraje y dotes asesinos para cortarles la garganta y tirarlas a un tanque de ácido donde desintegrarlas. Ahí continué inmutable, cuando en realidad tenía ganas de gritar y tomar una silla plástica y partírsela en la cabeza a la idiota encargada del lugar, que de tanto en tanto se acercaba al micrófono, para dar las gracias a las dos bandas del día, en el proyecto de "rock verano" de ese año, cuando en realidad se sentía en su olor a sudor, que su sangre era el merengue y la salsa y que el rock más bien le disgustaba, a excepción de las bandas rockpop que producían porquería a cada minuto pasándose en las radios, pero su disgusto no se notaba tras su enorme sonrisa de guasón, que hacía distraerme de toda crítica y furia y encerrarme en mí mismo a fumar y pensar con música ambiental. Salimos de allí como de una patada, porque todo terminó en un parpadeo, como si tiempo no hubiera existido y la noche en silencio ya había teñido el cielo. Era una hermosa noche y todo lo veía como una fachada, hubiera salido corriendo hasta perderme solo entre las calles y comprar una botella de alcohol hasta quitarme lo conciente, pero permanecí allí con el espíritu de media sombra, hasta hablarme con dos amigos con los que ese día eran los únicos con quienes podía hablar, porque todo lo demás parecía desmoronarse. Sebastián y Andrés, eran sus nombres de esa noche, pero comúnmente eran respectivamente "Cejita" y "El hijo de Cobain". Cejita era empleado de una cadena de supermercados en la misma que yo trabajaba pero en otra sucursal, él soñaba con tener su casa, su familia y unos cientos de camisas distintas. El hijo de Cobain, aspirante a profesor de historia, soñaba con formar una buena banda musical y atendía una tienda de ropa, cuando en realidad todo formaba parte de una máscara, para crear sus proyectos apocalípticos, en su sueño más lejano del saber público y talvez el más retorcido o no tanto de aniquilar a toda la humanidad. Muy lejos de tomar alcohol en una calle cualquiera como nos dirigíamos, terminamos en un restaurante "Le Farré", comiendo pizza y bebiendo cerveza servida en una jarra, ahí metidos entremedio de los burgueses y más superficiales de la ciudad, formando parte de esa fachada, atendidos por una camarera de mirada sadomasoquista, que se podía sentir en sus ojos lo vagos que le parecíamos y cuanto la gente de alrededor entre disimulos nos despreciaban. A pesar de que creían que saldríamos corriendo a la hora de pagar la cuenta, la pagamos, le dejamos una moneda a la camarera, de un valor no comparado a sus ganas de que nos larguemos. Luego de un cigarrillo, eso hicimos. Al salir nos despedimos hasta la próxima vez, en que no hubo próxima, ya que comencé a alquilar mi guarida a la próxima semana y no volví a saber de sus planes y con quien me frecuentaba únicamente por horarios y antisocialismo, era con Tomás.'

Microscopios oculares para encontrar el silencio. Un enjambre de ruido picando los nervios y clavando sus aguijones en el don de dormir, como buscando el néctar de la tranquilidad hasta dejarla sin vida. Tan sólo respirar bastaba para estar drogado, con tanta polvareda en el aire, de la cocaína que brotaba de los techos y bolsillos. En las arboledas los niños rodeaban los panales, que derribaban a piedrasos y se aglomeraban junto al partido armazón de miel, mirando a sus costados con los ojos llenos de adicción. Un hombre vestido de pieles muertas y corona de oro brillante, que parecía haber salido de un palacio de cuentos de oro, corría delante de un grupo de motoqueros curpulentos, ignorantes y llenos de mucha barba de aspecto poco amigable, que lo corrían con las botellas de cerveza partidas, que habían bebido antes del amanecer. Sirenas, insultos, nubes negras. Un niño de unos diez años, se encontraba en la esquina de la calle con un trozo de algarrobo en su mano, una sonrisa desmesurada y un niño muerto a sus pies y parecía divertirle mucho ver a su mejor amigo muerto de un palazo y como la sangre corría por el cordón de la vereda, cayendo sobre el agua que corría a un costado deslizándose fría y sin remordimientos por lo largo de la cuadra.
Calle Alvareda, calle contramano, de edificios normales como en la vida real, es por la que realizaba mi visita visual. Una calle elevada, en la cima de la ciudad, casi estratégico punto de inicio para tener tan enorme vista panorámica. Una pequeña tienda, exhibía en su vidriera de vidrios hechos pedazos, maniquíes carbonizados aún tosiendo el humo del incendio matinal y en su interior un hombre gordo, calvo y adicto al tabaco, se encontraba tras el mostrador fumando un cigarrillo y mirando hacia la vereda con el aliento cansado, gritándome al momento en que cruzamos mirada:¡¡Vete pedazo de mierda cloacal!!. La gente, sus ojos, rojos de no pestañar, guardaban en sus pupilas que al pasar yo observaba, esa irritación enrojecida contorneando sus ojos, esa mirada suicida, asesina, lunática y trastornada, que en su interior mecían deseos y venganzas, dolor y alegrías, un brillo aplastador que expresaba pero a la vez escondían, miles de incógnitas, paranoias y nervios, empapando y corriendo e impregnándose por el filo, hasta la punta de sus pestañas. En sus bolsillos, en sus almas y enfermando sus células y venas, padecían constantemente el miedo, erizándole los pelos, haciéndolos levemente temblar despavoridas, pero ya para entonces eso era un sentimiento y una sensación tan corriente y normal, que se transformaba puramente en rencor, precisamente en furia desmedida hacia el prójimo, pero a tal punto de ganarse una enajenada, pero finalmente alegría de igualdad al ver sufrir o sonreír a alguien más. Todos buscando el crimen y el sexo gratis, a base de medicamentos automedicados, para mantenerse despiertos y paranoicos, antes de caer muertos sobre el asfalto. A cada paso que hacía, un grito desaforado de un asesinado, a cada suspiro de opresión, el disparo descalzo de un suicida. En mi caminata, Emerson se mantenía callado observándome de costado, como mis ojos observaban por doquier, pero en sus miradas fugases hacia mi persona, escondía un destello en el brillo de sus enfermos ojos, que expresaban un cosquilleo en la nuca que daba la sensación de que la presión corporal bajaba y me caería desmayado, pero permanecía de pie paseando.
Llegando a la esquina sobre la calle Solís, junto a un buzón con agujeros de escopeta, un hombre cuarentón, alto y gordo, de campera verde y bigote gris, llevaba sus pantalones vaqueros bajos hasta los tobillos y con una mano cerrada aprisionaba tencionante, el cuero cabelludo de un niño, sosteniéndole con ignorancia y violencia, su cara apretada contra el metálico buzón, mientras daba una lección a su sobrino, enseñándole a no llamarlo con ojos angustiados: ¡Puto violador!. En su cabeza se veía brillante, el sudor empapando y pegándole el cabello que caía sobre su frente, mientras según las propias palabras que salían de su boca, le daba una merecida lección al niño llorón, robándole la sana psicología y regalándole a su alma un negro tumor. Un obeso policía postrado en silla de ruedas y con sus pulgares amputados en un quirófano hacía años, filmaba la evidencia y por una copia de la cinta, le traían la droga que necesitaba, para no tener que ir por ella, en el trayecto de media cuadra. Cruzando esa amplia avenida llena de autos desechos, con gente accidentada aún moribunda, gritándose de autos a autos: "¡¡Hijo de re mil putas!!", como sus últimas palabras, antes de morir desangrados por las agujeros de sus cabezas, se abría una amplia plaza, que en el cartel informativo aún bajo las pintarrajeadas con aerosol, se leía "Plaza Mitre", pero con pintura había sido bautizada "batalla campal". Legiones de humanos rugiendo y luchando en sus guerras animales, queriendo demostrar quien es más homosapiens. Palos, lanzas y todo tipo de armas de fuego. Revólveres, escopetas, metralletas, pistolas, municiones y conciencia fragmentada. Entre las hamacas, revolcándose en la arena, un chico de quince años se encontraba inclinado sobre su novia, a la que se encontraba acostada boca abajo sobre la arena, apoyando con fuerza sus rodillas sobre sus piernas, hundiéndole con presión una mano sobre su cabeza y gritándole "¡¡Puta de mierda!!", mientras le daba de puñetazos sobre la espalda, luego de violarle los celos, sonando un ruido tosco, que hacía el eco de un tanque de agua cayendo de un tejado, como pude ver al mismo momento. Junto a ellos aguardaba el padre de la chica, un hombre tozudo, macizo y con su cara llena de enojo, sentado en una banca de la plaza junto al arenero, donde observaba como su hija cesaba en los gritos, mientras el novio la aventaba a golpes con una cadena de acero, y él, mientras tanto, con sus manos llenas de cabellos sostenía con presión a un tipo, flaco, joven y bien perdido, con su cabeza sumergida en un fuentón lleno de nafta, aprendiendo la lección de no romperle el corazón a un adolescente, como a él de joven le habían partido. En los alrededores mucho no me quedo por memorar, más que los grandes charcos de sangre, tiñendo los pastos y arenas, mientras los miles de animales se mataban por la lucha de ideas.
Las ropas no guardaban finuras, la moda existía divergente, vestidas las gentes como probándose disfraces frente a los espejos de sus recamaras, pero que con ellas salían a las calles y en las calles se desnudaban y robaban nuevas prendas, de tiendas y personas golpeadas. Pero más común, era ver a las personas luciendo de harapos, guardando en ellas el reflejo del desinterés y la mugre que avejenta las telas como la piel.
En la noche el murmullo era casi el mismo, porque casi nadie dormía. Bajo los puentes y por las veredas, las personas tomaban un cierto margen de la constante matanza y se sentaban en los cordones, en el asfalto y dentro de bares y negocios iluminados por velas, como se iluminaban casi en todo circunstancia, a fumar tabaco y marihuana, que todas las semanas traían de los campos del oeste, esas enormes hectáreas libres de sombras, cubriendo kilómetros de tierras cultivadas enteramente de droga natural. Un suave descanso a los químicos y antidepresivos, que utilizaban en casi todo momento como aperitivo y seguridad. Así que ahí estaban cuando brillaba la luna, tirados como vagos, borrachos y fumando como un acto ceremonial, matando a alguno en alguna noche improvisada, como un sacrificio en honor a su propio ego, en honor a si mismos, sus dioses preferidos y endemoniados.
En un trayecto de cuatro cuadras, observé cuatro personas mutiladas. Una por cada cuadra. Un anciano sobre la vereda, estaba desplomado boca arriba, con los ojos tan celestes como el cielo despejado y con el estomago tan abierto como una jodída cirugía, donde una cuchilla de carnicería yacía junto a él. Se encontraba desmembrado, con sus extremidades amputadas, pero lo más asqueroso y repugnante, era el olor a sangre fresca que salía de su cuerpo, en donde deberían estar sus órganos, en donde debería estar su corazón, pero nada de eso tenía, era un cuenco vacío, manchado y demasiado rojo para tolerarlo. Las otras tres personas se encontraban igual, pero habían quedado atrás en las pasadas cuadras y ahí había un rastro de sangre, un charco desplazándose hasta un negocio de comidas rápidas en ruinas, un manchón de arrastre como marcando un camino sin salida para la curiosidad, que ya había empezado a llevarme hacia el interior del lugar...

'Apenas me despertaba y mi humor siempre fue un cabron, con el que no quisieras cruzarte, porque ronco te quita las ganas de querer socializar en ese día con alguien. 'Mañanero' fue llamado por mi. "Espero que tengas suerte, de no agarrarme mañanero" y demás estupideces, en que yo su nombre decía. Esa mañana él tan sólo se encontraba, porque a mi persona con sus cabronadas y su temperamento malhumorado, la había mandado llorando a patadas a alguna parte, porque yo no me encontraba ahí esa mañana, sólo él desperezándose nervioso. Cansado y con estomago de coctelera, se levantó a orinar a media mañana, pero no por su orina, porque era posible aguantar más, sino por los murmullos de la gente del vecindario, comentando la muerte de un vecino y nada más. Pocas personas, incluyéndome a mi y a 'Mañanero', eran quienes conocían al difunto y conocían el sonido de su tosca voz y sus idealismos y sentimientos, pero eso no importaba a la hora de estar muerto, porque la gente lo único que quiere es averiguar. Legiones de mujeres entradas en edad y hombres y niños sin vidas propias, como si sangre compartieran con paparazzis de la TV, que tan sólo escarban las vidas ajenas, para no sacar a relucir su propio olor a mierda, atestaban las calles, pasillos de edificios y veredas de reunión, tan sólo para compartir sus meras informaciones de quien era, que hacia y porque se había matado el suicida. Eso a mi me hubiera "sacado canas verdes", como diría cualquier imbécil de décadas pasadas, que impregna y utiliza su único vocabulario, infundado en los dichos, refranes y en esa jerga de mierda, pero a 'Mañanero' eso realmente lo enfermaba, al punto de revolver entre sus medicamentos, para encontrar un opiáceo que sedara su temperamento, antes de que lo lincharan por querer quemar el vecindario y borrar la estupidez del humano, aunque sea en un pequeño sector del mundo, aunque sea en su barrio.'

Arrastrándome por largos minutos sobre los escalones, pude llegar más andrajoso que lo que me encontraba de costumbre, enganchando mis harapos con los clavos y astillas de la escalera de madera, hasta el primer escalón, donde en cuclillas me posicioné aguardando el momento de actuar, así como un animal salvaje, aunque en esos tiempos algo así me sentía.
Con aires de gorila, merodeaba por las habitaciones mirando por las pequeñas ventanillas, para observar que los locos no se hayan arrancado la yugular. En su mano cargaba un barrote ilegal públicamente, legal en las intimidades de la institución, para sacarte lo loco a golpes si te encontrabas gritón ese día. Walter era su nombre, un tipo grandote, calvo y con cara de idiota, que había trabajado en sus comienzos como guardaespaldas en un boliche, del cual lo echaron por drogadicto y violencia extrema, al fracturarle el cráneo a un joven por querer meterse al lugar sin entrada, lo cual a él le dio salida de su orgulloso trabajo, para decaer al oficio que su padre había hecho toda su vida, ser cocinero. Su padre se hacia llamar chef, aunque trabajaba en agujeros donde los clientes eran mulos de carga analfabetos, que vivían a base de frituras y kilos de sal. Walter también trabajó en esos lugares, donde su ingrediente secreto no era más que un escupitajo, pero su espíritu estaba apagado, porque se sentía inserto en el oficio de una ama de casa. Pasado los años, un primo de él, Farmacéutico, o al menos esa carrera curso por dos años hasta dejarla y abrirse su propia droguería, no del todo legal, por medio de unos clientes que de entre otras drogas para la venta en farmacias le encargaban anfetaminas, le consiguió su empleo en la Institución Mental en la que ahora trabajaba. Estaba con su ego de músculos otra vez sonriente, porque tenía la oportunidad de aventar a golpes a quien quisiera, con la excusa de que el paciente estaba exaltado o había perdido los estribos y ninguna autoridad dudaría de su palabra, comparada con la de un demente lleno de drogas en su organismo. El único límite que se tenía que auto imponer, era no pasarse en las golpizas al punto de matar. Y ahí lo tenían, merodeando con superioridad y prepotencia, decidido a darte con el garrote a la primera palabra que no le gustara que salga de tu boca. Yo en el pozo, en ese sótano de mierda en putrefacción, donde tranquilamente podría ser un criadero de cólera, ántrax, dengue o gripe aviar, no tenía otra función que ser un saco de basura, al cual debían alimentar y mantener con vida, para que no se les venga encima la prensa amarilla haciendo publicidad a la institución por hostigamiento y falta de cuidados. Ahí estaba, amigo de la humedad y para el momento demasiado solo hasta sentir que estaba volviéndome loco. Con el tiempo había aprendido a memorizarme los sonidos y ya sabía cuando ese estúpido guardia, a diferencia de las otras habitaciones, abría mi puerta, porque era un sótano para guardar cosas, no para tener pacientes, pero ahí yo me encontraba y él debía echar un vistazo para ver que me mantenga vivo y debilitado, pero ese día no me vería escaleras abajo, tirado sobre un charco de agua y musgos tosiendo y susurrando con los ojos achinados por la luz exterior, ese día no me vería con mi remera deshilachada empapada por las goteras de la cañerías del techo, ni escucharía mi voz rasposa por el catarro, ese día no olería mi suciedad y mi asqueroso aliento desde escaleras arriba, porque ese día abriría la puerta y se toparía con mi enredada barba.

[El aroma a tierra mojada metiéndose en el cerebro hasta marearte. Uno siempre espera tener lo que siempre ha deseado, pero nunca consigue exactamente lo que busca. Las imágenes, los mundos futuros, situaciones futuras que proyectamos en nuestra cabeza viéndose hermosas y geniales, son tan sólo residuos de los deseos y de los sueños naturales del ser humano, porque esas proyecciones se alejan demasiado de lo que la realidad es, golpeándonos lo sano, quitándonos el sol. Yo desié por la humanidad, luego adopté el egoísmo, para pensar sólo en mi bienestar ante una sociedad mediocre, pero al conocer a Julieta deposité en ella todos los deseos que para un mundo deseaba, ahora sólo para que ella este bien, arrastrado por el amor que me irrumpió en el alma. Las imágenes que en el pasado proyectaba para el futuro, que es mi presente ahora, no eran tan hermosas como lo que hoy he conseguido, porque en la escapatoria, entre medio de árboles conseguí la felicidad. Ella está ahora buscando agua en el río, mientras yo aquí en el pórtico de ésta cabaña, me hamaco en mi silla fumando tabaco, escribiendo y observándola. Yo la amo, ella me ama y hemos usurpado una casa sin habitantes, donde no criar hijos porque no nos agradan, sólo amarnos...

Hernán Poulett
(Desde el bosque sureño)]

Era una nublada mañana de invierno, era el último día de invierno y en el aire ya se percibía ese aroma primaveral, podía sentirse el olor a césped húmedo y tierra mojada, que había dejado la lluvia del día anterior y sobre las ramas de los árboles, se podían ver los pequeños brotes de esas flores que atestarían en las próximas semanas a la ciudad, hasta el punto de hartarse. Por la ventana de un cuarto se observaba el cielo gris, una despedida de esa estación tan melancólica y querida. Por la pequeña ventanilla de dos por dos, adornada de barrotes, Julieta observaba y agachándose, tirándose sobre el piso por la fina línea de luz que se colaba por debajo de la puerta, inspirando muy profundo podía respirar oxígeno limpio, de ese que ya no escasearía en su vida cuando saliera finalmente en libertad a las pocas horas. Sobre su cama, en una bolsa colocó algunas pocas prendas que durante esos años usaba, un vestido rojo con volados blancos, con el que la habían arrastrado a ese lugar, cuando en un ataque de ira disparó con la propia arma del maleante sobre su pecho, al éste haberla querido violar y unas cartas que Hernán le había escrito hacía semanas o meses ya. Debería de ser un día muy feliz, el regreso a la sociedad de la que formaba parte, su libertad otra vez amiga, pero no era felicidad lo que ella sentía, era tristeza por dejar a Hernán y era miedo al no saber si las teorías de su novio, eran paranoias o destructiva verdad. ¡Sólo necesita tratamiento, con medicación sanará, con medicación sanará...sólo necesita tratamiento, con medicación sanará, con medicación sanará!... -repetía como un mantra sentada sobre su cama y con sus manos cubriendo su rostro, deseando que se vuelva real con sólo repetir esas palabras hasta el cansancio-.
Llegado el mediodía, un sol despampanante brillaba en la ciudad, un sol instaurándose entre el frío, pero que parecía venirse con la furia de quemar de imprevisto a toda la humanidad, pero tan sólo era un sol brillando y ese pensamiento deshilachado sólo rondaba en la cabeza de Hernán, que se encontraba solo en el patio, sentado en la banca de una mesa, con sus ojos entrecerrados y encandilados en dirección al sol, fumándose un cigarrillo. Eran las doce del mediodía y ahí él estaba cuando no era el horario de salida para los inquilinos, pero en su "programa de recuperación" la clave era el aislamiento de todo ser humano, a excepción de alguno de los guardias que lo arrastraban esporádicamente del patio a su mugroso agujero del sótano y viceversa. La brisa fresca soplaba suave moviendo pastos, ramas y llevándose hojas de los árboles, mientras a Hernán se le enmarañaban los sucios cabellos y el viento parecía disolverse en su áspera barba. De pronto en la mudez, un ruido a revoltijo se escuchaba entre las plantas, algo caminaba a través de las grandes hojas de los ceibos y el chasquido de los matorrales engarrados en patas o piernas o pies descalzos y enrojecidos. ¿Un pato? -pensó-. Pero ningún animal era, sino más bien una especie de mutación, una criatura agargolada y despreciable como en ese momento él lo veía. Era Emerson asomando su calva cabeza que cacheteaba al hablar, descubriendo su puntiaguda nariz de bruja entre las plantaciones. Hernán, he venido a verte -dijo Emerson con la voz porosa y su mirada de reptil fuera de si mismo, como emanando un aroma a encierro y hojas de diarios mojadas-. ¡¡Vete de mi vista lagartija desnutrida!! ¡¡Sucio y mugroso germen nacido en la inmundicia de la traición!!- contestó arrojándole su cigarrillo casi terminado, dándoselo sobre la seca piel de su febril cabeza. He venido a verte, a olerte el sudor de humano que desprenden tus capas, mis capas, mi otra parte embutida en ese cuerpo de órganos- soltó rascando los finos bordes de las fosas de su nariz, con un tono y una mirada tan repugnante como la verruga en su cara, vieja y llena de pelos, ablandándose al calor-. ¡¡Puedo verte despegándote de mi mente y criándote en pantanos de estiércol y moho, enfermándote con tan sólo respirar, consiguiendo una cruel y amputante libertad, ¿y libertad querías darme con el mundo que ofrecías?, has jugado con mi mente, con tu hogar donde engendraste has jugado parásito!!- respondió con sus palabras chorreando furia, mientras se levantaba de su asiento y corriendo hacia los matorrales, acompañado de patadas e insultos, Emerson se esfumó, dejándolo insano y con la angustia abrazada, regresando a su banca con un nudo en la garganta, bajando como una roca cándida hasta fundirse en su corazón disfuncional-.
De nuevo el sonido enmudecido, el clima de siesta había regresado y en sus oídos había quedado un zumbido molesto constantemente recorriendo sus pensamientos, distrayéndolo de sus pocos cigarrillos sobre la mesa desparramados. Sin esperar nada más que en momentos regresar a su agujero, giró en dirección a sus espaldas, hacia las rejas negras de la entrada, al escuchar el portazo de un viejo automóvil del cual bajaban una pareja cincuentona. Visitas a inquilinos -pensó simplemente volviéndoles la espalda y encendiéndose un cigarrillo más, antes de que vengan por él-. Como un viento de electricidad, al segundo le escupió en la cara, en el momento en que inhalaba una larga pitada, guardando el humo en un cofre de su pulmón marrón, pasmado al luego de meses de no admirarla siquiera, verla centellante desfilar por la acera del pasillo, cargando una bolsa negra colgando de su mano y vestida de rojo con los volados blancos de las extremedidades de su vestido, temblando en cada paso con el que pisoteaba al frío piso. Su miraba iba gacha, con sus cabellos cubriéndole el rostro lleno de sales mojadas de dolor y no de libertades encerradas, como ella ahora paranoiqueaba por momentos desvalida. Y levantando su quijada, en un movimiento brusco de su cabeza, haciendo correr sus cabellos a un costado, con los ojos húmedos vio a Hernán allí sentado, esbozando una leve sonrisa, como ella al momento esbozó desmesurada rayando la angustia más profunda bañada de felicidad, al verlo luego de meses y luego de haberse pasado la mañana tumbada en su cama, boca abajo con su rostro hundido en la almohada absorbiendo sus llantos y tratando de ahogar así sus gimoteos descontrolados, que hacían convulsionarle su pecho. Apurada hacia él se dirigía, pero en ese lapso de tiempo todo parecía haberse mojado de lentitud, respirando aires de tortuga y al acercarse cada vez más, cada vez más lento parecía, mientras miraba en detalle a su novio caravélico. A pesar del frío, vestía una fina camiseta blanca de tela frisada casi por rajarse, bajo la mesa podía ver sus pantalones de algodón desteñidos y sobre el color azul gastado, se percibía una capa enverdecida por sus noches y tardes mohosas. Tenía el pelo muy largo y muy súcio, apenas que el viento podía movérselo y su cara no mostraba alegría ni siquiera con una sonrisa, porque en ella estaba arraigada la miseria y la locura, con sus pómulos hundidos, los ojos rojos por la luz del día que en su agujero no veía, apañando en su mirada una profundidad casi de infiernos, con los ojos tan claros que asustaban y en su piel, su piel no era la de un niño, ni la del joven que era, su piel era la de una rasposa oruga corrompiéndole el aspecto en reflejo de su ánimo y al tragar saliva los conductos de su cuello enflaquecido parecían mover engranajes descompuestos. Su remera colgada, porque no tenía estómago, ni una mísera panza que muestre ingesta de alimentos, su estómago era una capa de piel, que cubría un puñado de huesos débiles por la falta de meriendas lácteas. Casi que no era el Hernán de quien se había enamorado más allá de las palabras, ahora era una pulga, una sífilis inergumana, era una larva ahí sentada apenas respirando con fuerza, con sus músculos débiles como si fueran alimento de mil virus diarios, pero cuando llegó a el nada le importó de su aspecto, nada le importó de abrazar así como si fuera un pedazo de trapo viejo y asqueroso, era su Hernán al que abrazaba con fuerza irrefrenable, como queriéndolo quebrar con tanta demostración de anhelo, hundiendo sus manos en su grasoso cabello, besando con sus labios de seda a la piel de sapo arruinada, sin esperar conseguir a un príncipe azul, ni verde, ni rojo, ni afeminado, porque tenía ahí a su mendigo, lunático y único amor, que resumió todo en un rabioso "¡¡Mi amor!!", rompiendo en mil lágrimas cayendo como cristales sobre el césped, a lo que él desvalido por su salud y un corazón matado a golpes en un pantano de soledad, con un susurro que aspiraba a convertirse en grito, con todo su esfuerzo enrojeciendo y exprimiéndole sangre a sus cuerdas vocales, logró gritarle "¡¡Te amo!!", abrazándola con toda la fuerza que podía soltar, sintiendo el calor del cuerpo de Julieta calentando y deshaciendo las miserias, llenándolo de una debilidad de enamorado y dándole algo de dignidad a su quejosa alma, al sentir que al menos hundido en las ruinas y la mugre estelar, era amado...
-¡Julieta, te he extrañado demasiado!, pensé que te habías ido al más allá, a las afueras, a valles o calderas, ¡pensé que habías desaparecido de mi vida para siempre! o que habías sido asesinada en algún templo, cuando a rezar fuiste para que todo se calme, pero decepcionada por alguien en quien no encuentras existencia, fuiste muerta con armas de plata, ¡¡arrojada al ardiente carbón!!, ¡¡al fuego infernal!!, ¡¡a las llamas del infierno humano mi amor!!
-Calmáte amor, calmáte, estamos aquí juntos, con nuestras manos amigas, con nuestros ojos amando, enamorados, congraciados en medio del lupanar de la sociedad- dijo ella calmándolo y con su mano corriéndole el cabello hacia atrás, para descubrir su rostro
-Si así es, así es- respondió pausado con su mirada en sus manos entrelazadas a las de ella.
Quedando un quieto silencio por unos segundos, una interrupción evacuó en medio de esa calma, que era como el momento en que ambos meditaban sus propios pensamientos. Tras las viejas negras rejas de la institución mental, los dos visitantes que habían bajado del auto negro, al ver a Julieta vociferaron con énfasis de emoción y cálido aliento en sus palabras: ¡Julieta hemos llegado, aquí te esperamos amor!. Esas palabras no hicieron a Julieta levantar su mirada en lo absoluto, ni siquiera una miraba fugaz, tampoco la hicieron sonreír, ni cambiar la expresión de su rostro, más bien fue como una corriente de agua fría entumeciéndolo todo, hasta que una palabra, tan sólo una y nada más, fue como una bomba de relámpagos, una balacera de truenos, en realidad fue como una enorme, jodida y violenta tormenta destinada a destrozar la sensibilidad, enfocada a apalear los sentimientos, como si una manada de ignorantes salvajes estuvieran decididos a darle la tunda de su vida, cuando esa palabra que pareció tener un largo trayecto por la garganta, salió de boca de la señora afuera aguardando, gritando entusiasmada: "¡Hija!". Esa simple palabra pero tan fuerte y significativa, hicieron encorvarse a Julieta como queriendo ser un bicho bolita y encerrarse en sí misma para ya no salir, para ya no oír y para llorar a escondidas desapareciendo en la humedad, pero Hernán por el contrario, estupefacto entendió lo que en esa tarde sucedía y sin siquiera tener tiempo de increpar o de meter alguna palabra entre esa vacilación, entre ese desespero que podía sentirse en el aire, la voz de la madre volvió a resonar diciéndolo todo sin más preámbulos: "¡Hija te queremos, vamos para casa, eres libre ya!"
El grito pareció como clavos martillándose en sus oídos, su cara de momento pareció tornarse pálida, así tan blanca como la leche y su frente ligeramente se humedeció, parecía un enfermo de cólera muriendo muy rápidamente, pero era su angustia la que se rebelaba dentro de él, era el dolor casi fantasmal fluyendo de su cuerpo como si fuera éste un esponja, sacando afuera el sudor, bajándole la presión del cuerpo y criándole un pequeño mutante enfurecido dentro de sí, que aventaba golpes hacia los puntos débiles y le mataba el autoestima a puteadas sobre su frágil corazón. Casi como una aparición expresaba la angustia su furia, como infundiendo frío y produciendo vacío en el alma guardada, como estrujándole todos sus sistemas humanos, furiosa dando golpes en su pecho que hacían temblarlo como arcadas y con dificultad le hacían soltar unas palabras como escupidas, como de tos al sentirse estrangulado: ¡Te vas!, ¡hoy te vas!
Sus pupilas parecían petrificarse en una costra de hielo con sus lágrimas y Julieta llorando, aún inclinada sobre su regazo, con más gimoteos que palabras exclamaba: ¡¡Vas a curarte amor!! , ¡¡yo sé que vas a curarteee!!
-¡¡¿Curarme has dicho?!! , ¡¡¡Has dicho curarme!!! , ¡No Julieta!, ¡¡No Julieta!! , ¡¡Has entrado en sus juegos, has entrado en sus versiones!!, ¡No amor, no amor!, ¡¡¡No!!! -respondió con una tensión casi eléctrica, apretando sus dientes en cada terminación de palabra, como queriendo destrozar sus maxilares con tanta furia en sus proclamas, tanta rabia llena de un odio hacia la sociedad, sosegado por el profundo dolor de sentir a su amaba perdida, en las fangosas arenas de la mediocridad, en las filosas garras de los humanos
-¡¡Tienes que hacer lo que ellos digan, sométete a un tratamiento, toma los medicamentos diarios!! , ¡¡Por favor amor, luego con una medicación podrás quedar en libertad y podremos estar juntos siempre!! ¡Yo estoy enamorada de ti!
-¡¡Yo te amo, que me coman los parásitos si no hablo en verdad!! , ¡¡Y porque te amo es porque te rezo que no salgas allá fuera, no ahora, sino cuando ambos nos larguemos y lejos muy lejos!!, ¡¡¡A una montaña bien alta!!! ¡¡A las rocas protectoras con cales y arenas!!!, ¡¡A la luna, quisiera llevarte a la luna y vivir en un cráter de talco!!!, ¡¡Los Siete Jardines Verdes, un lugar para vivir decía!!, ¡¡¡Pamplinas!!!, ¡¡¡Usureros!!!, ¡¡Desprestigio!!!, ¡¡¡Nos hemos quedado sin hogar porque todo era estiércol, aguas de col!!!, ¡¡Ese lugar, en un infierno no hacen falta fuegos ni lavas, ni cuevas subterráneas, ni engendros rojos, ni tridentes, ni cuernos, ni lacayos de carga, ni historias de víboras, ni poker ilegal y galones de whisky de las eras de Al Capone, no hace falta calor, no hacen falta demonios bailando!!, ¡¡Hacen falta humanos, simples y naturalmente endiablados, creando sus propios infiernos!!
-¡¡Calmáte amor!! , ¡¿De que estas hablando?!
-¡¡De unos Siete Jardines Verdes nefasto y profundamente honesto!, ¡¡¿Sabes lo que es la verdadera honestidad?!! , ¡¡Todo se ve tal cual es!! , ¡¡Se erradica la mentira!! , ¡¡¿Un mundo sin mentiras dirás?!! ¡¡Sí, allí no se cubren a los asesinos, ni a los militares torturadores, ni a los violadores, ni a los corruptos, porque se ven a la luz del día y los honestos, violentos y salvajes se vuelven, por la furia de no merecer lo que han merecido!! ¡¡El pequeño sueño americano, las parcelas de maíz de oro y los castillos blanquecinos arruinados!! ¡¡Allí todos son felices con su violencia desmedida, pero es mucha crueldad para vivir contigo enamorados!! ¡¡Y sin tu amor, la cama de clavos!! ¡¡Que me prendan fuego y me maten a palazos!!!
-¡¡¡Mi amor ya cálmate, ya cálmate!!!, ¡Estás delirando amor, ya no pienses en esas cosas por favor!, ¡Debes solamente de haberlas soñado!...
-¡¡Julieta lo que pasa es...!!
-¡Espera, espera!! , ¡¡Déjame hablar y ya no sigas!!, ¡Estoy enamorada de ti, y te pido que por favor no me abandones, que por favor te cuides y hagas lo que sea para poder recuperarte!
-Pero amor…
-¡No, espera!, muchas noches durante estos meses, he perdido el sueño hasta altas horas de la madrugada soñando despierta una vida contigo, por quien eres me he enamorado de ti, con tus defectos y locuras así como vos de las mías, anhelando siempre esas largas charlas llenas de cigarros...¡y he soñado, sí!, tener nuestra propia casa, despertarnos juntos en las mañanas teniendo la seguridad de tenernos el uno al otro en un mundo tan loco, porque eso no lo discuto...he soñado con pasear contigo por grandes plazas, sentarnos en una banca a hablar bajo el sol, rondar por las acaudaladas fuentes de agua, visitar cines donde sólo nos besemos sin siquiera prestar atención al film, vivir una vida sin importar cuan mal esté ésta sociedad, la paz debe de encontrarse en uno mismo y yo sé que de la única forma con quien puedo vivir esa vida es contigo, porque te amo Hernán, en verdad te amo, con vos hasta donde sea, sólo pido que pongas un poquito de voluntad para recuperarte amor y poder hacer realidad esos sueños, ¿que importa que suceda con el mundo?, disfrutemos el tiempo que tengamos aún- habló ella con un tono suave y delicado templando por un momento todo
-Te amo, pero a veces creo que no me entiendes una maldita palabra, han de quemarse tan bíblicas palabras y la realidad te comerá el corazón, ¡Te amo!, ¡¡Debemos ya encontrar un escondite!! , ¡¡Ahora en días!!, ¡¡de momentos apurados!!, ¡¡Sal como un ave de aquí, olfatea el risco, construcciones y albañiles infectando nuestros prados, corre más rápido que una brisa y encuentra el hogar al que poder llegar temprano y salvarnos!!- comenzó a gritar de momento poniéndose de pie y señalando a sus alrededores. ¡¡Donde el cielo no vea!!-continuó-. ¡¡He visto más de la cuenta y por querer salvar a la humanidad, he desperdiciado nuestro valioso tiempo!! , ¡¡Que se los lleve el hoyo negro!!, ¡¡Que se los trague el océano!!- seguía, mientras del pasillo un guardia se aproximaba a él a toda prisa y casi de un salto lo tomó por las espaldas, dejándolo casi sin movilidad. ¡¡¡Soltáme, soltáme!!!-replicaba, al momento en que otro guardia apareció clavándole en su brazo casi con violencia, una inyección para tranquilizarlo. Julieta desesperada y angustiada, muy lejos de querer salir en libertad, fue tomada del brazo por un guardia que casi en contra de su voluntad la llevaba hacia la salida, mientras ella observaba como Hernán estaba apunto de entrar en efectos de las drogas, casi en el piso derrumbado y con sus lágrimas saltando en cada palabra y con un ligero sabor a sangre en su saliva, con destrozante fuerza exclamo: ¡¡¡Te amo Hernán!!!, ¡¡Te amo y aguardaré a que sanes!!!- con esas palabras se ahogó la tarde, se ahogó el recibimiento de los padres y la fiesta sorpresa que en casa la familia le había preparado, porque la mente de Julieta estaba cuartada, ella sabía que su amado era muy paranoico, ella sabía que razón debería tener en algo y más sus ríos de pensamientos se revolvieron durante el camino a casa, al haber visto seis lugares edificándose, de los cuales uno anunciaba en carteles grandes "geriátrico para el retiro" y otra a pocas cuadras de su hogar informaba en su cartel ser una clínica para adictos. Sólo paranoia, sólo paranoia -pensó sin prestar ya más atención, decidida a poder comenzar a trabajar cuanto antes, para juntar dinero y comprar una casita, donde recibir a Hernán cuando acabara de curarse. Un pensamiento feliz, en eso enfocaría su vida, para no enfocarla en las nieblas de la confusión.

No soy adicto al tabaco, pero en la entrada del negocio había un atado de cigarrillos en el suelo, así que con la incertidumbre y la incógnita abusándome la tranquilidad, me agaché y tomé un solo cigarro del atado que deje en el lugar y di mis primeros pasos al interior del local, hacia una de las velas prendidas sobre una mesa, para encender mi tabaco. El sitio estaba cubierto de polvo, con la pobre luz bastaba para poder percibir las partículas del polvillo flotando en el aire, que me hizo al momento estornudar. Había un mediano hall, con mesas, sillas, anuncios de comidas y todo lo que puede verse en esa clases de locales. Estaba muy oscuro, así que con cuidado despegué una vela de una mesa, decidido a recorrer el sitio aún no sabiendo que podría llegar a encontrar. Pero ese recorrido no fue largo, no fue lento, ese recorrido no existió cuando al momento giré a un costado y en medio de la oscuridad vi una imagen, como una foto cerebral que jamás se borrará en mi vida. En la sobra nocturna, a un costado apartado y junto a una mesa del rincón, una naranja brasa de un cigarrillo brilló fantasmal, dejándome helado, haciendo burbujear mi sangre maltrecha, al no tener palabras ni gestos ensayados que gesticular en esa situación. Tan sólo mi rostro quedó igual, cortándose mi respiración, observando intermitente a quien ahí se encontraba. ¿Quién eres? -dijo el extraño habitante-. Soy un viajante de visita- respondí al momento. De inmediato nada más se escuchó, el sujeto guardó silencio y yo únicamente lo observaba intermitente. En cada larga pitada que esa persona inhalaba, la luz naranja resplandecía sobre él y podía ver su rostro, su contorno y sentir en su mirada su enfermedad mental. Vestía con un saco negro y debajo una camisa blanca bien abotonada hasta el último botón, terminando en un moño negro, viejo y de la propiedad de un muñeco. Era joven, de pelo castaño oscuro peinado hacia atrás, pero que para esos momentos ya se había despeinado y unas mechas le caían al rostro. Tenía los ojos verdes, más verdes como nunca he visto, así como el amargo vomito de una borrachera con licor de menta y su mirada no era sana, era malestar. Sus ojos estaban apañados por ojeras negras, oscuras y profundas, que parecían ser absorbidas y metidas hasta el fondo de sus poros, como la brea de un pingüino comiéndole la piel. Su mirada en ningún momento se corría de la mía, mientras fumaba su cigarrillo de costado, me miraba con una fuerza, con una intensidad y una violencia que parecía tensionar el ambiente, ahogando las escondidas pulgas y arañas. Tenía los pómulos flacos y calavéricos, lo que hacia una leve sombra sobre sus aparentes ásperas mejillas. Pero mi mirada no captaba en ese momentos detalles, sino que tan sólo centraba mi vista en su boca, en cada pitada, en cada exhalación haciendo desarmadas y frágiles aureolas de humo, al tener su mandíbula casi circularmente subiendo hasta debajo de sus fosas nasales, totalmente empapada en sangre, asemejándose al maquillaje de un payaso. Te he estado esperando -dijo el sujeto rompiendo el silencio, al mismo tiempo en que sacaba un pañuelo de su bolsillo, limpiándose la sangre del viejo corazón del anciano afuera asesinado. ¿Me has estado esperando? -pregunté tan asombrado como asustado-. -¡Sí, a ti!- respondió eufórico poniéndose de pie. Temeroso y aprisionado por el miedo, me eché hacia atrás casi como si con un empujón me hubieran alejado. ¿Me matarás? -pregunté arrojando mi cigarro en mi última pitada. Ja, ¿matarte adolescente?, ¿como matarte cuando este momento hace años he esperado? -respondió acercándose y para mi alivio sentándose en una silla junto a una mesa más cercana a mí, en donde dos velas dejaron que finalmente claro lo viera. Has matado a ese anciano y las otras personas que he visto, ¿verdad?, ¿como no saber que harás conmigo lo mismo? -vociferé con la voz taimada, esperando lo peor en cualquier momento. Esas personas fueron alimento, es lo menos que pueden ser por crearme estos tormentos -dijo encendiéndose un cigarrillo del atado que saco de su bolsillo. ¿Quieres uno? -continuó- ¡No!, quiero saber de que estas hablando, quiero saber porque me has estado esperando, quiero saber quien eres...
Al terminar de hablar mi última palabra, él se quedó inmutable observándome y pestañando muy lentamente, como metiéndose con la intensidad de su mirada, más allá de mis ojos, más allá de mí mente, sentía que él recorría mi alma. Finalmente, apretando en sus labios el cigarrillo que hacia minutos guardaba en la palma de su mano, casi mordiéndolo, acercó su rostro hacia la llama de la vela escuchándose el sutil y agudo crujir de los hilos de tabaco quemándose y comiéndose una profunda pitada, se hecho hacia atrás sobre el respaldo de su asiento y metiendo la mano dentro de su saco, yo creía oler el carruaje de la muerte acechando mi vida, en busca de mi alma, por un momento creí ver la imagen de la muerte rondando por las manzanas de aquel barrio donde me encontraba, podía verla en un viejo carruaje tirado por un toro furioso, sosteniendo en su mano una cuchilla mal afilada, para hacerme sufrir e incrementar su soledad y su ego sobre mi muerte lenta, dolorosa y sufrida, pero el extraño habitante no sacaría un arma de su abrigo, como en mis pensamientos creí, sino que por el contrario, con una lentitud rayando la crueldad sacó del bolsillo dentro de su saco un sobre blanco, amarillento y con el papel aparentemente gastado por el roce de la tela de los años. Con muchas calma, sacó del sobre una hoja de papel, en la que se podían notar al trasluz un escrito trazado finamente en tinta china color negra, al estilo de los antiguos citadínos. El extraño habitante posó su mirada sobre la hoja, como recorriendo cada curva en cada letra, como absorbiéndola con sus ojos y descubriendo la intimidad de cada palabra, pero esas líneas no eran nuevas, ni desconocidas, esas letras eran viejos trazos en su vida, que atesoraba hacia tiempo atrás. Incómodo ante tal extrañes, habiendo quedado a un costado como si no existiera, respirando profundo y dejando atrás el temor, aunque en verdad continuaba expectante a que sucediera lo que sea, me acerqué hacia él y me senté justo en la silla frente a él, aún aguardando las respuestas a mis preguntas, pero el sujeto continuaba con su vista sobre la hoja, así como hipnotizado estuviera con los ojos sin pestañar y una leve sonrisa flotando por sus labios, pero no a tal punto de expresarla gestual. Decidido a increparlo para que me conteste, me quede con el halito de aire antes de pronunciar sonido, cuando de la nada y con su voz escarlata viniendo desde lo más profundo de los campos pulmonares en plena fumigación, Vociferó leyendo la carta en voz alta, con pausas entre frases así como si fuera un predicador desquiciado que quiere llegar con su mensaje:

¡¡Los lazos del tiempo, el espacio efímero!!
¡¡Empapados los tiempos violentos sin ciclos!!
¡¡En las fuentes de las sangres, brillando la energía,
volando más allá de la cronología de un suicida!!
¡¡Con ojos enormes, del tamaño del mundo,
se pueden observar mil campos de flores,
mil campos de exterminio de muertas plantaciones!!
¡¡Y con lágrimas en los ojos se puede contemplar,
así como una pintura incendiada por un ignorante,
el destino del mundo, la llegada final,
la gloriosa misericordia inexistente, desfalleciendo
el milagro del amanecer aburriendo de sol!!
¡¡La paz conseguida con el sufrimiento!!
¡¡El odio al prójimo como salvación!!
¡¡El amor, el respeto y la dicha,
como valores que las legiones desechan!!

Terminando de leer la carta, en la cual no se reflejaba el excentricismo que el extraño habitante le ponía con tan énfasis agresivo, levantó sus ojos de la hoja hacia mí cara, dispuesto a terminar de leer la última línea que allí risueña se encontraba. De ver el reflejo sobre sus ojos, esa línea, parecía más ennegrecida de tinta, más develante que cualquier frase antes leída, pero mi mente seguía pensando en tan escandalosas palabras citadas o simplemente escritas y leídas por aquel extraño ser, que tan apocalípticas sonaban, así como su visita a éste mundo del que Emerson tanto me hablaba y que yo tanto había deseado conocer, pero en el que con una angustia en silencio, sangraba ahora en mi por adentro al ver tanta crueldad y falta de afecto. De golpe, mis pensamientos se congelaron al extraño habitante continuar, soltando la frase como un suspiro enfurecido y agitado:
¡Tooo-dos seeerée-emos feeli-iices viiio-lentos, con la crueldad sonreiremos vivos!
Para ti enajenado amigo, nunca fuiste imaginación…Si oídos.
¡Y he aquí la firma! -dijo el extraño habitante-. ¡¡Hernán Poulett!! -continuó-
Sus palabras parecieron cientos de péndulos hipnotizando mis ideas, sus cantos eran mil masajes sobre mis pensamientos, como atrapándolos en el ambiente y relajándolos con cuidado, hasta adormecerlos, atontarlos produciendo una sutil sensación de calor en las extremidades del cuerpo, pero en contraste un aliento frío y vacío suspiraba, mientras sentado sobre mi silla, bamboleante hacia los lados con la sensación de que iba a desmayarme en cualquier momento, mi visión se tornó nebulosa mientras observaba su enajenada sonrisa y sobre mi cerebro un ligero dolor recorría cambiante, sintiendo como que se despegaba unos centímetros de mi cráneo y que al mover mi cabeza así como si tratara de quitarme el malestar, mi cerebro se golpeaba contra los costados como un pedazo de carne muerta. Quede encorvado sobre la mesa y lleve una mano temblorosa a mi cara y la posé sobre mi frente, que no tardó en empaparse de sudor, mis cabellos eran agua y podía sentir las gotas de transpiración corriendo por mi nuca, gotas que nacían tibias y se congelaban enfriándome la piel, naciendo sudor en mi cuello, hundiéndose hasta mi pecho donde morían frías enfriando mi torso y produciéndome tos seca. Mis labios se pasparón recubriéndose de una fina capa más fina que la piel, de un suave color blanco como la cal, que dejaba a mis labios maquillados como una roca partida, no podía mantenerme derecho sentado sobre mi asiento, era como estar sentado sobre grasa, amurándome continuamente con mis codos a la mesa para no caer, pero la mesa parecía ser una fuente de aceite que no me dejaba asentarme, era como que alguien me tomara del pescuezo y me zamarreara todo el tiempo, mareándome hasta mezclar tanto mi interior de sentir mi sangre convirtiéndose en brea espesa y machacándome la presión y la voluntad. Chispas, colores y nieblas eran detalles sin importancia, porque mi vista entre tantas disfunciones y tanto malestar, se mantenía sobre el extraño habitante que observaba mi acto sin siquiera pestañar, como si al cerrar los ojos en un ínfimo parpadeo, fuera a perderse un solo instante de mi ataque que parecía degustar con mucho placer, pero yo no podía decirle palabra, no podía increpar, sino que todos mis sentidos estaban colapsados, mis rodillas temblaban como de escalofríos y mis huesos parecían estar recubiertos de barniz, no sabía que me sucedía y tampoco podía hacer nada para averiguarlo, pero parecía cada vez enajenarse más, porque como ecos de sonidos y ruidos comenzaba a escuchar a lo lejos y un ruido constante como un chorro de agua resonando estridente. Sonidos que parecían agudizarse más y más. Más cerca llegaron y se escuchaba algo así como cien violinistas sin talento, tocando en cien sinfonías distintas. Nunca en mi vida me había sentido así, un sufrimiento tan profundo y doloroso, que de mi mente, entre tanta tortura, podía lograr hilar un pensamiento, colar un pensamiento en medio de la abolición que tan sólo podía expresar "¡Quiero morirme ya!, pero nada podía hacer, era como un encadenado destinado y resignado a experimentar los castigos infundados. Pero sin saberlo mi espíritu, mi visión, mi conciencia, mis recuerdos y mi archivo mental, estaba expresándose a través de mi cuerpo, produciéndome así un desequilibrio químico, al estar presenciando aquella situación con el extraño habitante, que ante tan vívidas palabras creó la atmósfera de un moribundo Deja vú, un sombrío y confuso Deja vú que me hizo llegar al límite, cayendo sin fuerza con mi rostro sobre la mesa, desmayándome como si a golpes me hubieran ordenado soñar. Y ahí estaba, inmerso en aquella atmósfera similar a la vía láctea, en el medio del camino de los sueños de color negro azulado, donde el sonido es sórdido como un leve y de momentos perceptible sonido a viento. Desesperado en aquel lugar, donde tantas veces había estado, aquel hogar donde viví gran parte de mi vida, aquel lugar donde a través de mis antepasados, mis sangres añejas y genuinas como el vino viaje por el mundo, donde creí conocer un amigo que tan sólo fue traición, aquel lugar donde visité otros mundos, donde vi las verdades y donde puedo saber y llorar por todo lo que en el mundo, precisamente "planeta tierra" sucede y la gente sabe pero simula no saber. Allí es donde me encontraba en aquella noche, pero en esa ocasión todo era diferente porque no había luces transportadoras por las cual colarme para viajar, no se escuchaban gritos o músicas esporádicas, era silencio y nada más, era miedo e inseguridad, lo que era raro porque esa solía ser mi guarida de protección, pero ya no más lo era porque intrusos habían entrado en lo que llamo intimidad. ¡Extraño habitante! -grité poniendo mis manos alrededor de mi boca en posición de embudo, para crear un estilo de megáfono para poder llegar más y más allá. Pero la respuesta no aparecía, el eco de mi grito se expandía y se escuchaba por minutos, como si lugar infinito fuera donde el eco no poder descansar. Y de hecho infinito el lugar era. Yo no tenía control ni siquiera en un mundo que casi creía sólo mío de tanto por ahí merodear, pero ese día era del Deja vú, él era el director y yo el protagonista obligado. Con torpeza comencé a caminar buscando nada en particular, porque no sabía nada respecto a que hacía en ese lugar, desconocía estar inmerso en el trayecto a un Deja vú y no tenía destinos donde poder dirigirme, porque nada en especial ahí se encontraba más que la infinita oscuridad. Cerraba mis ojos muy fuertes, queriendo despertarme ya, pero todo intento era en vano, seguiría allí todo el tiempo que se necesitara. Sin plegarias continué caminando en la nada, sobre la nada, hasta que de pronto una luz blanca, brillante y extravagante por donde se mire, con lo poco que se podía mirar al cegarme doloroso, se abrió de los arribas donde se encontraría un cielo, se abrió entre la oscuridad con una fuerza de tormenta que me arrojó hacia atrás, dejándome sentado sobre el suelo. Era así como una gran pantalla de cine jodidamente brillante que no dejaba pensar, la mente quedaba en blanco con única atención hacia esa porquería de luz que con ávida rapidez y astucia, descendió con toda velocidad hacia mí, sintiendo que iba a ser aplastado por un enorme cometa, pero la centellante luz se metió directo a mis ojos haciéndome acostar, recorriendo y llenando la integridad de mi cuerpo sumido en la inconciencia. Sin más, como un sueño que pareciera real, aparecí en medio de una plaza, pero no de esas en las que hay hamacas, toboganes y subibajas, ésta era una plaza de césped llano, un gran ombú en el centro y unos pequeños pinos, plantados cercanos como formando un círculo, en un extremo de esa plaza en forma de óvalo, como una rotonda rodeada frente a ella por viejos chalet y casas americanas, con la particularidad de que a mitad de cuadra de cada una de las calles de aquel barrio, había un cruce, un angosto pasillo que cortaba las respectivas manzanas, dando así un atajo, como solía decirlo de niño en mis anécdotas de niño y precisamente esa era la función. Era de mañana, nublado, frío y ventoso. El enorme ombú sacudía sus ramas y sus hojas de un lado hacia el otro con fuerte violencia, adueñándose e imponiendo en ese momento el sonido de las hojas rozándose con velocidad unas con otras. Sobre los tejados podía observar a las palomas ahí posadas, decenas y decenas de ellas ahí observando. Aquel era el barrio de mi abuela, el único lugar donde me encontraba tranquilo de niño, en esa plaza donde permanecía la integridad del día, hasta el anochecer en que volvía a casa de mi abuela a cenar y dormir. En realidad eran tres las ocasiones en las que regresaba a la casa: en el almuerzo, en la merienda y en la cena. Cuando estaba en la plaza, me trepaba a los árboles, me inventaba juegos y en la cima del ombú observaba a la ciudad hundirse en el atardecer. Todo giraba entorno a ese árbol, junto al cual solía sentarme a pensar. Cuando no estaba en la plaza caminaba por el barrio, inspeccionaba y me paseaba por los atajos. En las ocasiones en que regresaba a la casa de mi abuela, recuerdo llegar a lo de esa buena señora, María era su nombre y ella siempre estaba en el living de su casa, sentada en el sofá, mirando televisión. Cuando yo llegaba al chalet y abría la pequeña puerta marrón del cerco de madera frente a la casa, las oxidadas bisagras rechinaban y ella a través de la persiana americana me veía, por lo que se levantaba de inmediato para abrirme la puerta, siempre mostrándome una sonrisa. Recuerdo su cara todavía, tenía pequeños ojos negros que siempre guardaban un brillo especial, siempre bien arreglada y perfumada cualquiera fuera la ocasión, con su cabello blanco como su pulcra camisa, peinado en peluquería. Con los años los recuerdos se gastan, pero recuerdo a la perfección los atardeceres. El sol despidiendo el día fue siempre mi preferido, más que el de la mañana y por supuesto más que el de la tarde, que posee un brillo que me desagrada. Cuando llegaba el atardecer iba caminando por uno de los atajos, sobre el camino de cemento con césped a sus costados y más a sus costados unas canaletas de concreto, para sacar el agua hacia los cordones de la calle cuando llovía. Aún siento esa brisa que soplaba en el final del día refrescándome el rostro y al salir del atajo caminaba esa media cuadra de veredas en mal estado hasta la casa de mi abuela. Ella me esperaba con la comida lista, ya a esa hora cuando apenas empezaba a oscurecer. Siempre cenábamos temprano. Llegaba y luego de hacerme lavar las manos, íbamos para la cocina, donde ya listas hacia rato había un plato cubierto con un repasador donde estaban las empanadas caseras aún calientes. Hablábamos mucho siempre de distintos temas y cuando terminábamos de comer íbamos juntos al living a ver televisión, en donde también seguíamos hablando, pero siempre entre propagandas porque ella nunca quería perderse una frase de la serie que miraba a las ocho y treinta. Como dije hablábamos mucho, pero ya no recuerdo sobre que y ni siquiera puedo recordar su voz, tan sólo guardar la imagen de la casa oscura y la luz intermitente de la televisión, alumbrando el ambiente hasta irnos a dormir. Esos días fueron felices. A su casa siempre caminaba por cinco largas calles desde mi hogar, sobre todo en verano e invierno cuando tenía más tiempo libre por mis vacaciones escolares. Con el tiempo fui yendo menos a quedarme a su casa, incluso cuando tenía vacaciones y menos cuando no las tenía. Continuaba caminando las cinco cuadras hasta su hogar casi todos los días, daba vueltas por su barrio, pasaba frente a su casa, pero no tocaba a su puerta para visitarla, porque el maldito cáncer ya la había matado. Seguía en cada tarde yendo a esa plaza, pero ya no me trepaba a los árboles, ya no inspeccionaba, ni me paseaba por los atajos. Caminaba directamente a las pequeñas mesas y bancos de concreto, ubicados justamente tras los pinos plantados en círculos, sin levantar apenas la mirada del suelo y ahí me quedaba hasta que se iba el sol. Estaba solo, pensando y mirando a los árboles o a veces acompañado con Tomás, mi antiguo compañero de juegos, con quien nos pasábamos las tardes hablando de la vida. El tiempo pasó y yo seguía concurriendo a la misma plaza, pero ya no caminaba las cinco cuadras acostumbradas desde mi hogar, sino que caminaba quince cuadras desde una horrible pensión, en la que alquilaba una pequeña pieza gris, donde había tan sólo una pequeña ventilación, donde no cabía ni el tamaño de mi cara y el hedor a tabaco concentrado era el aroma normal. En una cama de una plaza de sábanas blancas, para entonces grisáceas y siempre destendida, permanecía la mayor parte del día, excepto cuando trabajaba en el supermercado los días viernes, sábados y domingos. Pero cuando no trabajaba siempre ahí en esa cama estaba, tirado mirando televisión y metiéndome cocaína de tanto en tanto, para facilitarle a mi alma, el viaje a través de los sueños hasta mis antepasados. Pero rara vez lo conseguía. Como una rutina, luego de pasarme la tarde como un parásito, es cuando salía de mi agujero e iba al kiosco de la vuelta a comprar cigarrillos. La tarde ya terminaba, las calles podían verse vaciar de vida y el sol podía verse como se esfumaba entre los árboles y a diferencia de mis años pasados, en que a esas horas de la plaza regresaba a mi hogar cuando se perdía la claridad, en esos tiempos cuando la claridad desaparecía es cuando visitaba a la plaza. Caminaba las quince cuadras hasta la plaza, directamente hasta los bancos y mesas. El lugar estaba completamente desolado y el viento siempre soplaba frío como si fuera de campo. Ahí es donde siempre me encontraba con Tomás pasadas las ocho de la tarde. Yo siempre puntual ahí me encontraba ocho menos cinco. En medio de la oscuridad podía divisarlo doblando la esquina, siguiéndolo con la mirada hasta llegar y sentarse frente a mí. Todo realmente estaba muy oscuro, tan sólo dos faros públicos se encontraban en un extremo, cruzando la calle al otro lado de la plaza. Llegaste temprano -dijo él acomodando su morral sobre su regazo-. Como siempre mi amigo, ya estaba harto de estar viendo TV- respondí prendiéndome un cigarrillo. Seguido, sacándome el atado de las manos, tomó un cigarrillo y dejó el paquete sobre la mesa, encendiendo su cigarro y diciendo:
-Yo me pase la tarde mirando televisión, estaba viendo un programa ahora, por eso llegue tarde- respondió sonriendo, como excusándose antes de que pudiera preguntarle porque se retrasó
-Eso terminará jodiendote el cerebro amigo
-No tanto como los cigarros que te fumas- respondió risueño, viendo todas las colillas que ya había apagado sobre la mesa
-¿Tabaco? ¡Ja!, esto no enferma, me entretiene...
-Si como no
-¿Sabes que me enferma y no me entretiene?
-No se, tu dime...
-¡La maldita TV amigo, eso me enferma!
-Bueno si, los programas no son muy buenos
-¡¿Que no son buenos?!..¡son una maldita mierda!
-No se, sólo es televisión no le doy mucha importancia- respondió desinteresado sacando una cigarrera de cuero marrón de su bolsillo
-¡Fuck Tomás!..¿escuchas lo que decís?...¡La TV!, ¡Ahí es donde tienes la respuesta a todo esta sociedad!
-¿De que hablas?
-¡De la estupidez de la gente, del porque la gente es tan estúpida!, ¡las superfluas modas, la música mediocre, los clichés que se insertan en el lenguaje y se dispersan por todos lados!
-Si lo sé, pero bueno los empresarios invierten en proyectos que puedan funcionar- contestó sacando de su cigarrera papelillos y una bolsita transparente abarrotada de marihuana
-¡Ellos, ellos!...¡¡Los productores!!...¡¡ahí está el crimen amigo!!
-¿El crimen?..¿que crimen?
-¡El estúpido crimen!...¡llenan la maldita televisión de programas
hechos para gente estúpida!..¡Escándalos de "celebritis", series
con las mismas tramas una y otra vez por los años de los años, pero un poco maquilladas!
-Bueno si...
-¡Telenovelas nacionales, internacionales, programas de chimentos, programas "hechos"
para soñadores…Ja..!...¡R-e-alitys Sho-ws!!...mucha de esa mierda regada por todo el maldito mundo, por toda la porquería de programación!!
-Y si, meten mucho de lo que da raiting- dijo alisando un papelillo sobre la mesa y desatando con cuidado la bolsita
-¿Y entremedio de porquería y porquería que encontramos?
-¿Más porquería?
-¡Si! o comerciales también son llamados, ¡el intermedio entre una mierda y su continuación, son los idiotas comerciales!
-Son un fastidio, cada vez peores
-¡Son comerciales prearmados y estúpidos! - conteste simulando vomitar
-'Ja, Ja', son horribles, si, como si no se vieran falsos- comentó vertiendo de la pequeña bolsa unos cuantos gramos de marihuana sobre el papelillo
-La TV está arruinando todo
-Bueno, estoy salvado de tus críticas porque estuve viendo un programa de historia- dijo sonriendo y arrojando el cigarro que mantuvo en su boca casi si inhalar
-¡Son críticas, sí!, ¡Porque están arruinando a toda una generación!, ¡Murió la cultura!... ¡La TV es la ventana al mundo, o bien es un espejo del maldito reflejo de toda la sociedad!... ¡¿Porque hay programas estúpidos?!
-Por...
-¡Porque la gente es estúpida!, ¡¿porque la gente es estúpida?!
-dime- respondió terminando de enrollar su cigarro casero y pasándole la lengua sobre las uniones del papel
-¡Porque está muerta la maldita cultura!...... ¡Bang comerciales, bang telenovelas, bang y todo un regadero de mentes desechas!
-Dame fuego- dijo más atento a su material que a mis palabras, mientras le daba mi encendedor
-¡Decime, ¿a quien le importa?...a nadie, ¿que se hace para detenerlo?...nada, ¿Quienes salen perjudicados?!
-¿Todos?...
-¡Excepto!...¡¡Los productores!! , ¡Ellos no son los estúpidos, ellos crean las estupideces que saben que todo un pueblo masticará sin preocuparles los daños!... ¡¿todo porque?!...¡tan sólo una palabra clave!...
-Plata- respondió prendiendo su cigarrillo e inhalando con fuerza, como si absorbiendo la bombilla de un mate tapado estuviera
-¡Plata...plata!, ¡A la gente ya nada más le importa, que ser estafada como imbéciles!, ¡¡Ya no se aprecia una buena canción!!, ¡¡Ya no se encuentra una buena película!!, ¡¡Ya no hay mensajes profundos, ya no se ven cosas reflexivas!!! ¡¡¡Ya...
-¡Oye!, calma amigo, no se con cuanta droga vienes puesta de casa, pero tranquilízate...fuma esto y tan sólo relájate
-Si, es que cada vez me siento más antisocial, ¡y con razón!- respondí tomando el cigarro de su mano e inhalando con ansiedad, como desesperado buscando un momento de sosiego
-Eso es- susurro sonriendo
-¿Y bien?
-¿Y bien que?
-Vamos, no te hagas, ¿tienes lo mío?- respondí ya adueñándome del porro
-¡Claro que si mi hermano!- dijo abriendo la solapa de su bolso en su regazo
-La misma de siempre ¿verdad?
-¡No, he conseguido a alguien que nos vende jodido oro blanco!, ¡Es de lo mejor que hay!
-¡Vamos, no me vengas con eso para subir los costos!
-¡Hey, te estoy consiguiendo lo mejor!
-¡Yo sólo quiero drogarme con eso, no quiero pagar más!
-¡Yo también soy consumidor amigo, no soy un narco, a mi también me la suben!
-Bueno ya no te ofendas, ¿esta bien?- respondí sonriendo
-No me ofendo, no me ofendo...Bueno aquí tienes tu ladrillo- respondió sacando el paquete de cocaína del bolso y poniéndolo en la mesa
-Perfecto...- respondí tomando el ladrillo y metiéndolo en el bolsillo interno de mi chaqueta
-Ya eh probado de la que compre para mí...es muy buena
-¿Y bien?, ¿cuanto más?
-Cincuenta- contestó, mientras yo sobre la mesa dejaba el sobre con el dinero y de mi bolsillo sacaba cincuenta pesos de la billetera y los metía en el sobre
-Ahí esta todo, cuéntalo...
-No, está bien- respondió tan sólo echando un vistazo dentro del sobre, viendo una hoja doblada junto a los billetes, a lo que me miró al momento sin necesidad de evocar una frase
-Sólo es algo que escribí, algo en mis sueños, mis viajes...no lo se, estoy muy disperso para poder concentrarme, pero con tus conocimientos...
-¿Con mis conocimientos que?
-Bueno tu lees y sabes mucho sobre los sueños y cosas de esas, haber si te significa algo lo que escribí, talvez son sólo delirios
-Luego lo leeré amigo
-Bueno...Oye, ¿donde vas a comprar el material?
-Por allá, en los barrios bajos, cercanos a la Fábrica textil abandonada, ¿por?
-¿Podría acompañarte alguna vez?
-Esos tipos son muy jodidos, no se andan con vueltas
-Sólo alguna día...
-Bueno ya veremos cuando se da...
De pronto sin esperarlo, un dolor infernal atacó mi cabeza, como si con lápices bien afilados me estuvieran presionando en la cien. Con mis manos me tomé del pelo, tensionando mi cuero cabelludo casi hasta enrojecer y con los ojos bien cerrados, sentí como si con una fuerza impactante, un conducto de luces de colores viajando a miles de kilómetros entre medio de la oscuridad, me succionara arrastrándome y llevándome a través del mismo a la velocidad de la luz, sintiendo al final del camino, como haber caído de la altura de un techo, pero sobresaltado desperté en aquel abandonado local, frente al extraño habitante ahí sonriendo, que al mirarlo como si por primera vez lo viera después de tiempo, grité horrorizado: ¡¡Tomás!!
-Así es mi hermano, parece que olvidas muy rápido a tus amigos- respondió con una sonrisa en que se percibía la crueldad
-¡¡¿Que es todo esto?!! , ¡¡¿Que esta sucediendo!!??
-Fue un simple Deja vú amigo mío
-¡¡¿Deja vú?!! , ¡¡Un Deja vú es una situación, que nos da la sensación que ya la vivimos en otra vida!!, ¡¡Esto fue como un recuerdo!!, ¡¡Puedo recordar ese día y muchos más que parece que había olvidado!!
-Amigo, acabas de sufrir un Deja vú, ¿cuantas vidas crees que vives?
-¡¡¿De que demonios estas hablando?!!
-Fue un Deja vú, porque fue en tu otra vida, esa que vives al despertar de este "sueño" que tienes conmigo hablando ahora en este lugar, esa en la que despertarás pensando que sólo fue una pesadilla, un mal sueño...
-¡¡No puede estar sucediendo algo así!!- respondí con mi quijada sumida en temblor, así como todo mi cuerpo
-Pero esta sucediendo, todas las personas viven en un sueño, lo que llaman "vida real", hay felicidad, hay violencia, pero todo en pequeñas dosis, pero tú como tantos otros merodeas por ambos mundos- contestó con un tono pausado y enfermizo como en toda la conversación
-¡No puedo entenderlo!
-Has conocido muchas cosas e incluso ahora estás en este lugar, deberías de entender muy bien todo
-¡¡Pero todo es confusión!! , ¡¡¡Delirio!!!
-Somos animales salvajes, salvajes es como vivimos en el "mundo real" y en "Los Siete Jardines Verdes"
-¡¡¿Pero cual demonios es la realidad?!!
-Los Siete Jardines verdes mi amigo, en el "mundo real" sólo se viven las secuelas de lo que aquí vivimos, porque todos vivimos aquí cuando en las noches dormimos, muchas de las cosas que adjudicamos a los sueños, a las pesadillas, pero en realidad tan sólo son meros recuerdos de la vida misma, de la que no muchos se logran concientizar...pero tú si puedes
-¡Voy a volverme loco, voy a volverme loco!
-De seguro has tenido muchos nombres, paranoico, lunático, demente, ¡Bendito esquizofrénico! y eso es lo que eres, sólo que en el mundo terrenal son gente denigrada y aquí privilegiada
Con el estómago revuelto, así como si se revolviera una hoja, me levanté encorvado de mi asiento e hice unos pocos pasos hacia la puerta como buscando aire, buscando un fin a ese terrible momento, pero con mis rodillas punzándome de dolor haciendo temblar mis piernas, caí sobre el suelo como habiéndome tropezado, apoyando un pie y clavando la rodilla derecha directamente sobre el piso "¡¡¡AAHAHAHAHHHHHHHAAAAA!!..¡¡AAAAAAHAHAHAHAHAHAHAHA!!!, ¡¡Maldita sea!! , ¡¡Fuck!!
-Hey, hey, calma amigo, calma...-susurró levantándose de su silla y parándose junto a mi, observándome en el suelo tirado
-¡¡Aléjate de mí!! , ¡¡Tú estás muerto!!
-Que haya muerto en aquella noche por el disparo de un narco, no quiere decir que se me haya acabado la vida, aquí naces de nuevo, aquí se es feliz...
-¡¡¿Como se puede ser feliz en este infierno?!!
-Aquí se erradica el amor, son cargas que los mortales llevan en sus vidas jodiéndolos a todo momento, aquí sólo te preocupas de hacer lo que te parezca correcto y nunca sentir dolor, el mundo terrenal no es mucho menos espantoso que esto, pero existe el encubrimiento, existe la mentira, existen las apariencias y aquí todo eso se desecha, se erradica la conciencia, al principio cuesta, pero con el tiempo uno se da cuenta que en futuro, ni el amor, ni la carga de conciencia, ni la culpa de nada servirá, en un futuro que no tiene escapatoria a nuestro instinto animal...
-¡¡No puede perderse la conciencia, no puede dejarse de amar!!, ¡¡Yo estoy enamorado de Julieta!!, ¡¡Yo quiero una vida con ella!!
-¡¡¡Te atreves a desafiar mi palabra estúpido espécimen!!! , ¡¿De donde crees que se creó Emerson?! , ¡¡¡De cada viaje a estas tierras has desechado parte de tu conciencia, que no te permite recordar!!!, ¡¡¡De los desechos de tu mente, los parásitos se crearon en tu amigo, al mundo de los sueños entrar!!! , ¡¡¡¿Y amor dices sentir?!!!, ¡¡Pareces ya olvidar!!! ¡¡Estas perdido amigo, perdido!!!
-¡¡Ya cállate, estás confundiéndome todo, todo!!, ¡¡Yo he viajado, he visto que le sucede a la humanidad, he visto los hospitales psiquiátricos, donde todos encerrados quedarán, he visto a los poderosos teniendo en las palmas de sus manos a la población, eso es lo que vi que sucederá y no es un sueño meramente agradable, como dices que la vida real es!!!, ¡¡Pero tampoco es éste sueño que llamas la vida misma, donde los sentimientos de amor, donde las líneas de poesía y el afecto no existe!!!
-¡¡¡Ante tan imbéciles palabras podría asesinarte ahora mismo idiota!!!
-¡¡¡¿Y porque no lo haces, si aquí he de renacer de nuevo como dices?!!!!
-¡¡Porque ya no renacerías en tú, en Hernán, ya serías alguien más que no aprendería su lección!! , ¡¡¡Estas perdido, perdido en laberintos que no tienen salidas!!!
-¡¡Al diablo, vete al diablo, porque volveré a mi mierda de vida real y allí buscaré encontrar el sitio, donde pueda con ese única persona que en verdad importa en mi vida, tener una vida donde se pueda respirar!!!
-¡¡Ja, Ja, Ja, Ja, Ja!!
-¡¡¿De que reís??!!
-¡¡¡Ja, Ja, Ja, Ja, Ja!!!- continuaba estridente irrumpiendo en el lugar
-¡¡¡Éramos amigos hijo de puta!!!
-¡¡Ja, Ja, Ja, aquí no se tienen amigos verdaderos, aquí el egoísmo es nuestra libertad!!! , ¡¡Pero ya vete, vete insicipiente ser vivo, vete inmundo soñador!!

'Los días malos se han aproximado tan de repente, que me orine encima sobre toda mi ropa interior y todos mis jeans destrozados, pero nadie lo ha notado todavía, porque estoy entre medio de meones de mierda, donde el olor a orina es normal para ellos. Parece ser una estación de trenes, con todos esos vagos meando las paredes y pasándose de borrachos, pero es la plaga social pasándose de retardados. Soy bueno para odiar, supongo que es un don que algún hijo de puta me ha infringido en este bendito planeta. Me he enamorado una sola vez en la vida, porque toda la vida no tuve tiempo para amar y amaba a esa chica, tanto como amo destrozar a alguien a golpes hasta que se le vaya lo gracioso, hasta que se le gaste el suspiro de paz y quede indefenso y humillado. Esa chica era hermosa para mí y para otros un saco de basura, pero el amor es como un virus que no te puedes quitar, es el cáncer ahí agarrado a tu corazón, como una garrapata que te chupa lo malo y te deja blando y débil como un castigado lisiado, pero así todo se sentía bien. Su boca estaba tan llena de suero, que me alimentaba las ganas, sus besos dejaban mis labios como anestesia dental. Podría haber vivido inyectado por una manguera, clavada directamente en su corazón drenándome de sonrisas, pero tuve que cortarle el cuello y arrojarla al río porque no dejaba de gritar que yo había perdido la razón. La maldita imbécil si que era mi persona favorita, pero me jodió la adrenalina. Luego ya volví a enamorarme y me di cuenta que era la primera vez que en verdad estaba enamorado. Soy un criticón y juzgador, porque soy un estúpido humano sin conciencia. El mundo ha cambiado, las monjas acaban de abortar a dios y los religiosos del domingo han incinerado a sus hijos, en ofrenda a que regrese su gran señor. El mundo ha cambiado, el negro sigue luchando por tener de esclavo a un grupo de putos blancos y los blancos se creen mejores que unos negros luchando. El mundo ha cambiado, todos cargan armas para matar al armado y los vestidos de azul son más peligrosos que el diablo. El mundo ha cambiado, se violan en cárceles, descampados y veredas delante de todo humano. El mundo a cambiado, los políticos son odiados por matar a palazos al pueblo con brillantes guantes blancos y matar de hambre a niños, tan sólo no sacando de la lacena los platos. El mundo ha cambiado, todos son unos envidiosos de mierda, que imitan alegrarse por lo bueno que a otro le ha llegado. El mundo ha cambiado, todos son unos idiotas, falsos, vacíos, pregoneros de la ignorancia y estúpidamente humanos, jodiéndose unos a otros y escupiéndose sus espaldas. El mundo ha cambiado, es un pedazo de mierda. El mundo no cambio, sigue siendo la misma basura.'

Abrí la puerta de mi hogar, o mejor dicho el hogar de mis padres y lo primero que noté al prender la luz, fue una nota pegada en la heladera en la que decía: "fuimos al cine, Un beso". Así que la casa estaba sola y yo realmente podía estar tranquila sin nadie que me hablara, porque al llegar del trabajo cansada, no había cosa que me molestara más, que entablar una conversación vacía y cotidiana sobre mi día y las respectivas vivencias y anécdotas interminables de mis padres, que hacían que me vaya acostar con el autoestima abusado. Dejé mis libros sobre la mesa y me senté unos segundos a descansar y a fumarme un cigarrillo. Por unos minutos hice zapping, pero nada había en la televisión que quisiera mirar y sin más que hacer, abrí una novela en la página señalizada donde había quedado, que hacía poco había comenzado a leer y antes que ahí sentarme a continuarla, me levante a prepararme un café con leche.
El aroma a café nunca había sabido tan rico y cálido, la luz nunca había brillado tan tenue y en la TV se veía un video de música de una canción que escuchaba siempre de niño, pero no podía entrar a ese bar con mis pintas de vándalo y no es porque me importara que podrían de mí decir los humanos que ahí se encontraban, porque a juzgar por sus ropas y sus raros peinados, no eran más que un puñado de jodidos descerebrados y me importaba una mierda que pudieran murmurar, aunque no digo que no me gustaría darles una buena tunda, pero de seguro me estarían buscando y no podía ser tan visiblemente idiota. Caminando calles abajo por Ñuberi, ya en mi pecho me jodía la abstinencia, así que hurgando en mi bolsillo para comprar cigarrillos, saqué la billetera de aquel maldito guardia, al que no le gustó que lo arrojara por la escalera, el tipo calló pesado y duro como una bolsa de cal y golpeado seguía teniendo insultos y juras de venganza, iba a irme pero fue como que su aroma a cavernícola, emanaba una sustancia adictíva que me llamaba y atrapaba haciendo peligrar mi huída, pero de todas formas bajé, tomé su barrote y le aventé un golpe en el plexo solar, nunca pensé que sería tan placentero golpear un gorila, para ese momento estaba débil y ya difícil me había sido arrojarlo al pozo pateándole sus testículos, pero en el primer golpe que le aventé mis fuerzas parecieron recobrar vida, entonces con fuerza tomé el barrote y se lo aventé sobre las costillas y "crack", el quiebre y el susurro quejido que largaba ese homosapiens en cada golpe, era como el azúcar más preciada para el diabético más forajido, entonces tomé el barrote, como si un bat de béisbol fuera y con exquisita ira se lo di en la cabeza una vez, dos, tres y cuatro veces, pero nunca era suficiente para golpear ese saco de huesos y así terminé aventándole unos veinte barrotazos, partiéndole bien ese cráneo feo y cuadrado, rompiéndole esa cara de imbécil, que tantas veces había visto sonreír luego de que me golpeara, le rompí todos esos dientes que eran el reflejo de su crueldad y esa mandíbula que tanta estupidez articulaba le quedó fragmentada casi como todo su rostro, porque en su quijada fueron los últimos golpes en donde puse más entusiasmo y me desaparecí antes de que me diera asco la sangre. Entonces ahí estaba, ya de madrugada con cigarrillos en mis bolsillos y uno fumándolo de atracones, mientras sin techo miraba mis alrededores y tan sólo veía bancos ocupados por vagos, gente cubierta de diarios y muy poco sueño todavía.
¡¡Analgésicos, jarabes, aspirinas, aroma a alcohol, jeringas, calmantes, insulina, sagrados Válium!! , ¡¡Estamos de suerte, estamos de suerte, podremos mantenernos en pie, erguidos merodeadores nocturnos, con bolsillos llenos de salud amorcito!!- gritaba Hernán arrodillado en el baño de la casa de Julieta, revolviendo una caja de zapatos que usaban de botiquín en el hogar
-Calmáte Hernán, estas muy exaltado, ¿como me encontraste?- respondió Julieta fuera del baño, sorprendida por su enamorado habiendo llegado a su hogar
-¡La guía telefónica amor!, ¡Ahí encuentras lo que sea!, pero oye, decíme ¡¡¿como es que tienes tan jodido tesoro aquí?!!
-Mi padre es farmacéutico, creí habértelo mencionado
-¡¡Joder!!, ¡no lo mencionaste amor, lo recordaría te lo aseguro!
-Hernán podemos hablar por favor, estas muy descontrolado, ¿que ha sucedido?- preguntó Julieta, a lo que Hernán aún arrodillado, permanecía con la cabeza baja en dirección a la caja. Nada, nada, soy libre ya, soy libre ya -respondió apagado e inmutable-. ¡¡Oye, vine a buscarte mi amor, para que nos vayamos lejos de aquí, juntos, bien lejos donde la sociedad no nos joda la conciencia y el corazón!!- continuó, ahora exaltado, poniéndose de pie y yendo hacia ella, posando las palmas de sus manos sobre las mejillas de Julieta y dándole un beso en sus hermosos labios. ¡Te amo mi amor!- exclamó. Yo también te amo mi Hernán, ¿pero como saliste?, amor no te veo bien -habló ella, llenándose sus ojos de lágrimas. ¡No importa como salí, no importa nada de aquí, lo único que importa es lo que siento por vos!, ¡escápate conmigo! -exclamaba él dándole besos entre palabras. Ay mi amor -habló ella angustiada, así como enamorada de él a pesar de todo. Julieta, por favor no me mires así, no estoy jodidamente loco, sólo enamorado... ¿vienes conmigo amor?- dijo él-. ¿Y adonde iremos Hernán?. ¡¡Al sur allí iremos, a la zona boscosa, a las montañas, entre los ríos, ahí libres de terminar encausados por los planes del gobierno, libres de terminar sin libertad mi amor!!. ¡Amor te extrañe mucho! -soltó ella abrazándole bien fuerte, como queriendo exorcizarle el alma-. ¡¡Yo también, ya vámonos mi amor, no quiero que terminemos arrastrándonos como babosas, mientras nos echan sal y nos tiran fuego, no quiero perderte!!

'El aliento era cerveza, las palabras etílicas y las ganas de orinar eran demasiadas. Amo al Rock 'n Roll, como un Nerd ama sus libros y tareas eternas, pero nunca hay que generalizar, porque esa noche de bandas en aquel viejo edificio reedificado, el asmático cantante se metía una dosis de inhalador, atrás de sus fondos blancos de alcohol y eso realmente parecía gustarle. Unos tipos de una banda llamada "Sideral", eran los que seguían a tocar y en su espera no había mejor cosa, que beber alcohol, reírse de estupideces y ser un poco humano. Pero siempre hay algo que lo arruina todo, supongo que así es la vida, porque esa noche no fue la excepción y terminó por arruinarse. Como dije no hay que generalizar, pero concuerdo conmigo mismo que por lo general, los fan's de "The Rolling Stones", mejor conocidos o peor conocidos mejor y repugnantemente dicho, como "Rollingas", son unos ignorantes producto de las apariencias, que intentan simular tener un gusto musical, al compás de un baile gallinesco, que bien podría serle atribuido a la persona más estúpida del mundo, pero no era una persona, sino millones de ellas. Con sus aires de comunidad impenetrable, para todo aquel que no se corte el flequillo como Moe de los tres chiflados, que no use pañuelos en el cuello, zapatillas blancas desmembradas y se la pase mangueando cigarrillos, entraron al lugar, "El club social Hernán Hamilton", pero no dentro del salón, porque salía dos pesos la entrada, así que junto a la ventana se quedaron, bebiendo vino con gaseosa mezclada en una botella, como si de una escuela de ebrios bailanteros hubieran salido. "Ave Huésped", otra de las bandas locales de esa noche, bebían algo en una mesa muy cercana al escenario, aunque escenario no había así se le llamaba a donde se ubicaban los instrumentos, mirando a los músicos que estaban acomodándose para comenzar su show. El show finalmente comenzó, para hacernos escuchar su reciente disco, el cual hacía una semana que venía con las ganas de escuchar, desde que había visto los anuncios en las tiendas del centro, anunciando a las tres bandas de la noche, entre ellas "Agonía de Cristal", un conjunto de citadínos, amantes de la música y amigos del alcohol que tocaban su primer show y el día había llegado, siendo el turno de "Sideral", pero su música, sus canciones, la voz, el sonido, no podía escucharse nada y no por problemas de audio, porque éste era perfecto y estridente, saliendo por los parlantes con violencia, entrando en los oídos y entreteniéndote el cerebro, sino porque al comienzo de la primera canción, como un zumbido, como un enjambre de avistas jodiendote la paciencia y clavándote los aguijones en el don de estar tranquilo, comenzó a revolotear junto a mi cabeza, machacándome la atención de aquellos tipos aporreando sus instrumentos y ni un extraordinario solo de guitarra, ni las líneas de poesía más profundas, ni un bajo espectral que me recorriera de escalofrío la columna vertebral, ni un teclado que sonara a paraíso terrenal, casi haciéndome creer en dios y ni una batería retumbando fuerte, haciendo joderse y llenarse de envidia a los latidos de mi corazón marchito, podía engañar a mis sentidos, para que pueda disfrutar del show, porque entre las voces del público cantando las canciones, el chasquido de unos quince encendedores casi sincronizados encendiendo cigarros, los brindis de medianoche entre las familias de amigos o familiares elegidos, también podría decirse, chocando alcoholizados sus copas en promesas o buenos deseos, que una vez sobrios por lo general no son cumplidos y las "declaraciones de amor" entre personas vacías, que tan sólo quieren llegar a una cama, podía percibir y llegar a escuchar, casi con una in entendible claridad, a esa manada nómada de ignorantes sin sentido, que comenzaron entre risas y con su tonada de voz característica, tranquilamente confundible con la de un analfabeto con las cuerdas vocales manoseadas, a gritar con sus voces intercaladas "¡Tócate broun yugar!", "¡Lob estron, tócate!", "¡Tócate broun yugar!", "¡Lob stron tócate!", una y otra vez gritando, una y otra vez matándome lo bueno, a lo que ese viejo bocón de haberse muerto hace años, como tendría que haberse muerto, para no perder la dignidad de ser una revolucionaria estrella de rock, estaría revolcándose en su tumba y no precisamente bailando patéticamente. Sentí tanto asco, que me hubiera acercado hasta la ventana y les hubiera vomitado sobre su moda, pero mi frecuente dolor de cabeza, me atacó como un animal salvaje sobre la cien, haciendo arrastrarme hasta el baño, donde un repentino viaje se apoderó de mí, haciéndome caer al suelo, un familiar en busca de calmar la ira que en mí se formaba, pero en realidad era mi espíritu y mi psiquis, buscando a un antepasado familiar, que con ojos tranquilos contemplara un enorme río, donde el aire corra apacible y sedante para mis sentidos.'

-¡Tus ojos, tus ojos, que tan centellantes tienes de alegría a mi agonía!!
-¡¡Sufrirás por haber perdido el control de tu persona, te has mezclado el mundo real con el irreal, no sabiendo cuales son los verdaderos, todo se te va de las manos amigo!!
-¡¡No puedo haberlo hecho, no puedo, aquí estoy , aquí me tienes ante tus ojos y bien sabes que dijiste, que el planeta tierra, la vida real que creemos que tenemos, no es más que un sueño, vegetativo me siento, pero recuerdo tu voz diciendo que "Los siete jardines verdes" son los reales pueblos!!
-¡¡Aquí es la esencia, aquí es la realidad, como animales de selva nos criamos y matamos, pero nunca nada has entendido, porque la "vida real", ese sueño colectivo de la íntegra humanidad, es un escape a un mundo más tolerable, sentimental y no tan salvaje como en el que en verdad vivimos y así como las drogas, es una forma de vida irreal, pero que la mente la crea haciéndola sentir real, con verdaderas emociones, el planeta tierra es una necesidad humana que se creó en con el pasar de la historia, para escapar de la realidad, es como una droga que te saca de lo que en verdad vives, pero tan sólo debes cerrar los ojos y soñar y así al despertar no recuerdes, has disfrutado o sufrido, has vivido un día más en esa realidad mentalmente creada!!
-¡¡Tu has muerto y aquí permaneces!!
-¡¡Yo he muerto y en "la vida real" me he creado otro sueño, así como si realidad virtual fuera!!!
-¡¡¿Pero las personas que allí conoces, el amor y todo lo maravilloso de la vida, o de ese sueño como dices?
¡¡¿Es que aún no lo entiendes?, son partes de ese sueño, son partes de esa forma de realidad, son realidades las que cometes y no una pesadilla que no podrías controlar!!
-¡¡No puede ser, no puede ser!! , ¡¿Porque haberlo hecho?!
-Simplemente porque destruimos todo lo que construimos, nos aburrimos y por curiosidad destruimos, somos viles y llenos de crueldad, somos una puta fachada simulando normalidad, cuando en realidad tenemos los pensamientos podridos, negros y fríos como somos aquí jodidamente contentos y jodidos
-¡¡Pero yo no lo quise hacer!!
-En el fondo sabes que así lo quisiste, aunque no sepas porque y las respuestas se sienten inhalando muy fuerte, los putrefactos sentidos de nuestra vida real, se te han ido de las manos y los llevaste arraigados a tu sueño de felicidad, pudriéndolo así y de tu sueño hacia aquí traes arraigada la angustia y los frescos sentimientos, por eso tus lágrimas, por eso tu dolor, ¡¡Por eso tu descompensación y falta de adaptación, estúpido ser vivo!!
La niebla atesta el lugar ésta mañana, estoy vestido como un leñador con mi camisa a cuadros, mis jeans clásicos y una botas sucias, bien podría ser confundido con un espectador grunge de los años '90, pero esas épocas ya están viejas y mi vestimenta se debe a mi vida de bosque. Supongo que con el tiempo uno se mimetiza en el lugar, se hace parte de el. Yo me siento todo un campesino, mi garganta siempre está mojada de whisky, en el bolsillo de mi camisa siempre tengo cajetillas de cigarros y mi barba siempre está de unos días. Junto a la casa tengo mi camioneta ranchera modelo '70, en realidad es de mi amada o mejor dicho de sus padres, pero al fin nuestra, ya que pasó más de un año en que nos la llevamos. Tuvimos que hacer muchos viajes al principio, para traer víveres para mucho tiempo, que guardamos en nuestro sótano, nuestro tesoro, pero desde entonces ahí quedó parada, de a poco se arruina pero eso no me preocupa, porque tengo todo lo que quiero. Cargo en mis manos con una carabina, nunca antes había cazado, supongo también que se deberá al lugar, porque ahora me encanta aventar disparos y destrozar animales, aunque no en todas las ocasiones formen parte de nuestra cena.
El cielo se encontraba encapotado esa mañana y la niebla apenas si dejaba ver a cuatro metros de distancia, todo estaba turbio y el silencio se acompañaba de los pasos de Hernán, hundiendo sus botas en el fango, mientras buscaba marcar el destino de algún depredador. En medio de la niebla, comenzaba a sentirse sobre el rostro una pequeña garúa y a él eso realmente le gustaba. A él le gustaba cazar en la mañana, casi en todos sus días, le gustaba pescar en el río en las turbias tardes luego de dormir la siesta, le gustaba hacer el amor con su mujer y decirle como una necesidad arraigada profundamente en su corazón, todo lo que la amaba. Él siempre recordaba las primeras miradas entre ambos, como su recuerdo más feliz, antes de siquiera conocer quien era, porque sus sonrisas y miradas habían formado todo lo que ahora tenían, simplemente paz, amor y emancipación de una sociedad enferma. Unos aleteos sintió sobre sus arribas, a lo que apuntó su arma, pero nada veía, no era una buena mañana para cazar. Un búho -se dijo y continuó caminando-. De su bolsillo sacó un cigarrillo y se lo prendió y se lo fumó todo sin moverse del lugar. Se cansaba demasiado por la ingesta diaria de tabaco, se le había hecho una adicción riquísima, así que en todo momento se encendía un cigarrillo. Su circulación sanguínea estaba medio jodida, siempre dolían sus rodillas y brazos, así que siempre se tomaba unas pastillas moradas, para mejorarse. Su pulso con el tiempo se había atrofiado, siempre estaba con temblores, así que tomaba unos calmantes, los mismos que tomaba para poderse dormir, porque si no se la pasaba con insomnio, bebiendo café y pensando en blanco. Hacía tiempo que se alejaba de los viajes, ya no quería saber más, ya tenía lo que quería y no buscaba los sueños, los sueños de tanto en tanto lo buscaban a él confundiéndolo. Unas corridas escuchó detrás de sí. Un zorro -pensó temeroso apuntando su arma, pero nada se veía, así que caminando continuó-. De pronto un movimiento vio de reojo y apuntando su arma, gatillo atravesando el mantel que colgaba en el tendedero, llegando y perforando y destrozándole el pecho a su amada, a lo que corriendo fue a mirar y su garganta se anudó como una orca, al ver a Julieta cubierta con el blanco mantel empapándose de sangre y hundiéndose húmedo sobre el hueco que había quedado en su pecho. Todo había quedado sórdido tras el disparo, ya no escucharía su voz nunca más, ni la vería sonreír nunca más, ningún "Te amo" se escucharía de nuevo de sus labios y sus brazos ya nunca más lo abrazarían, porque simplemente la había destrozado de un disparo. Pero Hernán no gritaba, ni lloraba a lágrima tendida, sino que tenía sus dientes apretados, parado junto al cuerpo y con lágrimas cayendo por sus mejillas heladas, porque al segundo antes de disparar, había logrado visualizarla, hubiera podido no gatillar, pero sin dudarlo gatillo haciéndola pedazos. Y con ella ahora muerta, como queriendo borrar ese rostro libre de vida, como queriendo preservar en su mente la imagen de su rostro feliz, cargó un cartucho a la carabina y le disparó en la cara, para borrar el rostro frío del mapa. Dejando caer su arma se dirigió al interior de la casa y con su pulso arruinado, revolvió en la lacena donde guardaba sus medicamentos y tragándose cinco pastillas para dormir, busco un vaso y se sirvió whisky hasta caerse tendido al suelo como un parásito. Tirado ahí en medio de la cocina, totalmente inconsciente, su frente se empapó de sudor y su cuerpo convulsionado comenzó a temblar y zamarrearse para todos lados, como si poseído por un espíritu estuviera, pero sus sentidos sólo estaban colapsados, rompiendo las lógicas de la cronología y auto infringiéndose un viaje directo a su mundo de sueños a través de las drogas, como si un aprendiz chamánico hubiera sido. Pero aquí no había bombos, ni tambores, ni mantras y frases espiritistas, todo iba arraigado del dolor y el abuso de sustancias, para volver al lugar que había tratado olvidar, buscando respuestas a sus aflicciones.

'Los días se habían llenado de sol, como una comunidad de mutantes decididos a instalarse con carpas, para quedarse un largo tiempo y los amigos eran como la hierba mala. Con el suficiente cansancio, como para literalmente morirme de sueño, me mantenía encorvado sobre una silla, apoyando mis piernas sobre un cesto de basura, en posición de viejo monumento olvidado por las nubes, pero recordado y acudido por las grises palomas, que me cagaban la vida. Tenía el papel de enojado, el cual me salía muy bien, porque encarnaba a una bola de nervios jodidamente estresada. Podía hacer lo que quisiera, estaba todo a mi favor, pero simplemente no tenía ganas para dármelas de positivo. Mi sueño no era ser odiado, mi sueño no era ser amado, pero no me importaba que me odiaran o que me amaran, porque todos habían ascendido a mi lista negra y a mi cara antisocial. Las caras y las charlas, con el tiempo generaban un continuo Deja Vú, pero no al punto de vivir con la vibrante sensación de asombro corrompiendo en el pecho, sino con la frase más natural nacida en los campos del alma, del decir "Esto ya lo he vivido, ya escuchado mil veces la misma cagada".
Unas langostas cavernarias, envolvían al joven con sus quejidos y chillidos torturadores, mientras él cocía medias junto a unos cajones de medias descocidas. Él no entendía en que ayudaba eso a la economía del mundo ajeno, pero de todas formas vivía con dedales en sus yemas y pocas formas de cambiarlo todo. Su sueño nunca había sido ser un costurero, engrasado y manchado como si fuera un mecánico, pero ahí estaba junto a lavadoras cociendo, que de a ratos venían unas jóvenes mujeres, escurridas de transpiración, luego de haber estado el día entero en los cuartos de planchado, para retirar las prendas y llevárselas en unos cajones plásticos, para tenderlas, secarlas, plancharlas, doblarlas y meterlas por los buzones más tarde, donde luego una persona de metal la retiraría. Pero nunca había tratos con esas personas, nadie los había visto, pero todos sabían que allí afuera estaban. El rumor de que alguien los vio una vez, se extendió como una
plaga, entre las comunidades de servicios de los distintos sectores del edificio, pero aunque nunca se supo quien ese alguien había sido o existido siquiera, el rumor frío decía que esa persona que había visualizado a los hombres del correo, no había notado la diferencia entre un humano o una maquina, hasta ver sus ojos sin luz y sin vida.
Las cuatro de la tarde eran, la hora del almuerzo, pero no puedo decir "eso marca mi reloj", porque soy un engranaje de carne y hueso, que no tiene pertenencias ni pasado. Todo se borró, al menos de la nómina de impuestos y trámites médicos y bancarios, pero tristemente nunca de mi mente. Sé que es el almuerzo, porque se siente el pegajoso olor a maicena que nos dan todos los días, dos veces al día, junto con un vaso lleno de agua natural. Nunca fría. Saciar la sed con un vaso de agua helada, cubierto de gotas frescas y tentativas como en un comercial de cerveza o gaseosas, había quedado ya en un pasado, porque ahora la ingesta de líquidos, era tan sólo parte necesaria para el funcionamiento de nuestros, sus mecanismos. En las tardes me enviaban al jardín, junto con otras personas que no había visto en mi vida, pero la idea de un jardín en cualquier ocasión, puede hacer imaginar el sinónimo de libertad, naturaleza, pero ese jardín muy lejos de ilustrar eso se encontraba, porque eran pequeños espacios subdivididos por paredones de concreto, donde aisladas mandaban a las personas a trabajar la tierra. En algunos espacios se cultivaban verduras y frutas, en otros medicinas y en otros exclusivamente calabazas, porque en los exteriores como en el interior, se habían convertido en un fuerte para ahorrar energía así como si lámparas baratas de halloween fueran. A mi siempre me tocaba en el espacio de las calabazas, donde luego de remover la tierra con rastrillo, me sentaba en un pequeño banquito de madera apoyando mi espalda en la pared, donde con un cuchillo debía calar y ahuecar las calabazas. Y mirar hacia arriba podía, pero no encontraría nunca, al menos sosiego en disfrutar del cielo, porque arriba había techo y muchas conexiones metálicas, cañerías con regaderas, conductos de vapor, faroles radiantes y todas las imitaciones climáticas, que necesitara especialmente cada uno de los sectores. No se que más se haría en el resto del edificio, porque nunca podía salir de los únicos lugares que he recorrido aquí dentro. Pero todo esto pertenecía a un sueño, según el sudor de mi cuerpo al despertar sobresaltado, porque era demasiado real para ser mentira, demasiado frustrado para ser realidad, a pesar de haber sufrido en situaciones
peores.
Aún guardaba sus dientes de leche y no le gustaba ninguna clase de lácteos. Su demonio era el dentista y sus tormentos, sus encías. Era un niño asustadizo, que se meaba encima frente a toda su sociedad, lo que lo hacía antisocial y mugroso, porque no se acercaba a las duchas, para que no se burlen de su olor a zorrino. Aseguraba tener superpoderes, pero nunca fue un niño prodigio, siempre fue un prototipo de persona, sin un lugar cómodo en el pantano, porque sus alrededores decían que tan sólo merecía la arcilla infecciosa, donde no poderse componer. Se las ingenio de alguna forma para meterse y apretujarse dentro de mi estomago y darme relatos y recordarme lo feo que éramos. Y esa mujer nativa de ese pueblucho sin sorpresas, sus ovarios estaban seniles, porque habían olvidado ovular y se desprendían como naranjas, de los árboles en plena flor de primavera. Nunca pudo hacer otro experimento, para crear otro monstruito. Yo fui el único que entro en su útero de tubo de ensayo y tubo las agallas tímidas para ahí quedarse, porque obligado salí al infierno. Su cartera estaba siempre llena de antojos, su corazón siempre estaba lleno de remedios. Era una buena mujer que siempre pretendió ser normal, a pesar de tener un primo lejano llamado Cáncer. Él era la oveja negra de la familia porque nadie lo quería y siempre terminaba cagando a los seres más queridos. Hasta que mi madre "Le paro el carro", como diría un hombre de antaño vestido de gaucho, a pesar de haber sido erradicada la ignorancia de campo hacía siglos. Nadie fue una estrella, más bien todos aspiraron a criar asnos y comer maíz y semillas.'

Los humanos son de lana y el tiempo las malditas polillas, porque se comen la continuidad, luego un poco de la coherencia y por último el sentido de la razón. Yo estaba seguro que se podía tener más. ¿Nacer para reproducirnos y reproducir nuestras propias familias?, no había idea más vil y fría que esa, porque al parecer la sociedad estaba convertida en pequeñas "empresas familiares", dedicadas a crear fortunas, que nos aseguren al final del camino, una de las sondas más caras y la mejor pieza de hospital. Yo no tenía eso y por eso me sentía bendecido. De pronto era como si viera a esa enfermera, que trabajaba por curar mi mente hacía poco tiempo. Su nombre era Josefina, una mujer gorda, de poco carácter y con genes de militares asesinos. Su predilección en sus años de juventud, eran las cenas de negocios junto a su padre y armar con él familias con distintas sangres, a cambio de dinero. Un mulato en aquella época, no valía más que un par de botas sucias, así que no era un buen negocio nacional, ya que la demanda en el país eran los rubios de ojos claros de piel de bebe rosada, con caras de muñecos de plástico, casi siendo una imitación de frívolos títeres. Los mulatos se cotizaban como los burros y se vendían al exterior como peones y fácilmente podían entregarse como forma de pago, cuando llovían las deudas, así que era un perfecto negocio en el área internacional, pero eso había quedado en el pasado junto con su condena sin cumplir y ahora trabajaba de enfermera, cobrando un sueldo de jubilado. Entraba por esa puerta, como haciendo temblar las retinas, porque podía sentirse junto a ella, el pequeño carrito de metal donde traía sus jeringas, su alcohol y pedazos de algodones. Bastaba abrir los ojos, luego de que te zamarreara, para que llegara la hora de la sangre. "¡¡La hora de la sangre!!" -exclamaba fuerte con perceptible incontinencia de sosiego-. Clavaba las agujas en mis brazos todas las mañanas, con un ímpetu y una simulación de apuñalamiento, en que puedo afirmar que mi dolor era su disfrute. Se peinaba con gomina, con el cabello bien tirante hacia atrás y se notaban en sus cejas, sus dotes autoritarios. Luego de llevarse mis muestras de sangre, salía de la habitación para continuar con su trabajo. Mis riñones estaban jodidamente viejos, pero un día me levanté con mi amigo de suero, para cerrarle la boca a la curiosidad que no me dejaba un minuto tranquilo. Con esfuerzo llegué al pasillo y pude caminar unos pocos metros, que por suerte sirvieron para colmar mi objetivo. Ahí estaba ella, dentro del cuarto de niños incubadora, donde se merodeaba entre ellos como si quisiera comérselos. Con el estomago revuelto, pagando el precio por haber caminado diez malditos metros, pude acercarme más y observarla sacando una fotografía de su padre, la cual guardaba en su billetera. Yo sabía que era su padre porque todos lo conocíamos. El Sr. "Golpe de estado", era famoso por su cara de hijo de puta y sus discursos mentirosos, impregnados de barrotes. Ella ahí permanecía mirando la fotografía, como venerando a su persona favorita y guardando un minuto de silencio. Palabras no decía, pero podía verse en su mirada el sentimiento en vela, por pensar como se sentiría ahora su padre de vivir y ver que los torturadores tienen que andar con cautela y que no hay libertad de acción, para encerrar a los charlatanes y vender a sus niños a familias de riquezas. Los tiempos habían cambiado supongo, pero ella no podía aceptarlo, porque a pesar de hacer todos sus esfuerzos por que su padre se enorgulleciera de ella en el cielo, sentía que para él siempre
sería un fracaso. Y esfuerzos para sentirse apreciada por su padre, si que hizo durante toda su vida, por lo que leí en primera plana del diario unas semanas después. Durante sus últimos años de vida, hasta suicidarse en una cárcel de mujeres, hacía pocas semanas, se dedicaba a robar bebes esporádicamente, que luego vendía por un viejo compañero en la triple frontera, pero las ganancias y el regocijo, no era el de antes, porque ahora el negocio eran los secuestros por dinero y aunque ganas no le faltaban de secuestrar a algún indefenso, para joderle el espíritu, joderle a la familia, llenarse de adrenalina y encima ganar dinero y con suerte mutilarlo, no tenía los medios, ni los contactos directos, porque hacía tiempo que se había quedado sin contactos militares, para llevar a cabo o al menos ser una parte de esos enormes proyectos. Crió a un niño blanco, sano y lleno de amor nazista. Sus primeras palabras fueron "duchas", su segunda "aniquilación" y Josefina podía estar orgullosa, de que ya adolescente era todo un "Señoriíto Skinhead". Tenían una buena comunicación madre/hijo y siempre era una buena ocasión, para contemplar junto a él, el catalogo de cuchillos. Pero ella sentía, que nada de lo que hiciera podría ser algo comparable a lo que su padre hizo y al ser descubierta y encerrada por robar bebes recién nacidos, se suicido sin más. Yo me colgaba pensando en las tardes, en las noches y en las eternas madrugadas, pero toda conclusión de la humanidad resultaba equívoca, porque los
puntos sólo coincidían, en que éramos tan sólo unos ignorantes animales.
Me siento muy mal, muy viejo, estoy muy viejo y me miro al espejo cuando logro caminar al baño y mi cabello es blanco, mi piel arrugas y el aroma de mi cuerpo es como grasa de pollo, un sudor lavado y frío. Mis huesos son porosos y con la humedad se sienten resquebrajarse y llenarse aún más de poros, como una plaga. Soy alimentado por las venas, con todo lo que puedan resistir mis viejas venas sin desarmarse. Me llenan de suero y medicamentos y una enfermera viene por las tardes a ponerme paños fríos en la frente y cambiarme la ropa interior. Mi cama está contra una pared alejada de la ventana, donde mis fosas nasales no llegan a olfatear jardines, ni oxígeno limpio, sólo el olor a alcohol etílico y talco de las sábanas. Cuando puedo ingerir alimentos sólidos sin vomitar, me traen una especie de papilla, de alguna rara mezcla de vegetales que apenas puedo tragar. Los días miércoles, en silla de ruedas, me llevan por los pasillos para hacerme toda clase de estudios en distintas salas, como una maldita rata de laboratorio, manteniéndome vivo como un castigo. A veces prenden la televisión y mi compañero de cuarto parece regocijarse con los programas y creo que se ríe a través del agujero en su garganta, donde tiene clavado un respirador artificial, sobre el hormiguero del cáncer, pero yo no me regocijo, no me sonrío si quiera, sino que permanezco bajo tortura. Mi sentido auditivo no es muy bueno, pero si malditamente suficiente para escuchar las mediocres charlas, de las visitas que recibe el otro idiota de su estúpida familia, a las que les cuenta y describe, como fue el color de la mierda que hizo ese día y cuanto puré de calabaza triturado y diluido en una especie de medicamento azulado, pudieron meterle por sus arruinados conductos, como si de una aventura o hazaña se tratase. Y yo familia no ansío, no desearía una familia que no pudiera soportar, para que se sienten junto a mi a contarme sus interminables anécdotas y a inhalar mi fuerte olor a orina y mi aliento de perro, mientras me traen ramos de flores como una atención, cuando en realidad las flores tan sólo son para hacer el lugar más respirable para ellos, mientras sonríen disimulando las ganas de vomitar. No ansío hijos, porque los niños nunca me agradaron, siempre tan caprichosos y volátiles, comiéndose la paciencia. No ansío ver a la gente, porque son enfermedad, mediocridad e ignorancia, no ansío una palabra de apoyo, porque los consejos son sólo cortesías egoístas que no existen con intenciones de ayuda incondicional. Lo único que ansío, son los bellos ojos de princesa muerta que veo en mis sueños, sus ojos mirar y esperar la amarga muerte junto a ellos, pero ningún deseo sirve, porque de nada me sirve ahora desear. Mis ojos cierro muy fuerte arrugando toda mi cara y por momentos puedo como viajar y ver lindos paisajes y guardar lindas imágenes. Por momentos ciento el calor de los fluidos, donde me sumergía dentro de mi madre, ¿pero que más importa ahora?, como toda la humanidad, tan sólo soy un pedazo de basura. Senilidad. Paciencia. Hambruna.

'Era el día de las excursiones y no había otra razón excepto esa, por la cual alegrarse, porque estar dopado formaba parte de la vida normal, pero que nos lleven al cine era algo totalmente anormal e inusual, porque podíamos sentirnos un poco normales, comparados con las tardes de manicomio, sacándole el cuero a todo quien creía más loco, que lo que yo cuerdo me sentía, a pesar de tomar tantos medicamentos, como mi cuerpo me permitía. La película del día se llamaba "Libélula" y era de hace cinco décadas, porque decían que una película con temas actuales, podría afectarnos, pero ver la película de una persona que se hacía llamar parásito, no era muy sana para la ocasión. De todas formas allí fuimos y somnolientos y algo medicamentados para no perder los estribos, estábamos unos treinta pacientes en el proyecto "Aire libre", dirigido por el partido político "Ahorristas del Pueblo(AP)", para dar una buena imagen en las próximas elecciones por conciliarse, mostrando que los locos también podían disfrutar y a pesar de que "Aire libre" el proyecto se llamaba, estábamos encerrados dentro de un cine sin ventilación, al que habíamos acudido en un micro herméticamente cerrado, en el que a penas si pudimos inhalar un sorbo de aire fresco, libre de sabor a anestesia. Pero esa tarde de porquería guardaba algo
desconocido para mí, hasta el momento. Porque luego de soportar el film, dentro del mismo predio abandonado y recientemente maquillado, para llevar a cabo ese tipo de fachadas del que formábamos parte, fuimos a un salón, que en algún tiempo según imagino, habría sido un lujoso bar y ahora decorado de viejo prostíbulo del oeste, nos daban por esa tarde acilo, pero de todas formas ahí estábamos y en la barra había un tipo que servía café gratis y medialunas. No recuerdo una
sensación igual, pero ese día sin antes haberle prestado atención, por primera vez miré a Julieta, sentada en una mesa para dos, junto a una ventana que hace tiempo daba vista a la hermosa plaza que afuera se encontraba, pero ahora se encontraba tapiada y con las cortinas cerradas. Ella era un bicho raro tan solitario, que agarraba su taza con las dos manos, sosteniéndola firme bajo su labio inferior, a excepción de cuando mojaba sus labios en el café. Su cabello casi cubría su cara, pero podía notarse esa mirada diferente, esa lógica en lo ilógico y esa mutación que sonrojaba mi espíritu de cáncer y que ablandaba mis virus, hasta dejarme higienizado sin un gramo de resfrío, en mis hormigas de la tos. Ella era la desquiciada más bonita que había visto y en tan sólo segundos hizo que me odie a mi mismo, por sentir a los cursis cascarudos negros, rascando con sus ásperas patas sobre mi corazón. Pero eso no era suficiente, para querer levantarme de mi asiento y con una bandeja golpearla hasta sacarle lo hermosa, porque mi lado bueno se sentía inválidamente enamorado. Tenía mi café y un pulso de mierda, pero como pude me las arregle para llegar a su mesa, casi con la taza vacía y una mano empapada. No precisé palabras para saber que estaba enamorado, porque nunca antes había mirado a una mujer con mis ojos débiles y el suspiro vibrante. Merendábamos y nos mirábamos, casi con una música de fondo que no existía, pero que nuestra corta distancia de un lado a otro de la mesa, parecía crear una tristeza infundada en el corazón, al darnos cuenta tan sólo con lentos
parpadeos, que en un mundo tan falso, aún existía algo real llamado el amor. Sus ojos eran Crack y bajo la mesa hacía un ritmo chocando las suelas de sus botas rojas sobre el suelo de madera, como si una batería quisiera imitar. Y a mi eso me encantaba, porque me encantaba la música y sus suelas no eran bailables, sino que pisaban "Rock". Y recuerdo sus primeras palabras: "Eres lo que bebes"...Y recuerdo hasta hoy en día no haber nunca abandonado el alcohol, como guardando con
cariño el vago recuerdo de las tantas noches seguidas, en que por medio de una amiga durante los primeros meses de estadía, conseguía petacas de todos los colores de licores, que compartía conmigo tan dulces como sus labios rosados, que jamás pude, ni quise sacarme de mi, en ese primer beso de merienda en aquella tarde de invierno, donde convulsiones hubieran ameritado para la ocasión, pero tan sólo sonrisas se me salían de mis labios, como si saliva se le saliera a un viejo asqueroso escupiendo entre sus relatos.'





De alguna forma llegué a olvidarlo en mi inconsciente, porque no recordé a Tomás por mucho tiempo. Recuerdo despertar en las mañanas con los dedos y el aliento impregnado de olor a tabaco y con el pecho lleno de presión, sintiendo que capacidad para meterme aire poca tenía y así debió ser, porque andaba jodido en las mañanas. Hacia años que mis padres habían pasado a ser unos extraños con quien almorzar los domingos al mediodía, pero ese domingo no tenía hambre, ni ganas de ir a visitarlos, porque con mi resaca pasaba a ser un zombi, no una persona y si bien zombi siempre iba en los domingos a almorzar, ese día no tenía ganas de llegar y al saludarlos, sentir esa inhalación profunda junto a mi oído, olfateando como si perros fueran olfateando a sus pares, haber cuanto olía a ginebra, haber cuanto vómito guardaba aún en mi estomago de la noche anterior. Así que sin previo aviso los dejé esperando con el asado cocinado. Mi padre siempre fue un cocinero no matriculado, porque realmente disfrutaba cocinar, pero su habilidad era tan grande como su ego, porque masticando el primer bocado de alimento, podía sentir sobre la base de mi cabeza esa mirada de lobo, esa mirada de compromiso que daban ganas de arrojar el plato al piso y
gritarle que mierda de sabor tenía la comida, a pesar de que rica fuera, porque hasta que no levantaba mi mirada y vociferaba que sabía genial, esa mirada de hostigación no desaparecía. Su comida en verdad era genial, siempre tan condimentada como compitiendo con la comida misma en su estado natural, como queriendo demostrar que con sus pasos casi estratégicos, podía llevar a la comida a un estado gustativo más allá de en su origen concebido. Pero la vejez de mi padre era otra razón por la que no querer con mis padres almorzar ese día, porque con los años supongo que uno se deteriora y pierde las pocas cosas en las que alguna vez era un ser digno y a decir verdad los últimos almuerzos eran solamente dignos para un aprendiz de cocina, no para una persona que había cocinado toda su vida. Sus últimas comidas eran una verdadera porquería. Tirado en la cama y desayunando mi primer cigarrillo, podía escuchar desde la cocina el teléfono sonar y sonar, una y otra vez, más veces y más continuas, en cuanto el mediodía estaba más cerca de llegar. Es una persona de la que obligadamente sé su biografía y podía poner mi corazón en el fuego, que era mi madre al teléfono. Como si con meadas marcara mi territorio como un animal, es como los años juntos bajo el mismo techo, luché para que ella se mantuviera en sus líneas de territorio, para que viviera su vida sin clavarme un sorbete en las venas e inhalara mi fisiológica solución. Ella siempre fue una persona muy sensible, ella siempre fue una persona muy buena. Mi madre siempre fue un espía. No pude ser un novato fumador tranquilo, porque mi madre como si hocico de oso tuviera, sentía el humo en mi ropa a un kilómetro de distancia. No pude ser el mejor inventor, porque ella creía que era peligroso experimentar con fórmulas con las que ella no experimentaba. Y ahora todo un científico me sentía, porque era la rata más suicida, decidido a con lo que sea experimentar con mi vida. Pero mis soledades no eran escrituras de despedidas, mi soledad no eran armas, ni planes maestros para dejar de respirar, porque si morir hubiera querido, con arrancarme el egoísmo humano del pescuezo y ponerle verdadera atención a las conversaciones de las personas, hubiera bastado para caerme rendido. Pero yo tenía otras preocupaciones en mi vida, yo tenía otras obligaciones y objetivos. Acababa de cumplir veinte años, acababa de ser despedido y cobraba mi sueldo entero por el periodo de un año como indemnización, mi vida estaba resuelta durante muchos meses más. De tanto en tanto me cruzaba en la calle con personas conocidas de la vida, que ante los intentos de ambos por simular no vernos y fallar, nos quedábamos unos pocos minutos intercambiando palabras, tratando de batir el rencor de hablar menos que el ultimo encuentro casual. Pero en tan pocas oraciones, encontraba la excusa perfecta para querer beber, porque la vida de 'playmovil' que todos construían, a mi me daban escalofríos, al imaginar al perro marrón moviendo la cola, al llegar a mi precario hogar, del que seria llamado "El dueño" luego de veinte años más de trabajar en un empleo de burro con corbata, mendigando esclavitud por unos billetes extras, con los que poder pintar de rosa o azul el cuarto de el niño o niña asesino/a creciendo dentro de mi esposa, amenazando con destruir mi mera estabilidad monetaria con la que no podría llegar en mi vida a tener un momento de sosiego, pero en la que podría estar seguro de que la mediocridad, la rutina, el aburrimiento y las baratijas existenciales de consuelo nunca me faltarían. Como dije eso en verdad me daba ganas de beber y no cualquier porquería, porque el día anterior había cobrado en el cajero mi sueldo y aún había dejado adentro muchos billetes más, así que ese domingo era un buen día para ir a lo de Tony. Él vivía a dos calles de mi casa y hacia un año tenía en su casa un almacén que atendía de muy mala gana y nunca fiaba dinero, sino que los vueltos que debía darles a las personas por sus compras, es lo que les quedaba debiendo porque no alcanzaba nunca para cubrir el alquiler. Y cuando tenía trabajo, había días en que no se sentía de humor y a pesar de que eso ayudara a pagar los impuestos, con obscenidades, mal genio y una actitud pervertida que había ensayado a la perfección, lograba ahuyentar a todos y quedarse tranquilo y solitario como casi siempre quería estarlo. Era una buena persona ese gordo sudado, tenía un enorme corazón, sus conductos estaban llenos de grasa y podía olerse su colesterol. Hacia un año había hecho el logro de su vida, porque a través de un conocido abogado y demasiada azúcar en su sangre como para empalagar a quince personas, consiguió cobrar un sueldo por discapacidad y aunque eso no fuera el reflejo de alguien honesto y pro activo, eso a él no le importaba, porque mal que mal le daba un pasable estilo de vida. Su dinero esperaba en el banco todos los meses, mientras se mantuviera con poca salud y desvalido y eso no era muy difícil para él, porque era un fanático del alcohol y fiel consumidor de la cocaína barata. Ya no trabajaba, escritor fracasado era su trabajo y siempre se lo veía escribiendo y pensando. Ir a su casa se había convertido en una rutina, porque a través de unos proveedores no del todo honestos, conseguía whisky añejo para su consumición, como nadie mas en la ciudad, pero por unos pocos billetes me hacia un favor de amigo, cediéndome una botella. Pero así todo, cuando no nos juntábamos exclusivamente a negociar, de todas formas me había acostumbrado a ir a su casa a charlar y claro que a beber, porque no había ningún problema en beber en su casa hasta vomitar en el lavado. Pero así como muchas tardes, iba a su casa solo a ahí estar, porque no nos dirigíamos la palabra, sólo compartíamos el espacio y el silencio y en ocasiones sin verme, yo observaba siempre intrigado a aquella persona tan bohemia y autodestructiva. Los días en que éramos tres personas tomando habían pasado y tan sólo habíamos quedado dos. Juan era esa tercera persona, mejor conocido como Juancito, como el gordo le decía cada vez que éste arribaba a la casa. Pero así como se hace de noche, él fue una prueba de como cambian los amigos, porque llego el día en que de nosotros se quiso independizar, quiso formar su camino y sentir el individualismo de toda persona al independizarse, quería tomar sus propias decisiones y ser su propio sustento, convertirse en todo un señor, porque ya no quería el resto de nuestras tucas, ni una línea de coca convidada, él quería tener su propio techo y su propio dinero, para comprar sus drogas y mantener económicamente a los hijos de sus proveedores, a los que quería como si hijos propios fueran. Era un excelente dibujante, pero ya no más nuestro amigo, porque cuando en nuestras reuniones de los sábados en que alquilábamos películas, comprábamos alcohol y lo llamábamos para invitarlo y recordar viejos tiempos, él siempre hablaba sobre una fábrica casera, que había instalado en su casa y en la cual lo que se fabricaba eran colores depresivos, para pintar sus dibujos. Nunca más oímos de él, hasta el cuatro de Julio en que murió de cansancio, por dar su vida a su fábrica, siendo el único inversionista, el único empleado y el único que creía que su negocio en cualquier momento escalaría hasta valer artísticamente en Wall Street. Pero los burgueses jamás pusieron un peso sobre su proyecto, porque Juan nunca fue un pez gordo con mente de alcancía. Pero esos días habían quedado atrás y ese mediodía/tarde yo me encontraba en lo de Tony y en esa ocasión como en tantas, yo lo observaba mientras nadie hablaba. Usaba unas remeras de un algodón muy barato, que a las pocas semanas de tenerlas puestas noche y día, se frisaban por el sudor de su cuerpo. Su sudor no era normal, era como aceite de frituras chorreando a cada momento, incluso en esas tardes frías donde tiemblan los pies. Se encontraba en un pequeño escritorio junto a dos bibliotecas llenas de libros viejos, una a sus espaldas y otra a su costado, como formando un fuerte donde hundirse en su depresión. Como dije, él era escritor, un escritor con todas las letras, FRA-CA-SA-DO y por horas escribía sobre sus más ínfimos mundos y planetas surrealistas, donde decía buscar la fórmula perfecta y secreta, para una gramática parisina que aseguraba haber inventado en otra vida, pero que aún con ya cincuenta años y aparentando sesenta, no lograba recordar. Escribía con la compañía de sus fieles cigarros de tabaco negro y un café bien cargado y siempre humeante junto a su muñeca, que de a ratos le pegaba sorbos y lo cortaba con sudor, cuando al mover el brazo para llevar la taza a su boca, las gotas de grasa de su frente caían salpicantes y se mezclaban con la cafeína. Aún recuerdo como si fuera hoy, cuando el gordo desperezándose y tosiendo un bostezo, se levantaba con dificultad de su asiento caldeado y húmedo y decía con voz pastosa: "Necesito una buena idea para mis textos, necesito inspiración" y se iba al baño, donde entre otras cosas, se suministraba unas líneas de cocaína para mantener su insomnio a pleno y no desperdiciar tiempo durmiendo, cuando ese talvez fuera el momento, donde su talento aún desconocido apareciera. A él le daba vergüenza ser un gordo drogadicto y entonces había apañado la palabra "Inspiración" cuando iba a meterse cocaína, pero con el tiempo esa frase había perdido su escondite, porque en cualquier ocasión la decía, volviendo seguido a eso más drogado que un "Rock and old".
Recuerdo esa mañana violenta, con los carniceros en las puertas observando el alboroto que en la calle sucedía, cuando en realidad creo que tan sólo era una excusa, para salir fuera del negocio a respirar aire puro antes que estar respirando las extrañas podridas de los terneros y sus parentales pedazos vacunos. Pero de todos modos, la calle estaba repleta de personas y no entendía lo que sucedía. Me asome por la ventana de mi cuarto en el primer y ultimo piso de aquella pensión de mala muerte, llamada simplemente "Mary's" y lo primero que logré ver, fue a una hermosa mujer caminando, mirándome directamente a los ojos y balbuceando por sus poros un noventa porciento de hormonas abusivas, tejiendo en su mente vaya a saber cuantas prácticas sadomasoquistas, mientras yo observándola sólo pensaba en que la policía había venido por mi mercancía. Pero definitivamente eso no fue así. Supongo que mutamos de la noche a la mañana o que escondemos por años nuestra mutación, porque una mañana de febrero desperté con resaca y aún tengo el vago recuerdo auditivo, de las voces chusmas masificadas resonando como un susurro en el pasillo de mi pensión, hablando sobre como el gordo se había suicidado metiéndose un tiro en su corazón. Toda su herencia se la comió el gobierno, a excepción de un atado de veinte cigarrillos, treinta dólares y un libro en el que aseguraba en sus inicios, que las botas sucias atraían los instintos depresores del vapor del sueño, como si un jodido legado estrafalario eso fuera. Pero de todas formas yo fui el damnificado, porque me quedaron sus cigarrillos, me quedaron sus billetes y una historia con mucho papel, para usar junto a la leña frente a una vieja institución mental, en el callejón madison, donde todos los inviernos hago fuego para calentar mis manos.





El Fin