jueves, 8 de febrero de 2007

Inesperado

Me queme con la vergüenza;
una mirada oxidada
rechinando sobre mí en cada parpadeo;
lúgubres pupilas de brillo ensordecedor
sofocando mis lamentos.
Me encogí hasta crujir mis huesos;
ninguna palabra;
sólo miradas y tímidas lágrimas.
El ruido metálico de una fría bala
cayendo como una lágrima que se reservaba en un pedestal;
salpicando de ruido mi autoestima;
cortando los suaves acordes de mi respiración
no se puede esperar de mí lo que parecía esperado;
suelo desilusionar.
Una fría brisa de inseguridades ha entumecido mi visión;
los colores desvanecidos en color recuerdo;
el sonido desesperado, aún mojado en un sediento reloj,
unos ojos desorbitados que han olvidado su verde color en el olvido;
lágrimas brillantes de cristal;
caras que ya han conocido mis molestias, reposan suspendidas sobre la tristeza,
mi mirada cae sobre el suelo donde siempre suele terminar.

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